EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MÁS FIRME ESPERANZA
I
Vanas son las esperanzas del mundo y desgraciado quien fía en ellas. Pasa la juventud, se cambia la fortuna, caen las ilusiones, se entibia la amistad; nada, en una palabra, queda en pie de cuanto parece algunas veces halagar al hombre en su breve paso sobre la tierra.
Y sin embargo, el pobre corazón humano necesita algo firme y permanente a que arrimarse, para no caer en los horrores de la desesperación. ¿En qué podrá, pues, fijar su esperanza? ¡Ah! Todo se pasa, ha dicho Santa Teresa de Jesús, todo se pasa, es verdad;. pero Dios no se muda. He aquí, pues, el centro fijo en que podemos colocar nuestras esperanzas los que deseamos colocarlas en algo seguro e inmutable.
¡Oh Corazón Divino de mi amadísimo Jesús! ¡Todo se escapa y desaparece a nuestro amor, dejándonos vacíos y desolados! Sólo Tú permaneces eternamente como faro de luz y norte resplandeciente para el corazón que te ama. ¡Que me falte todo, Dios mío, pero que no me faltes Tú! ¡En Ti pongo mi esperanza, y no seré nunca defraudado.
1
Medítese unos minutos.
II
¡Oh vida humana llena cada día de tantos y tan crueles desengaños! ¡Oh alma mía, que en tantos objetos has querido cifrar tu felicidad, sin que hayan logrado calmar tus ansias! ¡Oh pobre mortal! que eres como hoja seca que el viento arremolina y agita, buscando en todo la dicha y no hallándola en ninguna de las cosas creadas!
¡Fíjate aquí y detente! Ahonda aquí tus raíces en el amor de tu buen Jesús, único que puede calmar tu amoroso anhelo, único que no defraudará tus esperanzas. Pobre barquillo, siempre llevado acá y allá por las olas, y siempre con el abismo bajo los pies temiendo el naufragio! Echa aquí tus anclas si quieres hallar puerto seguro, donde algo puedas reposar y rehacerte de las fatigas de tu azarosa navegación. ¡Paloma cansada de volar por todas partes, sin hallar donde fijar los pies! Éntrate por la abertura de esa Arca, que te espera para ofrecerte asilo seguro contra todas las borrascas.
¡Corazón de Jesús! Sé todo para mí, pues de Ti lo espera todo mi afligido corazón. Promesas seductoras del siglo, que, tantas veces han engañado mi alma, yo las miro por lo que son, polvo, nada. ¿Qué puede prometerse quien pone sus esperanzas en el polvo y en la nada?
¡Oh Dios de cielos y tierra! ¡Qué sosegado descanso alcanza el que todo lo espera de Ti y nada fuera de Ti!
Medítese, y pídase la gracia particular.
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