CONOCER A CRISTO ES LA ÚNICA FORMA HUMANA DE CONOCER A DIOS
Por Gabriel González del Estal
1.- Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. En el evangelio de San Juan se nos dice más de una vez que a Dios no le ha visto nadie, excepto aquel que vive con el Padre, Cristo Jesús. El mismo Cristo nos dice hoy en el evangelio: si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Y lo que decimos del conocer, lo decimos también del ser: el que tiene el espíritu de Cristo tiene el espíritu de Dios. Por tanto, nuestra tarea mientras vivimos en este mundo es conocer a Cristo y vivir según el espíritu de Cristo. Si hacemos esto, conocemos a Dios y vivimos en Dios. No se trata sólo de conocer la vida humana del Cristo histórico, sino de identificarnos con el espíritu de Cristo, de intentar vivir como él vivió, intentar imitar y seguir su estilo de vida. En la vida puede haber muchos caminos para llegar a un sitio determinado, pero el camino recto y más corto siempre es uno sólo. Pues bien, para nosotros, los cristianos, el camino recto y más corto para llegar a Dios es Cristo Jesús. Para esto no necesitamos saber mucha teología, ni ser personas muy cultas, nos basta con amar a Cristo con toda nuestra alma, vida y corazón. No han conocido y amado a Dios más los ricos y sabios que los pobres, sencillos y humildes. Las verdades y ciencias humanas no siempre acercan a Dios; es el amor a Dios lo que de verdad nos acerca a Dios. Y el que ama a Dios, ama al prójimo en Dios. Hagamos, pues, de Cristo, del espíritu de Cristo, nuestro único camino, nuestra única verdad y nuestra única vida. No son los políticos, ni los economistas, ni los científicos, los que más nos van a ayudar a conocer a Dios y a vivir en Dios, es conocer, amar a Cristo y vivir según su espíritu lo que de verdad nos acerca a Dios y nos hace vivir en Dios. Cristo está en el Padre y el Padre está en Cristo. Si nosotros vivimos en Cristo, vivimos en Dios.
2.-En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro ordinario no atendían a sus viudas. Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: no nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, escoged a siete de vosotros… y los encargaremos de esta tarea. En primer lugar, es bueno reconocer que ninguna comunidad humana es perfecta: la perfección es algo a lo que debemos aspirar siempre, precisamente porque nunca la poseemos del todo, mientras vivimos en esta vida. La Iglesia, nuestra Iglesia, es una Iglesia que siempre necesita reformas. Por eso, no debemos extrañarnos de los Papas, obispos y demás fieles, que intentan hacer cada día hacer una Iglesia mejor. Esto lo debemos aplicar también a cada uno de nosotros mismos: necesitamos vivir cada día con espíritu de conversión, tratando siempre de ser un poco mejores. Otra idea digna de ser tenida en cuenta en este texto de los Hechos es la forma que los apóstoles emplearon para solucionar esta imperfección, eligiendo a los siete diáconos. Fue una forma católica y democrática, convocando al grupo y exponiéndoles su opinión. Una opinión que fue aceptada unánimemente por toda la comunidad cristiana. A esto debe aspirar también hoy nuestra Iglesia.
3.- También vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu. Un cristiano es piedra viva del templo del Espíritu cuando vive y actúa con el Espíritu de Cristo. Cristo es la piedra viva que desecharon los constructores, pero que Dios Padre escogió como piedra angular. Si nosotros vivimos en Cristo, participamos automáticamente del templo del Espíritu de Cristo. Y no olvidemos que el Espíritu de Cristo es espíritu de amor, humildad y verdad.
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