MANIFESTADO ANTE JUAN BAUTISTA
Por Francisco Javier Colomina Campos
El domingo pasado celebrábamos la solemnidad de la Epifanía, y veíamos a Dios manifestándose hecho niño en Belén ante aquellos magos venidos de Oriente. Hoy, al celebrar la solemnidad del Bautismo del Señor, le vemos manifestado ante Juan Bautista en el rio Jordán como el Hijo amado de Dios Padre, sobre el que se posa el Espíritu Santo en forma de paloma. Con esta solemnidad concluimos el tiempo de Navidad y volvemos de nuevo al Tiempo Ordinario.
1. El bautismo de Juan el Bautista. Es importante en este día caer en la cuenta de que el bautismo de Juan Bautista en el Jordán no era como nuestro bautismo. Juan bautizaba con agua, como él mismo nos dice en el Evangelio de hoy, en espera de la llegada del Mesías que bautizará con Espíritu Santo y fuego. El bautismo de Juan por tanto es un bautismo que prepara la llegada del Mesías. Era un bautismo de purificación, de conversión. Era muy común entre los israelitas la práctica de lavarse con agua como signo de purificación. Lo hacían por ejemplo los judíos antes de entrar en el templo de Jerusalén, lo hacían también los sacerdotes antes de oficiar el culto, y así en muchas otras ocasiones. La fe de Israel se fijaba mucho en la impureza, en las cosas que podían hacer impuro al hombre, sobre todo lo que venía de fuera según creían ellos, por eso utilizaban mucho este signo de lavarse como signo de purificación. El bautismo de Juan en el Jordán tiene este mismo sentido. Juan, el precursor, sabía que estaba cerca la llegada del Mesías, y por eso prepara esta venido con el bautismo, llamando a la conversión del corazón, invitando a dejar atrás todo aquello que nos separa de Dios y lavándose externamente como signo de esta conversión interna.
2. Jesús bajó a bautizarse como un más. Es impactante esta escena del Evangelio, pues vemos a Jesús, Dios hecho hombre, que no tiene pecado ninguno, unirse a la fila de los que se acercaban a Juan para que los bautizase. Es un acto de humildad el de Cristo, que se pone a la cola como un pecador más, en espera de recibir el agua purificadora del Bautista. Dios está entre los hombres, pero ellos no le reconocen. Hasta que, al salir Jesús del agua del Jordán, Dios se pronuncia, hace resonar su voz desde el cielo, y presenta a Cristo como su hijo amado: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Ésta es la epifanía que hoy celebramos: la manifestación de Cristo como el Hijo amado del Padre. Y esta escena se completa con la venida del Espíritu Santo que, en forma de paloma, se posa sobre Cristo. Queda por tanto de manifiesto en el Bautismo del Señor, que Cristo es el Hijo, que ha salido del Padre, como hemos celebrado esta Navidad, que se ha hecho hombre y que tiene la fuerza del Espíritu Santo para hablar y actuar en nombre de Dios Padre. Se cumple así lo que el profeta Isaías anunciaba en el primer cántico del Siervo de Yahvé que hemos escuchado en la primera lectura de hoy: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”.
3. Nuestro bautismo. Aunque el día propio para recordar nuestro bautismo es la noche de la Vigilia Pascual, la noche de la Resurrección, hoy también es un buen día para recordar que también nosotros fuimos bautizados. No es nuestro bautismo igual que el de Juan el Bautista, pues como ya hemos dicho, el bautismo de Juan en el Jordán era un bautismo simbólico. Sin embargo, éste es anuncio y preparación del bautismo inaugurado por Cristo con su muerte y su resurrección. El mismo Juan lo afirma en el pasaje del Evangelio de hoy: “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Éste es el bautismo que nosotros hemos recibido, mediante el cual hemos entrado en la muerte y la resurrección de Cristo. Por medio de nuestro bautismo, hemos sido hechos hijos de Dios por el Hijo, que es Cristo, y hemos recibido el Espíritu Santo en nosotros. Cuando nosotros fuimos bautizados, también Dios dijo de nosotros lo que dijo de Jesús en el día de su bautismo: “Este es mi hijo”. Hoy es por tanto un buen día para recordar que somos hijos de Dios por nuestro bautismo, y que por tanto hemos de vivir como bautizados, como verdaderos hijos de Dios. Dios es nuestro Padre, que nos ama, que nos lo ha dado todo, y nosotros hemos de seguirle, cumpliendo siempre su voluntad.
Al concluir hoy el tiempo de Navidad y volver de nuevo al Tiempo Ordinario, al celebrar esta solemnidad del Bautismo del Señor, es una buena oportunidad para hacer memoria de nuestro bautismo. Somos hijos de Dios, Él nos ama como a hijos queridos. Dejemos por tanto atrás todo aquello que es contrario a este nombre de hijos de Dios y vivamos cada día, en este Tiempo Ordinario que comenzamos, con la alegría de sabernos amados por Dios Padre y seamos buenos hijos suyos dispuestos siempre a cumplir su voluntad siguiendo el ejemplo de Cristo.
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