¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. A la hora de la común oración del Ángelus, nos dirigimos, juntamente con María -por medio de su Corazón Inmaculado- al Corazón Divino de su Hijo.
¡Corazón de Jesús - Templo santo de Dios!
¡Corazón de Jesús - Tabernáculo del Altísimo!
Corazón de un Hombre semejante a tantos otros corazones humanos y, a la vez, Corazón de Dios-Hijo. Por tanto, sí es verdad que cada uno de los hombres 'habita"- de algún modo, en su corazón, entonces, en el Corazón del Hombre de Nazaret, de Jesucristo, habita Dios. Es "Templo Santo de Dios" por ser Corazón de este hombre.
2. Dios-Hijo está unido con el Padre, como Verbo Eterno. "Dios de Dios, Luz de Luz... engendrado no creado". El Hijo está unido con el Padre en el Espíritu Santo, que es el "soplo" del Padre y del Hijo y es, en la Divina Trinidad, la Persona-Amor. El Corazón del Hombre Jesucristo es, pues, en el sentido trinitario, "Templo Santo de Dios": es el templo interior del Hijo que está unido con el Padre en el Espíritu Santo mediante la unidad de la Divinidad. ¡Qué inescrutable permanece el misterio de este Corazón, que es "Templo Santo de Dios" y "Tabernáculo del Altísimo".
3. Al mismo tiempo, es la verdadera "Morada de Dios con los hombres" (Ap 21,3), porque el Corazón de Jesús, en su templo interior abrazo a todos los hombres. Todos habitan allí, abrazados por el eterno amor. A todos pueden dirigirse -en el Corazón de Jesús- las palabras del Profeta: "Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia" (Jer 31,3).
4. Que esta fuerza del eterno Amor que está en el Corazón Divino de Jesús, se comunique hoy de modo particular a los jóvenes que reciben la confirmación. En ellos debe habitar de modo particular el Espíritu Santo. Que se conviertan, pues, también sus corazones a semejanza de Cristo, en "Templo Santo de Dios" y "Tabernáculo del Altísimo".
5. Por medio del Corazón Inmaculado de María permanezcamos en la Alianza con el Corazón de Jesús que es "Templo Santo de Dios" el más espléndido "Tabernáculo del Altísimo", el más perfecto.
San Juan Pablo II
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