17 de septiembre de 2017

Cúanto cueste, Señor, cuánto cuesta



CUÁNTO CUESTA, SEÑOR

Ofrecer el perdón, cuando en  recompensa,

se recibe el silencio o la mofa

Sentirse cristiano y, mirarse a uno  mismo,

comprobando que la misericordia

la derramo con cuenta gotas;

a quien quiero, a quien más quiero

y cuando yo quiero.

Qué difícil es perdonar y cuánto  cuesta, Señor

sabiendo que, mi corazón,

no es tan grande como el tuyo:

siempre dispuesto a comenzar de  nuevo.



¡CUÁNTO  CUESTA, SEÑOR!

Ser siervo del perdón y no del  orgullo

Arrodillarme ante el que me injuria

o cerrar los ojos ante el que me  denigra

Decir “lo intentaré de nuevo” a  pesar de la traición

o disculpar los golpes recibidos.



¡CUÁNTO  CUESTA, SEÑOR!

Abrazar tu evangelio sabiendo que,  el perdón,

sin límites y sin farsa, sin miedos  ni fronteras

es el resumen de tu paso entre  nosotros

de tu vida en medio de la nuestra

tu palabra que se hace carne

más allá de teorías y de discursos



¡CUÁNTO  CUESTA, SEÑOR!

Vivir sin sentirse perdonado

y, vivir, con la conciencia de no  haber disculpado

Romper con las historias pasadas

para caminar de nuevo

e iniciar un rumbo distinto

sin pensar en vencedores ni  derrotados



¡CUÁNTO  CUESTA, SEÑOR!

Ser generoso ofreciendo semillas de  reconciliación

Decir “lo siento” o “te perdono”

Recordar que, para entrar en el cielo,

la llave que mueve su puerta

es precisamente esa: perdonar  siempre

Dime, Señor, cómo hacerlo.

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