30 de noviembre de 2021

Santo Evangelio 30 de Noviembre 2021

 


Texto del Evangelio (Mt 4,18-22):

 En aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, Le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, Le siguieron.



«Os haré pescadores de hombres»


Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL

(Roma, Italia)

Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...

También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.


Clica en la imagen para rezar a JESÚS SACRAMENTADO

 


Sea yo un instruento de tu Paz


El Sarado Corazón y la Divina Misericordia



EL SAGRADO CORAZÓN Y LA DIVINA MISERICORDIA

Madre Adela Galindo, SCTJM

Fundadora


Según los Papas de los últimos 150 años, no hay devoción más importante para la vida de la Iglesia que la que profesemos al Corazón de Jesús. Por ejemplo, el Papa Pío IX dijo: “La Iglesia y la Sociedad, no tienen mas esperanza que en el Corazón de Jesús; El es quien los curará de todos sus males”. Predicad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón, ella será la salvación del mundo. Apresuraos para esta misión, organizaros y constituiros.”

En 1899 el Papa León XIII, consagró el mundo al Sagrado Corazón en el umbral del nuevo siglo, llamando a este acto, el más grande de su pontificado. Definió al Sagrado Corazón con “el símbolo y la imagen sensible del amor infinito de Jesucristo”. El no quiso que nada escapara a la influencia del Sagrado Corazón, pues consideraba que era el remedio a todos los problemas de la era moderna.

En 1928, el Papa Pio XI escribe una encíclica sobre la necesidad de expiación al Sagrado Corazón: el “espíritu de expiación y reparación” necesarios en estos tiempos. El deber de consolar a Cristo y de unirse a su pasión para expiar con Él por los pecados propios y los del mundo entero. Pide que se haga reparación, para con ello, atraer la misericordia y las gracias necesarias para la salvación del mundo. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5,20). Considera que este abundar de gracia, solo proviene de la reparación.

El Papa Pío XII: escribe la gran encíclica: Haurietis Aquas, tomar de la fuente de agua
ante los males que azotan al individuo, naciones, familias y el orbe entero, ¿Dónde se hallará un remedio eficaz?
* Concluye que la devoción al Sagrado Corazón es la que satisface las necesidades actuales de la Iglesia y del género humano. ¿Qué puede haber mas eficaz que el amor de Cristo, que su Corazón revela y manifiesta?
* Considera la devoción al Sagrado Corazón como bandera y manantial de unidad, de salvación, misericordia y paz.

Pablo VI: después del Concilio Vaticano II pidió a la Iglesia renovar la devoción al Sagrado Corazón, tanto en la vida personal como pública ya que de su plenitud todos hemos recibido, y debemos de Él aprender a vivir perfectamente según su Corazón para responder a las exigencias de nuestros tiempos.

El Siervo de Dios Juan Pablo II, el gran apóstol del Corazón Misericordioso de Jesús ha dicho repetidamente: “En diferentes ocasiones he expresado mi convicción de que la devoción al Sagrado Corazón corresponde mas que nunca, a las expectaciones y necesidades de nuestro tiempo. He hecho hincapié en revelar que los elementos esenciales de esta devoción pertenecen de una forma perenne a la espiritualidad de la Iglesia a través de su historia”. (SS. Juan Pablo II, 1987)

“Cristo ofrece su divino y humano Corazón, fuente de reconciliación y principio de nueva vida en el Espíritu Santo, a todas los hombres y mujeres de hoy que están sumergidos en un mundo secularizado en el cual corren el peligro de perder el centro de la gravedad de sus vidas” (S.S. Juan Pablo II, Junio 28 de 1998)

El Catecismo de la Iglesia Católica promulgado en 1994 por S.S. Juan Pablo II, contiene una excepcional descripción del símbolo del Sagrado Corazón: “Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Catecismo de la Iglesia Católica # 478)
• el hombre del año 2000 necesita del Corazón de Cristo para conocer a Dios y conocerse a si mismo; lo necesita para construir la civilización del amor.

Este Papa, Papa del Corazón de Jesús, escribió una de sus primeras encíclicas sobre el tema: "Rico en Misericordia", y nos dijo: “Creer en el Hijo crucificado significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia. pues, es ésta la dimensión indispensable del amor de Su Corazón”.

A lo largo de toda la encíclica, el Santo Padre subraya que la Iglesia, especialmente en nuestros tiempos modernos, tiene "el derecho y el deber" de "profesar y proclamar la misericordia de Dios", de "introducirla y encarnarla" en las vidas de todos y de "invocar la misericordia de Dios", implorándola para el mundo entero.
"El mensaje de la Divina Misericordia siempre ha estado cerca de mi como algo muy querido..., en cierto sentido forma una imagen de mi Pontificado”

El Siervo de Dios Juan Pablo II, quien nos ha dirigido constantemente al Corazón de Jesús, ha sido el Papa que abrió la causa de Santa Faustina, que la beatificó y canonizó. Bendijo e inauguró la Basílica de la Divina Misericordia en Cracovia diciendo: «Ha llegado la hora de hacer llegar el mensaje del Corazón Misericordioso a todos, especialmente a aquellos cuya humanidad y dignidad parecen perderse en el misterio de la iniquidad. Ha llegado la hora en que el mensaje de Divina Misericordia derrame en los corazones y se convierta en chispa de una nueva civilización: de la civilización del amor».

En la canonización de Santa Faustina: “Contemplar sobre todo la herida de su Corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. La misericordia divina llega a los hombres a través del Corazón de Cristo crucificado: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona".

Tantos santos han contemplado la grandeza del amor y la misericordia del Corazón traspasado de Cristo. Los Papas recientes, como hemos visto, enfáticamente han dirigido a la Iglesia entera hacia la fuente abierta de la Redención, el Corazón de Jesús. Precisamente, este fue el punto mas importante del Año Jubilar: “llevarnos a la fuente abierta de redención, el Corazón abierto de Cristo”. De esta fuente abierta, brotan la Sangre y el Agua, los dos rayos que muestra la imagen del Corazón Misericordioso de Cristo.

UNIDAD DE LA REVELACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE SANTA MARGARITA MARÍA CON LA REVELACIÓN DEL CORAZÓN MISERICORDIOSO A SANTA MARÍA FAUSTINA

El primer aspecto que debe quedar claro es que el Sagrado Corazón de Cristo es la fuente de la Divina Misericordia: Por lo tanto la devoción al Corazón de Jesús y a la Divina Misericordia son absolutamente inseparables.

“Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo ... Toda gracia de salvación y santificación brota de esta fuente. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas “(Diario # 1777).

El centro de la vida espiritual de Santa Faustina era el Corazón de Jesús, pero enfocado en el amor misericordioso que brota de su Corazón.

A Santa Margarita de Alacoque el Sagrado Corazón, le revela la profundidad de su amor por los hombres, amor hasta el extremo de dejarse traspasar, consumir, llegar hasta los mayores sufrimientos. Este amor del Corazón de Jesús se convierte en misericordia cuando toca al hombre. La misericordia, es el amor del Corazón de Dios, que toca la miseria, pecado, fragilidad. Al tocar a los hombres, se convierte en misericordia. Jesús dice a Santa Margarita: "Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición".

Ambas son elegidas no solo para experimentar el amor y la misericordia del Corazón de Jesús, sino que reciben la gracia y la misión de ser canales vivos y eficaces del mensaje que darían al mundo.

Sor Josefa Menéndez, mística del año 1920, escribió en su famoso libro “El camino del divino amor” basado en las revelaciones que recibió del Sagrado Corazón. Jesús le explicó que el mensaje del amor misericordioso de su Corazón debía ser proclamado a todo el mundo, preparando así a las revelaciones de Santa Faustina: Escuchemos sus palabras: “Cuantas veces en el transcurso de los siglos, Yo en alguna forma he dado a conocer mi amor por los hombres. Les he revelado cuan ardientemente deseo su salvación. He revelado mi Corazón como una luz que cubre la tierra y como el arma mas poderosa para alcanzar a las almas, y así extender mi reino. Yo quiero que todos tengan confianza en mi amor misericordioso, esperarlo todo de mi misericordia. Deseo enseñarle a los pecadores que la misericordia de mi Corazón es infinita. Que los fríos e indiferentes conozcan el fuego de mi Corazón para encenderlos con mi amor. Confíen en mi misericordia y en mi Corazón. Mi Corazón no es solo un abismo de amor, sino que es también un abismo de misericordia".

A Santa Gertrudis, el Apóstol San Juan le comunicó: “En los últimos tiempos, se les está reservado la gracia de oír la voz elocuente del Corazón de Jesús. A esta voz, el mundo, debilitado en el amor a Dios, se renovará, se levantará de su letargo y una vez más, será inflamado en la llama del amor divino”

Notemos que siempre en las revelaciones del Sagrado Corazón, Jesús manifiesta que es menester revelar su Corazón cuando el mundo se enfría en el amor y que es como un último remedio. Jesús dijo a Santa Margarita: que la revelación de su Corazón era, como un último esfuerzo de su amor, en estos últimos siglos, para calentar a un mundo frío, para intentar salvar las almas que se pierden, como un medio seguro de calmar la justicia divina y de alcanzar misericordia de Dios, y como una fuente abundante de bendiciones.

A Santa Faustina, Jesús le dice: “Deseo que mi Misericordia sea conocida y venerada; le doy a la humanidad la última tabla de salvación, es decir, el refugio en Mi Misericordia.” (Diario # 998)

DEL CORAZÓN DE JESÚS FLUYE UN AMOR MISERICORDIOSO

Palabras de Santa Faustina
Oh, Jesús, es a través de tu Corazón Compasivo, como a través de un cristal, que los rayos de la Divina Misericordia llegan a nosotros”. (Diario # 1533)

En una de las apariciones a Santa Margarita:
"Se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo resplandeciente y transparente como el cristal. Con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo rayos de luz de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón."

Por orden de su confesor Santa Faustina le preguntó al Señor el significado de los rayos que aparecen en la imagen emanando del Corazón y el Señor le respondió: "Los dos rayos significan Sangre y Agua, el rayo pálido representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas. Ambos rayos brotaron de las entrañas mas profundas de Mi misericordia cuando mi Corazón agonizante fué abierto por una lanza en la Cruz... Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no le seguirá hasta allí." (Diario # 299)

Precisamente, en la encíclica Haurietis Aquas, (Beberéis aguas), sobre el Sagrado Corazón, el Papa Pío XII nos recuerda que del Corazón de Jesús fluyen grandes corrientes de agua y salvación. Cuantos hermanos sedientos en busca de agua van a las fuentes falsas: “han cambiado el agua cristalina de la fuente, por los charcos sucios” (Jeremias 2,13).

Solo hay una fuente abierta de salvación: "Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza. Aquel día extirparé de esta tierra los nombres de los ídolos y el espíritu de impureza los quitaré de esta tierra" (Zacarias 13,1-2).

El Corazón Traspasado de Jesús, de donde brotan sangre y agua, para nuestra liberación del pecado y la purificación de todas nuestras inmundicias, es la fuente abierta de salvación. Mas que nunca el mundo necesita ir a la fuente abierta en el Calvario, el Corazón de Cristo: "He abierto mi Corazón como fuente viva de misericordia. Invita a las almas a venir a tomar vida de él. Mi misericordia es mas grande que todos tus pecados y los del mundo entero. Permití que una lanza traspasara mi Sagrado Corazón para así abrir ampliamente la fuente de misericordia para ustedes" (Diario # 1425 ).

Para Santa Faustina, los rayos de gracias inconcebibles que brotan del Corazón abierto de Jesús, fuente de Misericordia, invaden a la humanidad entera, trayendo luz y salvación a los pecadores. "Los dos rayos significan Sangre y Agua- el rayo pálido representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas-. Ambos rayos brotaron de las entrañas mas profundas de Mi misericordia cuando mi corazón agonizante fue abierto por una lanza en la Cruz... Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no le seguirá hasta allí" (Diario # 299)

Nos dice el Siervo de Dios Juan Pablo II, en el centenario de la consagración del mundo al Sagrado Corazón, en 1999: "Del Corazón del Hijo de Dios, muerto en la cruz, ha surgido la fuente perenne de la vida que da esperanza a cada hombre. Del Corazón de Cristo Crucificado nace la nueva humanidad, redimida por el pecado. El hombre del 2000 necesita del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a si mismo”.

EN AMBAS REVELACIONES: LLAMADAS A CONSOLAR Y SUPLIR

Ambas apóstoles del Corazón de Jesús son llamadas a consolarle: El Corazón de Jesús, manifiesta tanto a Santa Faustina como a Santa Margarita, sus dolores más internos, especialmente como le duele la ingratitud:

A Santa Faustina:
"Mi Corazón está colmado de gran misericordia para las almas y especialmente para los pobres pecadores. Oh, si pudieran comprender que para ellas de Mi Corazón ha brotado Sangre y Agua como de una fuente desbordante de misericordia; para ellas vivo en el tabernáculo; como Rey de Misericordia deseo colmar las almas de gracias, pero no quieren aceptarlas. Por lo menos tú ven a Mí lo más a menudo posible y toma estas gracias que ellas no quieren aceptar y con esto consolarás Mi Corazón. Oh, qué grande es la indiferencia de las almas por tanta bondad, por tantas pruebas de amor. Mi Corazón está recompensado solamente con ingratitud, con olvido por parte de las almas que viven en el mundo" (Diario # 367).

A Santa Margarita:
"He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor”. “Tu serás mi consuelo si suples por sus ingratitudes según te sea posible”

ELEMENTOS COMUNES

•Veneración de Imágenes:
El Señor le pidió específicamente a Santa Margarita María que la imagen de su Sagrado Corazón sea honrada y venerada por todos los fieles. En la segunda aparición la Santa nos narra:  "El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, mas brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior... Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan a la imagen de su Corazón, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios. Que deseaba que la figura de su Corazón de carne, fuese expuesta públicamente. Quería también que la llevara sobre mi corazón, para grabar en el, su amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en el todos los movimientos desordenados. Que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor.”

A Santa Faustina
"Vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el otro blanco. Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la inscripción : "¡Jesús, yo confío en Ti!." Yo deseo que esta Imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que el alma que honrare esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte. Yo el Señor la defenderé como a Mi propia Gloria" (Diario # 47-48).

No solamente ambas imágenes recibieron promesas, pero ambas despertaron un gran movimiento espiritual para llevarlas a los hogares, iglesias, etc... El entronar estas imágenes, es llevar al Corazón de Jesús a los hogares, familias para establecer su reinado.

EN AMBAS REVELACIONES HAY UN LLAMADO AL AMOR Y A NO TEMER:

A Santa Margarita le muestra el corazón y le dice:
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor”

A Santa Faustina:
“Mira, mi misericordia es mas grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido tu bondad? Por ti bajé del cielo, por ti dejé que mi Sagrado Corazón fuera abierto por una lanza, y abrí la fuente de la Misericordia para ti” (Diario #1485).

FIESTAS LITÚRGICAS
Fue el mismo Jesús quien a través de Santa Margarita pidió que se estableciera la fiesta del Sagrado Corazón. En la cuarta aparición en 1675: "Eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute."

El Señor le pide a Santa Faustina, por lo menos 14 veces, que se instituya oficialmente una "Fiesta de la Misericordia":  "Esta Fiesta surge de Mi piedad mas entrañable...Deseo que se celebre con gran solemnidad el primer domingo después de Pascua de Resurrección....Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y abrigo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores. Las entrañas mas profundas de Mi Misericordia se abren ese día. Derramaré un caudaloso océano de gracias sobre aquellas almas que acudan a la fuente de Mi misericordia. El alma que acuda a la Confesión, y que reciba la Sagrada Comunión, obtendrá la remisión total de sus culpas y del castigo" (Diario # 49, 699 ).

El Señor le pidió a Santa Margarita que hiciera horas santas de reparación y que los primeros viernes se comulgase también en espíritu de reparación, pero el Señor no le dio oraciones específicas. Que arma mas poderosa para estas horas santas y para los primeros viernes, que rezar la coronilla dictada por el Corazón Misericordioso a Santa Faustina.

En estos tiempos el Espíritu Santo nos dirige la mirada hacia el Corazón de Jesús bajo su aspecto de Misericordia: La devoción a la Divina Misericordia fluye del Sagrado Corazón y la completa harmoniosamente, como un día escribió Santa Faustina: "El amor del corazón de Dios es la flor, y la misericordia su fruto."

Podríamos decir, que la revelación de su Misericordia es la plenitud de la revelación del Amor del Corazón de Jesús: “De esta universal plenitud es precisamente imagen muy espléndida el Corazón de Jesucristo: plenitud de misericordia, propia del Nuevo Testamento, en el cual Dios nuestro Salvador ha manifestado su benignidad y amor para con los hombres.” (Haurities Aquas, Pío XII) “Mi Corazón se alegra de este título de Misericordia” (300)

En su visita al Santuario de la Divina Misericordia en 1997, el Santo Padre dijo:
"La Iglesia relee el mensaje de la Misericordia, para llevar con más eficacia a la generación de este fin de milenio a las futuras , la luz de la esperanza. Sin nunca cesar, pide a Dios misericordia por todos los hombres “en ningún momento y en ningún período histórico -especialmente en una época tan crítica como la nuestra- la Iglesia puede olvidar la oración, que es el grito a la misericordia de Dios, ante las múltiples formas de mal que pesan sobre la humanidad y la amenazan..."

El domingo de la Misericordia del 2001, SS Juan Pablo II nos dijo: "el mensaje que Santa Faustina anunció constituye la respuesta adecuada y decisiva que Dios quiso dar a los interrogantes y a las expectativas de los hombres de nuestro tiempo, marcado por enormes tragedias. Un día Jesús le dijo a sor Faustina: 'La humanidad no encontrará paz hasta que se dirija con confianza a la misericordia divina' (Diario, p. 132). ¡La misericordia divina! Este es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y que ofrece a la humanidad, en el alba del tercer milenio."

Palabras en la Canonización: “No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo."

¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.

Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir "la chispa que preparará al mundo para su última venida" (cf. Diario, 1732, ed. it., p. 568). Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad. Os encomiendo esta tarea a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, a la Iglesia que está en Cracovia y en Polonia, y a todos los devotos de la Misericordia divina que vengan de Polonia y del mundo entero. ¡Sed testigos de la misericordia!





San Andrés 30 de Noviembre

 



San Andrés 30 de Noviembre

(+ s. I)


La liturgia griega distingue a San Andrés con el titulo de "protocletos", "el primer llamado"; pero, en rigor, este titulo ha de compartirlo con el apóstol Juan; ellos fueron los primeros que, en una tarde inolvidable, escucharon las palabras, nuevas para el mundo, de Jesús. Este recuerdo, siempre fresco en la memoria de Juan, ha quedado esculpida en su Evangelio.

Juan Bautista, austero y centelleante, habia encendido los ánimos y alentado la esperanza del pueblo judío, que ansiaba al Redentor. Jesús en Nazaret cuelga las herramientas de carpintero—su Madre lo mira expectante—y, envuelto en los peregrinos, se hace bautizar por Juan en el Jordán. Iba a empezar su vida pública. Una de aquellas tardes, el Bautista se encuentra dialogando con sus discípulos, a corta distancia pasa Jesús. El Bautista exclama, con voz y mirada de profeta: "He ahí el Cordero de Dios". Juan y Andrés se miraron con ojos encendidos; atónitos, siguen a Jesús de cerca. Atrás queda el Bautista. El mundo da aquí el primer paso hacia Jesús. Jesús acepta y agradece su gesto al decirles: "¿Qué buscáis?" Quieren saber dónde vive para dialogar en la intimidad y en el secreto del hogar. Hay por medio un misterio que no se puede decir en la calle. "Rabbí, que quiere decir Maestro, ¿dónde habitas?" "Venid y ved", les dijo Jesus. Le acompañaron a su morada. Una de tantas cabañas para guardianes de campos que aún hoy se conservan. Allí pasaron con Jesús desde las cuatro de la tarde hasta el anochecer.

Nos conmueve pensar en el diálogo de aquella tarde entre Jesús y los dos discípulos del Bautista. Aquellas palabras de Jesús, que inicia su vida piiblica de una forma tan sencilla, debieron de ser como las primeras flores intactas de una rica primavera o como el agua primera de una fuente. El mundo no habia hollado esas palabras ni los hombres habian adulterado su contenido. Palabras recién estrenadas para un mundo que debía encontrar en ellas su salvación. Alborea alegre la era de la gracia. Las palabras de Jesús iban horadando los corazones de aquellos pescadores sencillos, ya preparados por la predicación de Juan. Aquel gozo espiritual, aquel descubrimiento insospechado llenó de un entusiasmo sin doblez el corazón de Andrés. Al llegar a casa con la impresión de la entrevista, dijo a su hermano Pedro: "Hemos hallado el Mesías". Y Pedro contagiado por la fe de su hermano, corre a Jesús, y en Él encontró la hora inicial de una singular grandeza. Empieza a granar el mensaje de Jesús en los pobres. No fue ésta sin embargo, la llamada definitiva. Andrés volvió a mojar sus pies en el lago de Genesaret, a echar las redes y a sufrir los encantos y desencantos anejos al duro oficio de pescador.

Las barcas se alinean junto a la costa; los pescadores, descalzos, preparan sus redes o hacen el recuento de la pesca recogida; cae el sol lenta, majestuosamente; hay alegria y esperanza. Pasa Jesús y junto aquellos pescadores en faena lanza la red de su llamada: "Venid y os haré pcscadores de hombres". Allí quedó todo: el mar y la barca, peces y redes, y se fueron en pos de Jesús. Eran Andrés y Pedro. Después Santiago y Juan.

Durante los tres años de la vida pública, la vida de San Andres se hunde en el anonimato. Rápidos destellos fulgurantes nos descubren apenas la contextura espiritual del apóstol. Una vida andariega, azarosa, junto al Maestro, oyendo y empapándose del embrujo desconcertante de sus enseñanzas y de su vida. Privaciones, sufrimientos y la amargura final de una decepción cruel a la muerte de Jesús.

Pocas veces nos citan su nombre los evangelios. En la multiplicación de los panes se hace ,cargo de la imposibilidad de dar de comer a la multitud con cinco panes y dos peces. "Señor, aquí hay un joven que tiene cinco panes y dos peces. Pero ¿qué es esto para tanta gente?" También con Felipe sirvió de intermediario entre Jesús y unos griegos, llegados para la fiesta de la Pascua que querían verle, asombrados por el ardor de la gente que seguía al Maestro. Su nombre aparece, por excepción, entre los tres discípulos predilectos—Pedro, Juan y Santiago—cuando éstos pedían explicaciones a Jesús sobre los acontecimientos del fin de Jerusalén y sobre la predicción sombría del fin del mundo. A esto se reducen los relatos evangélicos.

De ellos se deduce que era natural de Betsaida. Ciudad situada junto al lago de Genesaret, visitada frecuentemente por Jesús y favorecida con multitud de milagros, no supo corresponder a esta predilección de Cristo, por lo cual fue duramente maldecida por Él. De allí salieron Santiago, Juan y Felipe, además de Pedro.

De oficio era pescador, por lo que su vida se desarrollaba en el lago y sus alrededores. Participaba de los vicios y virtudes de los de su clase, sometidos a una vida y un paisaje que influía hondamente en sus caracteres. "Los pescadores son gentes, por lo general, sencillas y poco cultas. Estos hombres enjutos, curtidos al sol y al viento, viven entregados totalmente a su oficio, tienen que pasar noches enteras sin dormir, en maniobras ininterrumpidas con las redes" (William). En esta vida dura y áspera, con sus muchos fracasos y escasa alegrías, fue donde se forjó la firme vocación del apóstol. La intrepidez y la constancia, alentada por la fuerza del Espíritu, hizo de él un apóstol decidido.

Vivía, aunque mayor, con su hermano Pedro. Con éste se trasladó desde Betsaida a Cafarnaún cuando Jesús hizo a esta ciudad centro de sus operaciones apostólicas.

No sabemos con seguridad si estaba casado, como Pedro, o soltero. Ni el Evangelio ni la tradición posterior nos dicen nada claro sobre esta materia. Las opiniones de los Santos Padres y escritores antiguos se dividen y no es posible encontrar una solución clara. La opinión más común es que todos los apóstoles, excepto Juan, estuvieron casados. También podría ser que los dos primeros apóstoles que hablaron con Jesús fueran vírgenes. De cualquier modo, todo lo dejó por seguir a Cristo.

Aparece San Andrés como hombre de índole calmada y serena, opuesto a la impetuosidad característica de su hermano Pedro. De corazón noble y abierto, inspiraba simpatía y confianza. De carácter sensible, era fácil al entusiasmo sencillo cuando una gran idea le dominaba. Aunque participó en las pequeñas rivalidades de los apóstoles sobre cuál sería el mayor y podía presentar el título de "primer llamado", no parece, sin embargo, apetecer grandes cosas. Le vencían en atrevimiento y en arrojo los hijos del Zebedeo, y sobre todo su hermano Pedro. Más sensato y prudente, Andrés; más pagado de sí mismo, y, por lo tanto, sujeto a más imprudencias, Pedro; los dos de espíritu leal y constante, sano y abierto. Si alguna virtud ha de calificarle, sería la sencillez.

Todo esto se deduce de las referencias bíblicas y también de las noticias que nos dan los Santos Padres y los escritores eclesiásticos. En cuanto a éstas, que recogen la tradición en torno al santo apóstol, no todas son igualmente ciertas, y por eso es conveniente distinguir lo cierto de lo dudoso.

Entre los documentos más antiguos que hablan de San Andrés, es importantísima la carta de los presbíteros de la iglesia de Acaya dirigida a toda la Iglesia. En ella, cariñosa y largamente, se narra el martirio de San Andrés en la ciudad de Acaya. De esta carta proceden la mayor y mejor parte de las noticias que nos da la antigüedad cristiana. Además, cada día los eruditos que han estudiado este documento, se inclinan a darle más valor histórico, si no en las circunstancias, sí en lo substancial del relato. En ella nos vamos a apoyar para lo que sigue.

Es tradición que después de la venida del Espíritu Santo le correspondió a San Andrés evangelizar la Escitia, cuna de pueblos bárbaros y feroces, en la parte sur de la Rusia actual, junto al mar Negro. Mas, como los demás apóstoles, no se limitaría a una sola región. La tradición recogida por los escritores antiguos nos da noticias de otras tierras evangelizadas: Asia Menor, Peloponeso, Tracia, Capadocia, Bitinia, Epiro. Traspasaría el Cáucaso y penetraría en las fronteras del Imperio romano. Estas tierras vendrían a ocupar en el mapa moderno, al menos en parte, las regiones de Grecia, Turquía, Bulgaria, Albania, Yugoslavia, Rumania, Ucrania y, sobre todo, las ciudades junto al mar Negro.

A San Andrés atribuye Nicéforo, en su catálogo de obispos de la Iglesia de Bizancio, la creación de esta sede, tan importante en el Oriente por su esplendor político y religioso frente a Roma. Dice Nicéforo: "El apóstol Andrés fue el predicador del Evangelio en Bizancio. Construyó un templo, donde se rogaba a Dios con santas oraciones, y ordenó obispo a su sucesor". Evangelizó, pues, segun esta tradición, la ancha zona de contacto entre Europa y Asia habitada por gentes refinadamente cultas, degradadas en sus cultos misteriosos y en sus costumbres corrompidas; o por gentes de instintos salvajes y bárbaros, que amenazaban la seguridad del pueblo romano.

San Isidoro de Sevilla recoge la tradición que dice que el apóstol Andrés predicó a los etíopes.

Más explícita es en cuanto al martirio la narración de los presbíteros de Acaya. No se puede dudar, a la luz de tantos y tan graves testimonios, que murió en Patrás ciudad de la región de Acaya, en la península de Crimea. Ciudad helénica que debe su celebridad precisamente al martirio de San Andrés.

El martirio consistió en ser colgado en una cruz aspada en forma de equis. La tradición la llama cruz de San Andrés y es el símbolo tradicional para distinguir a este apóstol. El arte la ha consagrado así. Cruz distinta en su forma a la de Jesús y Pedro. Tampoco fue clavado en ella, sino atado con fuertes cordeles por las extremidades, a fin de prolongar su agonía y hacer su muerte más dolorosa. Jesús y los dos hermanos—Pedro y Andrés—fueron crucifi,cados, aunque cada uno de forma diferente. Cristo les reservó una muerte semejante, como un lazo que los une en la vida y en la muerte, en la fidelidad a la misión evangelizadora, en el testimonio último de la sangre. Asemejarse a Jesús hasta en la muerte es una gracia que Dios otorgó a los dos pescadores de Galilea.

Estas son las circunstancias de su martirio. Llega Andrés a Patrás de Acaya, y su predicación es tan bien recibida por los paganos, que en poco tiempo son muchos los que creen en la predicación y en los milagros del discípulo de Cristo. En Roma se perseguía ya a los cristianos. Por los caminos del Imperio, hollados pacíficamente por los apóstoles, corrían las noticias de que en la Urbe no era grata la secta de los cristianos. Egeas, procónsul romano en Acaya, temió la rápida eficacia de la predicación de Andrés, y por fidelidad a Roma inició la persecución. No se dirige directamente al apóstol, sino a sus discípulos. Y éste, superando los momentos de turbación, se presenta directamente a Egeas. Va a jugar su última batalla. Quiere atraerle dulce o severamente a la verdad o morir en testimonio de esa verdad que predica.

Frente a frente Andrés y Egeas, van a discutir de los altos misterios del cristianismo. Andrés predica la salvación por la cruz de Cristo: pero Egeas, pagano, que sabe que la cruz es el castigo infamante propio de esclavos, afrenta suprema entre gentiles, se mofa de la muerte ignominiasa de Cristo en la cruz. El Santo, encendido en celo y en santa ira, hace un elogio lleno de vida de la cruz y de su poder salvador en Cristo. Se le escapan dos lágrimas, que denotan, no dolor, sino el ansia de morir en la cruz, de imitar al Maestro hasta en la muerte.

"Las almas perdidas—dice el apóstol—hay que rescatarlas por el misterio de la cruz." El corazón de Egeas se endurece. Un romano nunca podrá esperar la salvación de un crucificado. Intenta disuadir al Santo de sus propósitos, pero todo es inútil: la obsesión santa de la cruz le hace desear en su corazón tal género de martirio, y la maldad endurecida del procónsul no tiene inconveniente en dar este suplicio refinado a aquel hombre que le predica una verdad absurda, que no comprende. Una vez más, la verdad clara de Cristo luchando con las tinieblas paganas hasta hacer correr la sangre de los que llevan la antorcha de la luz.

Antes de colgarlo en la cruz aspada manda azotarlo bárbaramente. El deseo de la cruz lo devora, y es más tardo el verdugo para ponérsela en los hombros que el Santo para abrazarse con ella. Al verla arde su corazón en un monólogo íntimo y expresivo, una cordial bienvenida al ser deseado largamente. Como al niño a quien su sueño más bonito se le convirtiera en una realidad. Este es el saludo: "Me acerco a ti, ¡oh cruz!, seguro y alegre; recíbeme tú también con alegría. Acuérdate que soy discípulo de Aquel que pendió de ti. Siempre me has guardado fidelidad y yo ardo en deseos de abrazarte. ¡Oh cruz, llena de bienes!, tú has robado la belleza y esplendor de los miembros del Señor, que eran las piedras preciosas que te adornaban. ¡Cuánto tiempo te he deseado, con qué ansiedad y constancia te he buscado, y por fin mi espíritu, que te añoraba dulcemente, te ve delante de mí! Líbrame de los hombres y llévame a mi Maestro, para que de tus brazos me reciba quien en tus brazos me salvó".

En esta cruz tan ardientemente apetecida estuvo cuatro dias y cuatro noches, explicando las últimas lecciones, y las más hermosas, a los discípulos, que no se quitaban de su lado. Los confortaba, los animaba a sufrir y a esperar. Aquella lenta agonía le hacía gustar con más fruición el fin de sus dias, la inmolación por el Maestro. Poder testimoniar y rubricar con la propia sangre lo que fue semilla de verdad por los caminos del mundo. La misión de apóstol estaba cumplida, y de los ásperos brazos de la cruz voló a los brazos calientes de Jesus. Su cuerpo, recogido con cariño por los discípulos, fue enterrado por una noble matrona.

Hasta aquí el relato resumido, del cual bien podemos tener por cierto la substancia del hecho, envuelto en unas circunstancias que lo hacen más jugoso y admirable.

Andrés ha sido un apóstol, ha coronado felizmente su carrera apostólica. El apóstol da testimonio de la verdad del que le envía. La llamada de Jesús le ha conferido un sello imborrable y le ha confiado una misión. El apóstol es el enviado de Jesús, y aquí está su grandeza. No en sus dotes personales, en sus valores humanos, en su actividad, en su influencia; la magnitud de su personalidad reside en que un día Jesús puso en él sus ojos, comprendió la mirada penetrante, aceptó la misión que se le encomendaba y fue fiel hasta la muerte al mensaje recibido de Jesús, sin arredrarse ante la muerte ni ante los poderes humanos. Ser apóstol es orientar la vida y la obra hacia Jesús y hacia los hombres: recibir de Jesús palabra y vida y dar a los hombres, sin adulterarla, sin cambiarla, esa vida y esa palabra. El don del apostolado lleva a esto, a dar la vida, a sellar la palabra recibida con la muerte si así lo quiere Jesús. Y esto con fe, con alegría y con amor. Ser apóstol es dar testimonio de Jesús hasta lo último.

Entre las virtudes de San Andrés destacan la mansedumbre y la humildad, la sencillez e ingenuidad de su alma, el entusiasmo sincero por aquel Jesús a quien conoció una tarde inolvidable junto a las aguas del Jordán. El "primer llamado" demostró una gran constancia en la predicación y una paciencia inquebrantable en el dolor, dice el breviarío godo.

El amor a la cruz, fuente de vida, deseo de redención, forma la aureola mística de nuestro Santo. Los cristianos encuentran en este testigo del Evangelio no sólo la aceptación resignada, sino el afecto gozoso a este bárbaro instrumento de suplicio. Nos enseña a cargar con la cruz de cada día, como Jesús quiere de nosotros. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz y me siga."

Las crónicas antiguas nos refieren multitud de milagros de San Andrés. Este poder asombroso de hacer milagros era una prerrogativa apostólica, un poder singular que Cristo concedió a sus apóstoles para facilitarles su predicación y en testimonio de ella. Sin embargo, aunque hizo muchos milagros, no nos consta que los que se nos cuentan sean auténticos.

El culto de San Andrés se extendió por toda la Iglesia, tanto oriental como occidental. Varias iglesias se disputan la gracia de poseer sus sagradas reliquias.

En las artes, la escultura y principalmente la pintura han dedicado una atención, artísticamente lograda, a San Andrés, sobre todo en la escena de su martirio. Entre los españoles destacan Murillo y Ribera, "el Españoleto": éste pintó más de un cuadro del Santo. Entre los extranjeros, Miguel Angel y Rubens. Todos han intentado plasmar la dulzura y serenidad de San Andrés en el suplicio de la cruz. Así el arte sirve a las narraciones históricas.


ANDRÉS FUENTES

 **********

pedroFuente: Cathoic.net

Autor: P. Ángel Amo.

Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están representados los agricultores con Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo, y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con el titulo de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan.

Los dos primeros discípulos ya habían respondido al llamamiento del Bautista, cuya incisiva predicación los había sacado de su pacífica vida cotidiana para prepararse a la inminente venida del Mesías. Cuando el austero profeta se lo señaló, Andrés y Juan se acercaron a Jesús y con sencillez se limitaron a preguntarle: “Maestro, ¿dónde habitas?”, signo evidente de que en su corazón ya habían hecho su elección.

Andrés fue también el primero que reclutó nuevos discípulos para el Maestro: “Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús”. Por esto Andrés ocupa un puesto eminente en la lista de los apóstoles: los evangelistas Mateo y Lucas lo colocan en el segundo lugar después de Pedro.

Además del llamamiento, el Evangelio habla del Apóstol Andrés otras tres veces: en la multiplicación de los panes, cuando presenta al muchacho con unos panes y unos peces; cuando se hace intermediario de los forasteros que han ido a Jerusalén y desean ser presentados a Jesús; y cuando con su pregunta hace que Jesús profetice la destrucción de Jerusalén.

Después de la Ascensión la Escritura no habla más de él. Los muchos escritos apócrifos que tratan de colmar este silencio son demasiado fabulosos para que se les pueda creer. La única noticia probable es que Andrés anunció la buena noticia en regiones bárbaras como la Scitia, en la Rusia meridional, como refiere el historiador Eusebio. Tampoco se tienen noticias seguras respecto de su martirio que, según una Pasión apócrifa, fue por crucifixión, en una cruz griega.

Igual incertidumbre hay respecto de sus reliquias, trasladadas de Patrasso, probable lugar del martirio, a Constantinopla y después a Amalfi. La cabeza, llevada a Roma, fue restituida a Grecia por Pablo VI. Consta con certeza, por otra parte, la fecha de su fiesta, el 30 de noviembre, festejada ya por San Gregorio Nacianceno.

(+ s. I)


La liturgia griega distingue a San Andrés con el titulo de "protocletos", "el primer llamado"; pero, en rigor, este titulo ha de compartirlo con el apóstol Juan; ellos fueron los primeros que, en una tarde inolvidable, escucharon las palabras, nuevas para el mundo, de Jesús. Este recuerdo, siempre fresco en la memoria de Juan, ha quedado esculpida en su Evangelio.

Juan Bautista, austero y centelleante, habia encendido los ánimos y alentado la esperanza del pueblo judío, que ansiaba al Redentor. Jesús en Nazaret cuelga las herramientas de carpintero—su Madre lo mira expectante—y, envuelto en los peregrinos, se hace bautizar por Juan en el Jordán. Iba a empezar su vida pública. Una de aquellas tardes, el Bautista se encuentra dialogando con sus discípulos, a corta distancia pasa Jesús. El Bautista exclama, con voz y mirada de profeta: "He ahí el Cordero de Dios". Juan y Andrés se miraron con ojos encendidos; atónitos, siguen a Jesús de cerca. Atrás queda el Bautista. El mundo da aquí el primer paso hacia Jesús. Jesús acepta y agradece su gesto al decirles: "¿Qué buscáis?" Quieren saber dónde vive para dialogar en la intimidad y en el secreto del hogar. Hay por medio un misterio que no se puede decir en la calle. "Rabbí, que quiere decir Maestro, ¿dónde habitas?" "Venid y ved", les dijo Jesus. Le acompañaron a su morada. Una de tantas cabañas para guardianes de campos que aún hoy se conservan. Allí pasaron con Jesús desde las cuatro de la tarde hasta el anochecer.

Nos conmueve pensar en el diálogo de aquella tarde entre Jesús y los dos discípulos del Bautista. Aquellas palabras de Jesús, que inicia su vida piiblica de una forma tan sencilla, debieron de ser como las primeras flores intactas de una rica primavera o como el agua primera de una fuente. El mundo no habia hollado esas palabras ni los hombres habian adulterado su contenido. Palabras recién estrenadas para un mundo que debía encontrar en ellas su salvación. Alborea alegre la era de la gracia. Las palabras de Jesús iban horadando los corazones de aquellos pescadores sencillos, ya preparados por la predicación de Juan. Aquel gozo espiritual, aquel descubrimiento insospechado llenó de un entusiasmo sin doblez el corazón de Andrés. Al llegar a casa con la impresión de la entrevista, dijo a su hermano Pedro: "Hemos hallado el Mesías". Y Pedro contagiado por la fe de su hermano, corre a Jesús, y en Él encontró la hora inicial de una singular grandeza. Empieza a granar el mensaje de Jesús en los pobres. No fue ésta sin embargo, la llamada definitiva. Andrés volvió a mojar sus pies en el lago de Genesaret, a echar las redes y a sufrir los encantos y desencantos anejos al duro oficio de pescador.

Las barcas se alinean junto a la costa; los pescadores, descalzos, preparan sus redes o hacen el recuento de la pesca recogida; cae el sol lenta, majestuosamente; hay alegria y esperanza. Pasa Jesús y junto aquellos pescadores en faena lanza la red de su llamada: "Venid y os haré pcscadores de hombres". Allí quedó todo: el mar y la barca, peces y redes, y se fueron en pos de Jesús. Eran Andrés y Pedro. Después Santiago y Juan.

Durante los tres años de la vida pública, la vida de San Andres se hunde en el anonimato. Rápidos destellos fulgurantes nos descubren apenas la contextura espiritual del apóstol. Una vida andariega, azarosa, junto al Maestro, oyendo y empapándose del embrujo desconcertante de sus enseñanzas y de su vida. Privaciones, sufrimientos y la amargura final de una decepción cruel a la muerte de Jesús.

Pocas veces nos citan su nombre los evangelios. En la multiplicación de los panes se hace ,cargo de la imposibilidad de dar de comer a la multitud con cinco panes y dos peces. "Señor, aquí hay un joven que tiene cinco panes y dos peces. Pero ¿qué es esto para tanta gente?" También con Felipe sirvió de intermediario entre Jesús y unos griegos, llegados para la fiesta de la Pascua que querían verle, asombrados por el ardor de la gente que seguía al Maestro. Su nombre aparece, por excepción, entre los tres discípulos predilectos—Pedro, Juan y Santiago—cuando éstos pedían explicaciones a Jesús sobre los acontecimientos del fin de Jerusalén y sobre la predicción sombría del fin del mundo. A esto se reducen los relatos evangélicos.

De ellos se deduce que era natural de Betsaida. Ciudad situada junto al lago de Genesaret, visitada frecuentemente por Jesús y favorecida con multitud de milagros, no supo corresponder a esta predilección de Cristo, por lo cual fue duramente maldecida por Él. De allí salieron Santiago, Juan y Felipe, además de Pedro.

De oficio era pescador, por lo que su vida se desarrollaba en el lago y sus alrededores. Participaba de los vicios y virtudes de los de su clase, sometidos a una vida y un paisaje que influía hondamente en sus caracteres. "Los pescadores son gentes, por lo general, sencillas y poco cultas. Estos hombres enjutos, curtidos al sol y al viento, viven entregados totalmente a su oficio, tienen que pasar noches enteras sin dormir, en maniobras ininterrumpidas con las redes" (William). En esta vida dura y áspera, con sus muchos fracasos y escasa alegrías, fue donde se forjó la firme vocación del apóstol. La intrepidez y la constancia, alentada por la fuerza del Espíritu, hizo de él un apóstol decidido.

Vivía, aunque mayor, con su hermano Pedro. Con éste se trasladó desde Betsaida a Cafarnaún cuando Jesús hizo a esta ciudad centro de sus operaciones apostólicas.

No sabemos con seguridad si estaba casado, como Pedro, o soltero. Ni el Evangelio ni la tradición posterior nos dicen nada claro sobre esta materia. Las opiniones de los Santos Padres y escritores antiguos se dividen y no es posible encontrar una solución clara. La opinión más común es que todos los apóstoles, excepto Juan, estuvieron casados. También podría ser que los dos primeros apóstoles que hablaron con Jesús fueran vírgenes. De cualquier modo, todo lo dejó por seguir a Cristo.

Aparece San Andrés como hombre de índole calmada y serena, opuesto a la impetuosidad característica de su hermano Pedro. De corazón noble y abierto, inspiraba simpatía y confianza. De carácter sensible, era fácil al entusiasmo sencillo cuando una gran idea le dominaba. Aunque participó en las pequeñas rivalidades de los apóstoles sobre cuál sería el mayor y podía presentar el título de "primer llamado", no parece, sin embargo, apetecer grandes cosas. Le vencían en atrevimiento y en arrojo los hijos del Zebedeo, y sobre todo su hermano Pedro. Más sensato y prudente, Andrés; más pagado de sí mismo, y, por lo tanto, sujeto a más imprudencias, Pedro; los dos de espíritu leal y constante, sano y abierto. Si alguna virtud ha de calificarle, sería la sencillez.

Todo esto se deduce de las referencias bíblicas y también de las noticias que nos dan los Santos Padres y los escritores eclesiásticos. En cuanto a éstas, que recogen la tradición en torno al santo apóstol, no todas son igualmente ciertas, y por eso es conveniente distinguir lo cierto de lo dudoso.

Entre los documentos más antiguos que hablan de San Andrés, es importantísima la carta de los presbíteros de la iglesia de Acaya dirigida a toda la Iglesia. En ella, cariñosa y largamente, se narra el martirio de San Andrés en la ciudad de Acaya. De esta carta proceden la mayor y mejor parte de las noticias que nos da la antigüedad cristiana. Además, cada día los eruditos que han estudiado este documento, se inclinan a darle más valor histórico, si no en las circunstancias, sí en lo substancial del relato. En ella nos vamos a apoyar para lo que sigue.

Es tradición que después de la venida del Espíritu Santo le correspondió a San Andrés evangelizar la Escitia, cuna de pueblos bárbaros y feroces, en la parte sur de la Rusia actual, junto al mar Negro. Mas, como los demás apóstoles, no se limitaría a una sola región. La tradición recogida por los escritores antiguos nos da noticias de otras tierras evangelizadas: Asia Menor, Peloponeso, Tracia, Capadocia, Bitinia, Epiro. Traspasaría el Cáucaso y penetraría en las fronteras del Imperio romano. Estas tierras vendrían a ocupar en el mapa moderno, al menos en parte, las regiones de Grecia, Turquía, Bulgaria, Albania, Yugoslavia, Rumania, Ucrania y, sobre todo, las ciudades junto al mar Negro.

A San Andrés atribuye Nicéforo, en su catálogo de obispos de la Iglesia de Bizancio, la creación de esta sede, tan importante en el Oriente por su esplendor político y religioso frente a Roma. Dice Nicéforo: "El apóstol Andrés fue el predicador del Evangelio en Bizancio. Construyó un templo, donde se rogaba a Dios con santas oraciones, y ordenó obispo a su sucesor". Evangelizó, pues, segun esta tradición, la ancha zona de contacto entre Europa y Asia habitada por gentes refinadamente cultas, degradadas en sus cultos misteriosos y en sus costumbres corrompidas; o por gentes de instintos salvajes y bárbaros, que amenazaban la seguridad del pueblo romano.

San Isidoro de Sevilla recoge la tradición que dice que el apóstol Andrés predicó a los etíopes.

Más explícita es en cuanto al martirio la narración de los presbíteros de Acaya. No se puede dudar, a la luz de tantos y tan graves testimonios, que murió en Patrás ciudad de la región de Acaya, en la península de Crimea. Ciudad helénica que debe su celebridad precisamente al martirio de San Andrés.

El martirio consistió en ser colgado en una cruz aspada en forma de equis. La tradición la llama cruz de San Andrés y es el símbolo tradicional para distinguir a este apóstol. El arte la ha consagrado así. Cruz distinta en su forma a la de Jesús y Pedro. Tampoco fue clavado en ella, sino atado con fuertes cordeles por las extremidades, a fin de prolongar su agonía y hacer su muerte más dolorosa. Jesús y los dos hermanos—Pedro y Andrés—fueron crucifi,cados, aunque cada uno de forma diferente. Cristo les reservó una muerte semejante, como un lazo que los une en la vida y en la muerte, en la fidelidad a la misión evangelizadora, en el testimonio último de la sangre. Asemejarse a Jesús hasta en la muerte es una gracia que Dios otorgó a los dos pescadores de Galilea.

Estas son las circunstancias de su martirio. Llega Andrés a Patrás de Acaya, y su predicación es tan bien recibida por los paganos, que en poco tiempo son muchos los que creen en la predicación y en los milagros del discípulo de Cristo. En Roma se perseguía ya a los cristianos. Por los caminos del Imperio, hollados pacíficamente por los apóstoles, corrían las noticias de que en la Urbe no era grata la secta de los cristianos. Egeas, procónsul romano en Acaya, temió la rápida eficacia de la predicación de Andrés, y por fidelidad a Roma inició la persecución. No se dirige directamente al apóstol, sino a sus discípulos. Y éste, superando los momentos de turbación, se presenta directamente a Egeas. Va a jugar su última batalla. Quiere atraerle dulce o severamente a la verdad o morir en testimonio de esa verdad que predica.

Frente a frente Andrés y Egeas, van a discutir de los altos misterios del cristianismo. Andrés predica la salvación por la cruz de Cristo: pero Egeas, pagano, que sabe que la cruz es el castigo infamante propio de esclavos, afrenta suprema entre gentiles, se mofa de la muerte ignominiasa de Cristo en la cruz. El Santo, encendido en celo y en santa ira, hace un elogio lleno de vida de la cruz y de su poder salvador en Cristo. Se le escapan dos lágrimas, que denotan, no dolor, sino el ansia de morir en la cruz, de imitar al Maestro hasta en la muerte.

"Las almas perdidas—dice el apóstol—hay que rescatarlas por el misterio de la cruz." El corazón de Egeas se endurece. Un romano nunca podrá esperar la salvación de un crucificado. Intenta disuadir al Santo de sus propósitos, pero todo es inútil: la obsesión santa de la cruz le hace desear en su corazón tal género de martirio, y la maldad endurecida del procónsul no tiene inconveniente en dar este suplicio refinado a aquel hombre que le predica una verdad absurda, que no comprende. Una vez más, la verdad clara de Cristo luchando con las tinieblas paganas hasta hacer correr la sangre de los que llevan la antorcha de la luz.

Antes de colgarlo en la cruz aspada manda azotarlo bárbaramente. El deseo de la cruz lo devora, y es más tardo el verdugo para ponérsela en los hombros que el Santo para abrazarse con ella. Al verla arde su corazón en un monólogo íntimo y expresivo, una cordial bienvenida al ser deseado largamente. Como al niño a quien su sueño más bonito se le convirtiera en una realidad. Este es el saludo: "Me acerco a ti, ¡oh cruz!, seguro y alegre; recíbeme tú también con alegría. Acuérdate que soy discípulo de Aquel que pendió de ti. Siempre me has guardado fidelidad y yo ardo en deseos de abrazarte. ¡Oh cruz, llena de bienes!, tú has robado la belleza y esplendor de los miembros del Señor, que eran las piedras preciosas que te adornaban. ¡Cuánto tiempo te he deseado, con qué ansiedad y constancia te he buscado, y por fin mi espíritu, que te añoraba dulcemente, te ve delante de mí! Líbrame de los hombres y llévame a mi Maestro, para que de tus brazos me reciba quien en tus brazos me salvó".

En esta cruz tan ardientemente apetecida estuvo cuatro dias y cuatro noches, explicando las últimas lecciones, y las más hermosas, a los discípulos, que no se quitaban de su lado. Los confortaba, los animaba a sufrir y a esperar. Aquella lenta agonía le hacía gustar con más fruición el fin de sus dias, la inmolación por el Maestro. Poder testimoniar y rubricar con la propia sangre lo que fue semilla de verdad por los caminos del mundo. La misión de apóstol estaba cumplida, y de los ásperos brazos de la cruz voló a los brazos calientes de Jesus. Su cuerpo, recogido con cariño por los discípulos, fue enterrado por una noble matrona.

Hasta aquí el relato resumido, del cual bien podemos tener por cierto la substancia del hecho, envuelto en unas circunstancias que lo hacen más jugoso y admirable.

Andrés ha sido un apóstol, ha coronado felizmente su carrera apostólica. El apóstol da testimonio de la verdad del que le envía. La llamada de Jesús le ha conferido un sello imborrable y le ha confiado una misión. El apóstol es el enviado de Jesús, y aquí está su grandeza. No en sus dotes personales, en sus valores humanos, en su actividad, en su influencia; la magnitud de su personalidad reside en que un día Jesús puso en él sus ojos, comprendió la mirada penetrante, aceptó la misión que se le encomendaba y fue fiel hasta la muerte al mensaje recibido de Jesús, sin arredrarse ante la muerte ni ante los poderes humanos. Ser apóstol es orientar la vida y la obra hacia Jesús y hacia los hombres: recibir de Jesús palabra y vida y dar a los hombres, sin adulterarla, sin cambiarla, esa vida y esa palabra. El don del apostolado lleva a esto, a dar la vida, a sellar la palabra recibida con la muerte si así lo quiere Jesús. Y esto con fe, con alegría y con amor. Ser apóstol es dar testimonio de Jesús hasta lo último.

Entre las virtudes de San Andrés destacan la mansedumbre y la humildad, la sencillez e ingenuidad de su alma, el entusiasmo sincero por aquel Jesús a quien conoció una tarde inolvidable junto a las aguas del Jordán. El "primer llamado" demostró una gran constancia en la predicación y una paciencia inquebrantable en el dolor, dice el breviarío godo.

El amor a la cruz, fuente de vida, deseo de redención, forma la aureola mística de nuestro Santo. Los cristianos encuentran en este testigo del Evangelio no sólo la aceptación resignada, sino el afecto gozoso a este bárbaro instrumento de suplicio. Nos enseña a cargar con la cruz de cada día, como Jesús quiere de nosotros. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz y me siga."

Las crónicas antiguas nos refieren multitud de milagros de San Andrés. Este poder asombroso de hacer milagros era una prerrogativa apostólica, un poder singular que Cristo concedió a sus apóstoles para facilitarles su predicación y en testimonio de ella. Sin embargo, aunque hizo muchos milagros, no nos consta que los que se nos cuentan sean auténticos.

El culto de San Andrés se extendió por toda la Iglesia, tanto oriental como occidental. Varias iglesias se disputan la gracia de poseer sus sagradas reliquias.

En las artes, la escultura y principalmente la pintura han dedicado una atención, artísticamente lograda, a San Andrés, sobre todo en la escena de su martirio. Entre los españoles destacan Murillo y Ribera, "el Españoleto": éste pintó más de un cuadro del Santo. Entre los extranjeros, Miguel Angel y Rubens. Todos han intentado plasmar la dulzura y serenidad de San Andrés en el suplicio de la cruz. Así el arte sirve a las narraciones históricas.


ANDRÉS FUENTES

 **********

pedroFuente: Cathoic.net

Autor: P. Ángel Amo.

Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están representados los agricultores con Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo, y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con el titulo de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan.

Los dos primeros discípulos ya habían respondido al llamamiento del Bautista, cuya incisiva predicación los había sacado de su pacífica vida cotidiana para prepararse a la inminente venida del Mesías. Cuando el austero profeta se lo señaló, Andrés y Juan se acercaron a Jesús y con sencillez se limitaron a preguntarle: “Maestro, ¿dónde habitas?”, signo evidente de que en su corazón ya habían hecho su elección.

Andrés fue también el primero que reclutó nuevos discípulos para el Maestro: “Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús”. Por esto Andrés ocupa un puesto eminente en la lista de los apóstoles: los evangelistas Mateo y Lucas lo colocan en el segundo lugar después de Pedro.

Además del llamamiento, el Evangelio habla del Apóstol Andrés otras tres veces: en la multiplicación de los panes, cuando presenta al muchacho con unos panes y unos peces; cuando se hace intermediario de los forasteros que han ido a Jerusalén y desean ser presentados a Jesús; y cuando con su pregunta hace que Jesús profetice la destrucción de Jerusalén.

Después de la Ascensión la Escritura no habla más de él. Los muchos escritos apócrifos que tratan de colmar este silencio son demasiado fabulosos para que se les pueda creer. La única noticia probable es que Andrés anunció la buena noticia en regiones bárbaras como la Scitia, en la Rusia meridional, como refiere el historiador Eusebio. Tampoco se tienen noticias seguras respecto de su martirio que, según una Pasión apócrifa, fue por crucifixión, en una cruz griega.

Igual incertidumbre hay respecto de sus reliquias, trasladadas de Patrasso, probable lugar del martirio, a Constantinopla y después a Amalfi. La cabeza, llevada a Roma, fue restituida a Grecia por Pablo VI. Consta con certeza, por otra parte, la fecha de su fiesta, el 30 de noviembre, festejada ya por San Gregorio Nacianceno.

29 de noviembre de 2021

Santo Evangelio 29 de Noviembre 2021

 


Texto del Evangelio (Mt 8,5-11):

 En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».



«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande»


Rev. D. Joaquim MESEGUER García

(Rubí, Barcelona, España)

Hoy, Cafarnaúm es nuestra ciudad y nuestro pueblo, donde hay personas enfermas, conocidas unas, anónimas otras, frecuentemente olvidadas a causa del ritmo frenético que caracteriza a la vida actual: cargados de trabajo, vamos corriendo sin parar y sin pensar en aquellos que, por razón de su enfermedad o de otra circunstancia, quedan al margen y no pueden seguir este ritmo. Sin embargo, Jesús nos dirá un día: «Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El gran pensador Blaise Pascal recoge esta idea cuando afirma que «Jesucristo, en sus fieles, se encuentra en la agonía de Getsemaní hasta el final de los tiempos».

El centurión de Cafarnaúm no se olvida de su criado postrado en el lecho, porque lo ama. A pesar de ser más poderoso y de tener más autoridad que su siervo, el centurión agradece todos sus años de servicio y le tiene un gran aprecio. Por esto, movido por el amor, se dirige a Jesús, y en la presencia del Salvador hace una extraordinaria confesión de fe, recogida por la liturgia Eucarística: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa: di una sola palabra y mi criado quedará curado» (cf. Mt 8,8). Esta confesión se fundamenta en la esperanza; brota de la confianza puesta en Jesucristo, y a la vez también de su sentimiento de indignidad personal, que le ayuda a reconocer su propia pobreza.

Sólo nos podemos acercar a Jesucristo con una actitud humilde, como la del centurión. Así podremos vivir la esperanza del Adviento: esperanza de salvación y de vida, de reconciliación y de paz. Solamente puede esperar aquel que reconoce su pobreza y es capaz de darse cuenta de que el sentido de su vida no está en él mismo, sino en Dios, poniéndose en las manos del Señor. Acerquémonos con confianza a Cristo y, a la vez, hagamos nuestra la oración del centurión.

Clica en la imagen para rezar a JESÚS SACRAMENTADO

 


Clica en la imagen para rezar los MISTERIOS GOZOSOS

 


San Saturnino de Tolosa 29 de Noviembre

 



San Saturnino de Tolosa 29 de Noviembre

(+ s. III)


El martirologio romano reza en este día lo siguiente: En Tolosa, en tiempo de Decio, San Saturnino, obispo; fue detenido por los paganos en el Capitolio de esta villa y arrojado desde lo alto de las gradas. Así, rota su cabeza, esparcido el cerebro, magullado el cuerpo, entregó su digna alma a Cristo".

Históricamente apenas se sabe nada sobre el primer arzobispo de Tolosa, pero la historia de su época y de su país y numerosos testimonios relativos a su culto nos ayudan a tener de él un conocimiento más completo.

Los orígenes de la ciudad de Tolosa se remontan a las migraciones de los pueblos celtas en el siglo IV antes de nuestra era. Bajo la conquista romana—128 a. de C. 52 d. C.—, la Galia céltica asimiló la civilización de los que la ocuparon, guardando su espíritu propio. De esta manera, Tolosa, renovada por las instituciones romanas era en el siglo IV la ciudad más floreciente de la Narbonense. Así, Saturnino, el fundador de la iglesia de Tolosa entró en el siglo lll en una brillante ciudad galo-romana. Su figura destaca gloriosamente en la antigüedad cristiana de los paises occidentales.

Su nombre—diminutivo del dios Saturno—es tan común en latín que no indica nada del personaje, de quien, por otra parte, se desconoce todo lo anterior a su episcopado tolosano. a pesar de que leyendas posteriores le hacen venir de Roma o de Oriente.

Cuando Saturnino llegó a Tolosa no debió de encontrar allí más que un grupo pequeño de cristianos. Gracias a su celo apostólico se desarrolló rápidamente esta comunidad joven, que él organizó y a la que gobernó como buen pastor.

Si no se sabe nada cierto sobre su vida y apostolado, estamos mejor informados sobre su muerte: en el año 250 aparecieron en la Galia los edictos de Decio que obligaban a todos los cristianos a hacer acto público de idolatría. Durante esta persecución, la más terrible que tuvo lugar en la Galia, los sacerdotes paganos de Tolosa atribuyeron a la presencia de Saturnino en su ciudad el mutismo de sus ídolos, que no emitían oráculos. Un día, los sacerdotes paganos excitaron a la muchedumbre contra el obispo cuando pasaba ante el templo de Júpiter Capitolino. Quisieron obligarle a sacrificar a los dioses. Los paganos, exasperados ante su enérgica negativa, no quisieron esperar el final de un proceso regular. La muchedumbre, con la complicidad tácita de los magistrados, se apoderó de Saturnino y le ató con una cuerda detrás de un toro que iba a ser inmolado y que huyó furioso. Rota la cabeza y despedazado el cuerpo, Saturnino encontró así una muerte heroica causada por el motín popular.

Su comunidad, fortificada en su fe, pero consternada por ese fin trágico, no se atrevía a tocar el cuerpo del mártir, porque la persecución exigía prudencia. Sin embargo, dos mujeres valerosas recogieron piadosamente el cuerpo, que quedó en el sitio donde la cuerda se había roto, y lo sepultaron dignamente cerca de allí, al norte de la ciudad, a la orilla de la gran ruta de Aquitania.

Un siglo más tarde el obispo Hilario hizo construir sobre la tumba de su predecesor una bóveda de ladrillo y una basílica pequeña en madera. El obispo Silvio, que posiblemente fue el sucesor de Hilario, empezó la construcción de una nueva basílica, terminada por Exuperio en el siglo v y destruida por los sarracenos en 711.

La fiesta del mártir no fue celebrada litúrgicamente, y por eso debió olvidarse muy pronto; más tarde, cuando la memoria del mártir fue restablecida, se le asignó la fecha de 29 de noviembre, día ya insigne, porque era la fecha de su homónimo el mártir romano Saturnino, muerto hacia el año 300, y al que no hay que confundir con Saturnino de Tolosa.

Dos siglos después del martirio, cuando su culto estaba ya bien establecido, un clérigo tolosano compuso en su honor un panegírico, que sigue siendo la mejor fuente de información. Es un sermón hecho para la fiesta del mártir; el estilo es el de los elogios que por la misma época pronunciaban Agustín y Juan Crisóstomo.

Hacia el año 530 San Cesáreo de Arlés, narrando con candor la evangelización de la Galia, pondrá al primer obispo de Tolosa entre el número de los discípulos de los apóstoles, haciéndole así compañero de San Trófimo de Arlés. Los siglos siguientes lo encarecerán más aún, y la "pasión" de San Saturnino, tomada y reformada sin cesar, hará nacer una literatura legendaria.

Damos a continuación el resumen tal como aparece la "vida" del Santo en los relatos más cuidados:

San Saturnino nació en Patrás, hijo del rey Egeo de Acaya y de la reina Casandra, hija de Tolomeo. Marchó a Palestina para ver a San Juan Bautista, quien le bautizó y la encaminó hacia Cristo. Asistió a la multiplicación de los panes, a la santa cena, y cuando Jesús apareció resucitado fue él quien le llevó pescado asado y un panal de miel. Asistió a la última pesca milagrosa y estuvo presente en el Cenáculo el día de Pentecostés. Siguió a San Pedro quien, después de haberle enviado en misión a la Pentápolis y a Persia, le condujo a Roma, donde le consagró obispo. Después le envió a Tolosa, acompañado de San Papoul. En Nimes convirtió a San Honesto y se lo asoció. Los dos fueron aprisionados en Carcasona y salvados milagrosamente. En Tolosa, Saturnino curó de lepra a una dama noble; después envió a Honesto a España; éste, cumplida su misión, volvió a buscarle. Saturnino bautizó en Pamplona a cuarenta mil personas (! ), después recorrió Galicia, siempre con el mismo éxito, y llegó hasta Toledo; volvió a Francia por Comminges. Poco después de su vuelta a Tolosa sufrió el martirio atado a un toro.

Una iglesia regional no es un campo cerrado; es una familia que da y que recibe. Quedan muchos testimonios de este dar y recibir: los tolosanos celebran santos que han vivido entre sus vecinos los españoles, como San Acisclo—17 de noviembre—, y la Iglesia española no deja de celebrar al primer obispo de Tolosa. Su culto atravesó los Pirineos en el siglo v; lo favoreció el que el reino visigótico se extendiera también por el otro lado de las montañas. En eI siglo IX, a partir de la Reconquista, San Saturnino, a quien los españoles no habían olvidado nunca, gozó de gran popularidad gracias a los cruzados franceses. En efecto, se acordaban de que San Sernin de Tolosa había sido una de sus más gloriosas etapas en la larga peregrinación a Santiago.

Gracias, pues, a Santiago de Compostela, se hizo, en sentido inverso, la propagación del culto a San Saturnino. Etapa obligada en el camino de Santiago, San Sernin era frecuentada por multitud de peregrinos que desde Tolosa llevaban a sus paises la devoción al gran obispo mártir. También su ,culto se extendió rápidamente en todo el país entre el Loira y el Rin, donde mucho lugares están bajo su patrocinio con nombre deformado: Sernin, Sornin, Sorlin y otros.

En Tolosa los peregrinos de Compostela encontraban la basílica que habia reemplazado la de Exuperio, y que, edificada lentamente a fines del siglo Xl, habia sido consagrada en 1096 por el papa Urbano II. El 6 de septiembre de 1258 el obispo Raimundo de Falgar procedió a la elevación de los restos de San Saturnino y los hizo depositar en el coro. San Saturnino es una de las más hermosas iglesias románicas, notable por sus cinco naves de once bovedillas, su vasto crucero y su coro de deambulatorio, guarnecido por capillas radiadas. En cuanto a la iglesia de Taur, se dice que se alza sobre el emplazamiento del antiguo Capitolio pagano (que no tiene nada que ver con el Ayuntamiento, donde en la Edad Media se tenían las sesiones capitulares), y que recuerda el lugar del martirio.

Al recuerdo de San Saturnino hay que asociar el de las dos santas mujeres que tuvieron la valentía de levantar el cuerpo del mártir mutilado horriblemente para enterrarle cerca del lugar donde el toro furioso se había detenido. La liturgia las celebra en la diócesis de Tolosa el día 17 de octubre bajo el nombre de "Santas Doncellas". La Pasión, escrita en el siglo v, precisa que ellas fueron apresadas por los paganos, azotadas con varas y arrojadas despiadadamente de la ciudad. Un leyenda posterior añade que San Saturnino en un viaje a España había encontrado a estas dos jóvenes, hijas del rey de Huesca, que las habia convertido y las habia llevado con él a su ciudad episcopal. Después del martirio del obispo y cuando fueron expulsadas de la ciudad, posiblemente se refugiarian en Ricaud. donde vivieron con santidad. fueron enterradas a algunos kilómetros al oeste de Castelnaudary (Aude), en una aldea que desde entonces se llamó Mas-Saintes-Puelles, y que llegó a ser el centro del culto a estas mujres humildes y devotas.

Toda la gloria del primer obispo de Tolosa, gloria que ha atravesado los siglos y las fronteras, tiene sus fuentes en el hecho de que se relaciona con él la evangelización primera de una región cuya influencia se extendió muy lejos hasta las orillas del Mediterráneo y por encima de los Pirineos.

La Iglesia se planta como un árbol que vive. Como una casa se la levanta aquí y allí donde no está; en este lugar ésta es la primera manifestación, la realización visible de] misterio redentor. Asi San Saturnino, antes de ser un mártir, es el fundador de la iglesia local. Su tumba es un signo de apostolicidad, de enraizamiento en la misión primera de los apóstoles; el espiritu de Cristo los empujaba a la conquista del mundo. A nuestros padres, penetrados del sentido cristiano de la misión evangélica, les gustaba ver en Saturnino un discípulo de los apóstoles. Así la leyenda de que hemos hablado es una manera de expresar que toda fundación de una iglesia local, todo trabajo de evangelización procede de la misión que Cristo dió a los apóstoles, transmitida sólo por ellos. Y, como ellos, Saturnino plantó la Iglesia de Cristo en su sangre.

Sus hijos celebran una misa especial en su honor. La colecta y el hermoso prefacio son éstos:

Oración de San Saturnino: "¡Oh Dios!, por la predicación del santo obispo Saturnino, vuestro mártir, nos habéis llamado a la admirable luz del Evangelio desde las tinieblas de la incredulidad. Haced, por su intercesión, que crezcamos en la gracia y en el conocimiento de Cristo, vuestro Hijo.

Prefacio de San Saturnino: "¡Oh Padre Eterno!, es justo pediros con confianza que no abandonéis a vuestros hijos. San Saturnino los ha engendrado por sus trabajos apostólicos, los ha nutrido con la palabra de salvación y los ha hecho firmes por la fidelidad de su martirio. Conservadnos, pues, por vuestro poder, para que, santificados en la verdad, perfectos en la unidad, os dignéis contarnos en la gloria, por Cristo Señor nuestro.


ANTOINE DUMAS, O.S.B.

28 de noviembre de 2021

Santo Evangelio 28 de Noviembre 2021

 


Texto del Evangelio (Lc 21,25-28.34-36):

 En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

»Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre».



«Estad en vela (...) orando en todo tiempo para que (...) podáis estar en pie delante del Hijo del hombre»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, justo al comenzar un nuevo año litúrgico, hacemos el propósito de renovar nuestra ilusión y nuestra lucha personal con vista a la santidad, propia y de todos. Nos invita a ello la propia Iglesia, recordándonos en el Evangelio de hoy la necesidad de estar siempre preparados, siempre “enamorados” del Señor: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida» (Lc 21,34).

Pero notemos un detalle que es importante entre enamorados: esta actitud de alerta —de preparación— no puede ser intermitente, sino que ha de ser permanente. Por esto, nos dice el Señor: «Estad en vela, pues, orando en todo tiempo» (Lc 21,36). ¡En todo tiempo!: ésta es la justa medida del amor. La fidelidad no se hace a base de un “ahora sí, ahora no”. Es, por tanto, muy conveniente que nuestro ritmo de piedad y de formación espiritual sea un ritmo habitual (día a día y semana a semana). Ojalá que cada jornada de nuestra vida la vivamos con mentalidad de estrenarnos; ojalá que cada mañana —al despertarnos— logremos decir: —Hoy vuelvo a nacer (¡gracias, Dios mío!); hoy vuelvo a recibir el Bautismo; hoy vuelvo a hacer la Primera Comunión; hoy me vuelvo a casar... Para perseverar con aire alegre hay que “re-estrenarse” y renovarse.

En esta vida no tenemos ciudad permanente. Llegará el día en que incluso «las fuerzas de los cielos serán sacudidas» (Lc 21,26). ¡Buen motivo para permanecer en estado de alerta! Pero, en este Adviento, la Iglesia añade un motivo muy bonito para nuestra gozosa preparación: ciertamente, un día los hombres «verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27), pero ahora Dios llega a la tierra con mansedumbre y discreción; en forma de recién nacido, hasta el punto que «Cristo se vio envuelto en pañales dentro de un pesebre» (San Cirilo de Jerusalén). Sólo un espíritu atento descubre en este Niño la magnitud del amor de Dios y su salvación (cf. Sal 84,8).