¡VEN SEÑOR JESÚS!
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Comienza un año litúrgico. El Evangelio de San Lucas enlaza con el del domingo pasado y que nos sitúa el inicio del Reino de Jesucristo. Hay mensaje escatológico en las palabras de Jesús. Anuncia un final de un mundo. Pero la apertura de otro más venturoso con su segunda llegada, con la Parusía. No es fácil dejar de pensar –muchas veces, muchos días— en esa Segunda Venida y no tanto por ningún principio finalista, milenarista o mágico. Solo porque es difícil no tener ganas de ver al Señor. Sin más. Son entrañables los testimonios de San Pablo cuando creía que la llegada del Jesús acontecería antes de su muerta y da cumplida explicación del salto necesario para acompañar al Señor Jesús ya desde ese momento.
2.- Si por un lado es completamente absurdo estar esperando al adviento de los últimos días como única razón para vivir o esperar --algunos grupos basan sus creencias en fundamentalmente la divinización de esos momentos--, no lo es tanto considerar que sería imposible, porque está anunciado y a algunos los tocará vivir esos días difíciles; pero, para gozar de esa idea, hay que trabajar con alegría a todas las horas, asegurar que el mundo no se está acabando y comprender que los adoradores de lo apocalíptico no van por buen camino. Alguien los ha engañado. Amanece todas las mañanas y el fresco de las primeras horas es el mensaje de la oferta que Dios hace cotidianamente a los hombres. En su trabajo, en el servicio a los demás, en la esperanza y en la alegría está el mejor seguimiento de Cristo. Y hablamos de esto porque abundan, en los últimos tiempos, los mensajes de algunos finalistas sin causa, ni conocimiento.
3. - Sin embargo, todos deseamos la venida del Señor Jesús. Ahora, al iniciar el Adviento le esperamos como Niño, que viene a salvarnos. Pero tenemos además la esperanza de su Segunda Venida. No sabemos cuándo será, pero tampoco nos importa. Mientras tanto –como decía— hay mucho trabajo en la tierra y con los hermanos. Me parece muy útil y conveniente recitar aquí uno de los himnos más bellos de la liturgia cristiana.
¡Marana tha!
¡Ven, Señor Jesús!
Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven, Señor!"
Quien lo oiga, diga: "¡Ven, Señor!"
Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.
Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
4.- ¡Marana tha! La frase aramea se repite en la cristiandad desde los tiempos inmediatamente posteriores a la Ascensión a los cielos de Jesús. No ha cambiado. ¡Ven, Señor Jesús! Le esperamos, aunque siempre estamos con él. Día a día, en la Eucaristía. Hora a hora en la oración. El ambiente de este Primer Domingo de Adviento ya nos anuncia su venida. Pero será, como decía su Segunda Venida, la que esperamos, llena de Majestad y Gloria. Y en la que se condensan todas nuestras esperanzas. La primera, su Nacimiento en Belén, sus consecuencias cotidianas, están junto a nosotros y en nuestras manos. No podríamos vivir nuestro camino de cristianos si Él no estuviera cerca y sintiéramos su presencia. El Adviento significa venida, advenimiento. Permítasenos la licencia: Jesús llega cada Navidad "un poco más" a nuestras vidas. No podemos desaprovechar la ocasión.
Y así, aprovechemos, pues, este Primer Domingo de Adviento para limpiar nuestro corazón y para poner más calor en nuestra alma. Esperamos a un Niño que cambiará nuestras vidas. Te Esperamos. Marana Tha. Ven Señor Jesús.
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