AMOR EFECTIVO Y SIN FRONTERAS
Por José María Martin OSA
1.- Iglesia abierta y acogedora. Las palabras de Pedro sobre que Dios no tiene acepción de personas no indican un indiferentismo religioso, sino únicamente una igualdad de todos los hombres para emprender el camino de salvación que está en la fe cristiana. No sabemos si Pedro habría vacilado en administrar el bautismo a un hombre no judío (y no circuncidado), como era el caso de Cornelio. Pero la manifestación del Espíritu Santo le forzó la mano y, por fin, se bautiza a un hombre de otra raza. Hoy también, en varios lugares, la iglesia está amenazada de quedar reducida a un grupo social cerrado y tal vez anticuado. A los cristianos, sin embargo, se les invita a dar un paso, a entablar el diálogo con todos los hombres. Dios está en todas partes en que hay hombres que le buscan con sincero corazón. La comunión en la escucha de la palabra de Dios, en la fe en Jesucristo y en la oración es el signo de la presencia del Espíritu. El cristiano de hoy no tiene que convencerse de esto mirando hacia atrás, a otros tiempos, sino poniendo su fe en el presente y en el futuro.
2.- Por nuestro amor podemos conocer si estamos en comunión con el Señor. "Si Dios nos ha amado tanto, nosotros... ¿debemos a su vez amarle a Él”? No, nos dice Juan. Sino "debemos amarnos los unos a los otros". Es muy ilusorio querer responder a Dios, porque ¿quién conoce realmente a Dios? Y es también muy presuntuoso, porque Dios nos ha entregado todo: su Hijo y su Espíritu. Esta generosidad desalienta toda respuesta; no nos resta más que recibirla, acogerla en toda su sobreabundancia. Pero se puede hacer revertir sobre estos seres tan visibles y tan reales como son nuestros hermanos de carne y sangre. Y si nosotros los amamos con un desinterés que sea eco del de Dios, es entonces cuando estamos en la línea de Dios. El que ama conoce, es decir, va descubriendo cada vez mejor qué es el Señor. El verbo en presente indica el carácter activo y progresivo del conocimiento. Por el contrario, en el que no ama nunca se inicia ese proceso de conocimiento porque "Dios es amor".
3.- "Esto os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado". Con estas preciosas palabras termina el evangelio de este domingo. Con esas mismas palabras se despidió Jesús de sus discípulos durante la última cena, momentos antes de subir a la cruz. La solemnidad del momento en que nos dio Jesús su mandamiento de amarnos, demuestra bien a las claras que es su última voluntad, la misión que nos encomienda con urgencia y con todas las prioridades. Por eso insiste una y otra vez, como para que no pase inadvertido ni sea relegado a segundo plano. El amor que Jesús nos encomienda no es una simple corriente de simpatía. Es un amor efectivo y operativo. Es el amor que arraiga en el corazón y produce sentimientos de aceptación, de respeto y estima, al tiempo que da frutos de justicia, de solidaridad y de fraternidad entre todos los hombres. Porque lo que Jesús nos propone es que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado. ¿Y cómo nos ha amado Jesús? "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida". Ese es el límite del amor cristiano, a él debemos tender y aspirar, no podemos conformarnos con un amor menor, no seríamos buenos seguidores de Jesús. Jesús ha puesto tan alta la cota, para que no caigamos en lo que tantas veces caemos, en las ridículas prácticas de tantas caridades vergonzantes. Jesús pudo poner bien alta la mira, porque él mismo estaba a punto de hacer lo que nos mandaba hacer. Al día siguiente de darnos el mandamiento del amor, moría en la cruz víctima del amor a los hermanos. Así quedaba patente el modo del amor de Dios, manifestado en su Hijo. Así quedaba meridianamente claro el modo del amor cristiano.
4.- "Permaneced en mi amor". Permanecer en el amor a Dios es permanecer en el mandamiento de Jesús, o sea, en el amor al prójimo. La iglesia, haciéndose eco del mandamiento de Jesús, nos insta a volcar nuestro amor en nuevas situaciones de sufrimiento y de dolor de los hombres, como es el caso de ciertos enfermos abandonados, desasistidos y rechazados a causa de su enfermedad. En muchas parroquias se celebra estos días el sacramento de la Unción de Enfermos. El Papa nos recordaba en febrero, con motivo de la “Jornada del Enfermo”, la importancia de cuidar y acompañar también a la familia del enfermo. Todo ello con el fin de reforzar la conciencia social sobre la importancia de cuidar y acompañar, no sólo a los enfermos, sino también a sus familias que en la mayoría de los casos son sus principales cuidadores y acompañantes durante el duro camino de la enfermedad, donde además de ponerse a prueba la salud física, resulta fundamental conservar "la salud espiritual"
No hay comentarios:
Publicar un comentario