16 de junio de 2022

Santa Lutgarda 16 de junio 16 de Junio

 




Santa Lutgarda 16 de junio 16 de Junio

Virgen cisterciense



Tongres (Bélgica), 1183/1184

+ Aywiéres, 16-junio-1246


Nació Lutgarda en Tongres (Bélgica), en 1183 o el año siguiente, de una familia de la clase media, a cuyo padre no le interesaba nada la piedad, pues su afán primordial era formar a su hija para que brillara en el mundo. Con el fin de unirla en matrimonio con algún caballero distinguido, pensó prepararle una buena dote, y para ello entregó a un mercader inglés cierta cantidad de dinero para que comerciara con él y fuera aumentando cada año los fondos. Pero sucedió que los negocios le fueron adversos y en vez de aumentar el capital, casi lo pierde todo, ocasionándole no poco disgusto al ver desvanecidas las esperanzas sobre el futuro de su hija. Ella, por su parte, procuraba ataviarse lo mejor posible, cuanto le sugería su vanidad, sin faltar a la honestidad.

La madre, en cambio, pensaba muy distinto sobre el porvenir de Lutgarda. Toda su ilusión era que se mantuviera en gracia permaneciendo fiel a Cristo. Como veía que varios jóvenes la asediaban cuando todavía era una niña, tratando de entablar amistad con ella, y dándose cuenta de que les hacía bastante caso, trató de que ingresara en una especie de internado que tenían las benedictinas de Santa Catalina en Saint Troud, donde creyó que estaría resguardada de los peligros de encariñarse con un noviazgo prematuro. Aceptó a regañadientes, más por dar gusto a su madre que por inclinación natural a vivir encerrada.

Como no estaba sujeta al rigor de la clausura, aprovechaba todas las oportunidades para seguir alternando con jóvenes de otro sexo. Hubo alguno tan atrevido que llegó a propasarse más de la cuenta, si el mismo Cristo no velara por su sierva, en la esperanza de hacer de ella una esposa íntima.


 

Virgen cisterciense


Tongres (Bélgica), 1183/1184

+ Aywiéres, 16-junio-1246


Nació Lutgarda en Tongres (Bélgica), en 1183 o el año siguiente, de una familia de la clase media, a cuyo padre no le interesaba nada la piedad, pues su afán primordial era formar a su hija para que brillara en el mundo. Con el fin de unirla en matrimonio con algún caballero distinguido, pensó prepararle una buena dote, y para ello entregó a un mercader inglés cierta cantidad de dinero para que comerciara con él y fuera aumentando cada año los fondos. Pero sucedió que los negocios le fueron adversos y en vez de aumentar el capital, casi lo pierde todo, ocasionándole no poco disgusto al ver desvanecidas las esperanzas sobre el futuro de su hija. Ella, por su parte, procuraba ataviarse lo mejor posible, cuanto le sugería su vanidad, sin faltar a la honestidad.

La madre, en cambio, pensaba muy distinto sobre el porvenir de Lutgarda. Toda su ilusión era que se mantuviera en gracia permaneciendo fiel a Cristo. Como veía que varios jóvenes la asediaban cuando todavía era una niña, tratando de entablar amistad con ella, y dándose cuenta de que les hacía bastante caso, trató de que ingresara en una especie de internado que tenían las benedictinas de Santa Catalina en Saint Troud, donde creyó que estaría resguardada de los peligros de encariñarse con un noviazgo prematuro. Aceptó a regañadientes, más por dar gusto a su madre que por inclinación natural a vivir encerrada.

Como no estaba sujeta al rigor de la clausura, aprovechaba todas las oportunidades para seguir alternando con jóvenes de otro sexo. Hubo alguno tan atrevido que llegó a propasarse más de la cuenta, si el mismo Cristo no velara por su sierva, en la esperanza de hacer de ella una esposa íntima.


 

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