NO DEFRAUDEMOS A DIOS
Por José María Martín OSA
1. – Busca en tu interior. Cuentan que un joven recibió en sueños una gran revelación: en el cruce de dos caminos cercanos a su aldea había un gran tesoro. Sólo tenía que ir allí y remover la tierra para conseguirlo. Ni corto ni perezoso se dirigió a aquel lugar. Estuvo todo el día cavando, retirando las piedras y apartando la tierra. Cuando ya estaba derrumbado y agotado por el duro trabajo pasó por aquel cruce un sabio que le preguntó qué estaba haciendo. Al explicarle su sueño el sabio le dijo que él también había tenido un sueño parecido, pero que el tesoro de su sueño estaba dentro de una casa que tenía dos ventanas, un hermoso porche a la entrada un tejado de color rojo. El joven recapacitó y se dio cuenta de que la casa de la que le estaba hablando aquel desconocido era su propia casa. Salió corriendo hacia su domicilio y excavó justo al lado de la puerta y encontró un hermoso cofre. Se dio cuenta de que el tesoro lo había tenido muy cerca, en su propia casa durante muchos años y no se había dado cuenta del hecho. Puede que nos ocurra a nosotros lo mismo. Dentro de nosotros está la felicidad, pero hace falta descubrirla. Ya lo advertía un experto en búsqueda de la felicidad, Agustín de Hipona, quien hace dieciséis siglos y después de una larga experiencia vital de búsqueda, escribía: "No vayas fuera, busca en tu interior, pues en el hombre interior habita la verdad". Un buen programa para este verano: profundizar en nuestro interior para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios. Nuestro tesoro es el conocimiento de Dios.
2.- Hacer lo que Dios espera de nosotros. Dios, nuestro Señor, nos ha entregado a cada uno de nosotros una responsabilidad: cualidades, aptitudes, capacidades para cultivar y usar, pero también para cuidar mientras Él regresa. No debemos dormir, ni actuar como el empleado infiel, sino hemos de estar vigilantes y despiertos y trabajar por hacer un mundo mejor. No por temor al castigo, sino por amor a Dios y por no defraudar lo que El espera de nosotros. El temor del Señor no es miedo, sino respeto y agradecimiento a Dios, que nos han entregado muchos dones y espera que los pongamos al servicio de los demás. Alguien dijo que su anhelo mayor es presentarse ante Dios con el corazón lleno de nombres: los de todas las personas a las que ayudó, sirvió y amó. Nosotros, como siervos suyos, tenemos que cuidar de lo que puso en nuestras manos. Nuestro Señor desea que los talentos que nos ha dado sean multiplicados, y que cuando nos pida cuentas salgan favorables para su Reino.
3.- Mantenerse en vela y preparado. No hay persona en el mundo que pueda vivir tu vida por ti. Cada cual debe tener disponible su lámpara con aceite suficiente. El aceite hace referencia a la energía que mueve nuestro espíritu: la oración, los sacramentos. Si el señor es Cristo, el encuentro con El es también personal, aunque los demás puedan ayudarte a llegar a El. Sólo si le amas de verdad, si le buscas, si le deseas podrás conocerle. Tienes que mantenerte en vela. Todo es gracia. La tarea, por nuestra parte, no es más que la respuesta a un don que nos hemos encontrado entre las manos. El "Amo", pues, nos entrega algo para que trabajemos. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de gente enferma, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad. "Yo estoy en paz con Dios porque no hago daño a nadie, porque no me meto con nadie, y voy a misa y rezo". No es eso, sólo, lo que quiere Dios, no es eso lo que predica Jesús. Un cristiano no queda en paz con Dios porque no haga daño a nadie. Un cristiano queda en paz con Dios cuando se esfuerza para que crezca un poco más en el mundo la esperanza, el amor, la fe. Si uno quiere ser fiel, sin duda se encontrará con momentos poco claros, y se equivocará probablemente más de una vez, pero Dios podrá decirle al final de su vida, que ha sido fiel en lo que Él quería: que los dones que Él ofrece a los hombres den fruto. ¿Soy consciente de lo mucho que he recibido de Dios? El solo hecho de tener la vida, es un don que ya hemos recibido. Sería bueno descubrir en cada uno de nosotros todo lo que produce vida, sólo así podremos ser agradecidos. Se nos va a exigir mucho, porque mucho es lo que hemos recibido. Esta es nuestra responsabilidad…
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