¡CAMINAR, EDIFICAR Y CONFESAR!
Por Javier Leoz
1.- Hemos caminado con Jesús, desde el día de su nacimiento en Belén; hemos intentado edificar nuestra vida con sus palabras y con su presencia, con sus milagros y con sus indicaciones. ¿Y ahora? Ahora, en este día del Corpus confesamos o proclamamos a los cuatro vientos que, nuestra intimidad, nuestro secreto más escondido tiene un nombre: Eucaristía. No podemos acallarlo y, en custodia de metal precioso -pero sobre todo en aquellas otras que son de carne y de hueso (nosotros)- es donde el Señor se muestra más a las claras ante un mundo sediento de gestos, cariño, amor, perdón y buenas noticias. Tal vez hoy, muchos ojos se quedarán perplejos ante el paso de numerosos cortejos procesionales, porque hace tiempo que dejaron de caminar, edificar y confesar su fe. Tal vez hasta se preguntarán ¿Y esto…qué es?
El regalo que el Señor nos dejó en Jueves Santo, inclinándose para buscar los pies de los discípulos, y entregándoles la Eucaristía, hoy lo hacemos público y mensaje activo. Si en Jueves Santo, fue el Señor, quien se arrodilló nuestra humanidad sedienta de amor, hoy somos nosotros quien nos postramos para reconocer ante Él que, Él, es la fuente de nuestro amor y de nuestra alegría y que sin Él, nuestro compromiso cristiano, sería eso: un gesto humano pero sin inspiración divina.
2.- En el día del Corpus Christi, el amor, se canta, se expresa y se adorna. Porque, el amor, también hay que cuidarlo con pequeños detalles. Y la historia de la fe cristiana, desde hace siglos, ha tenido necesidad de regalar al “AMOR DE AMORES” signos que delatasen que, el pueblo cristiano, se edifica y camina mejor cuando la Eucaristía se coloca en el centro de su existencia.
El Santo Cura de Ars llegó a decir que, un pueblo sin sacerdote acaba adorando a las bestias. En este día del Corpus, vemos a las claras, que un mundo sin amor divino se convierte en un atropello a los más débiles. Que un cristiano sin eucaristía dominical acaba sucumbiendo, disipado y confundido ante otros dioses en forma de balón, playa, monte o fin de semana sin referencia a Dios. Que un cristiano, sin misa, acaba viviendo como lo que practica: vacío de Dios.
3.- En el día del Corpus Christi, y por ser el día de la Caridad, nos damos cuenta que es mucho lo que nos queda por avanzar en cuestiones de justicia y de atención hacia los demás, hacia los más pobres. En la coyuntura social, económica y política que nos encontramos –esta solemnidad- nos viene muy bien para poner las cosas en su sitio: nadie como Jesús para entregarse y, nadie como los cristianos, a la hora de ejercer la caridad como un distintivo de lo que somos y decimos creer. Cáritas, qué duda cabe, es un fiel reflejo de todo ello.
4.- El Corpus Christi pone sobre la mesa de las calles del mundo una realidad: Cristo camina, para que caminemos con Él. Cristo se da, para que nosotros nos demos con Él y desde Él. Cristo es aclamado y agasajado (envuelto en pétalos, incienso, desfiles, música y arte) para que no olvidemos que, la fe, también es belleza y que, esa beldad, es lo que hemos de llevar y cuidar luego en el corazón de cada uno.
5.-. No podemos conformarnos con acompañar a Jesús, en el día del Corpus, y a continuación, encerrarle –sin más trascendencia- en la conciencia de cada uno. Este año, la festividad del Corpus, nos debe de interpelar: ¿Qué hago yo por el Señor? ¿Manifiesto públicamente mis convicciones religiosas? ¿Son mis acciones y mis palabras destellos de que Dios vive en mí? ¿Soy custodia, que cuando se contempla, infunde caridad, cercanía, compromiso, justicia, paz, etc.?
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