EL EJEMPLO DE ZAQUEO
Por Francisco Javier Colomina Campos
Después de celebrar la solemnidad de Todos los santos y de recordar a nuestros difuntos, hoy la liturgia pone ante nosotros el ejemplo de Zaqueo. El pasaje del Evangelio de hoy es un perfecto modelo de arrepentimiento, confesión y conversión, que es lo que tanto necesitamos para llegar a la santidad. Los pasos que sigue Zaqueo en su encuentro con Cristo son los mismos pasos que hemos de dar también nosotros en nuestra vida de fe.
1. Zaqueo quiere ver a Jesús. Nos dice el Evangelio que Zaqueo era jefe de publicanos y rico. A primera vista, parece que Zaqueo no es el mejor ejemplo de seguidor de Jesús. Era un hombre mal visto por la sociedad, pecador, ladrón que se había hecho rico a costa de robar a los de s propio pueblo con el cobro fraudulento de impuestos. Era, utilizando un término muy actual, un corrupto. Por de pronto, podemos pensar que Zaqueo ni es digno de Jesús ni parece que tenga ninguna intención de seguirle. Sin embargo, el Evangelio nos dice que Zaqueo deseaba ver a Jesús. Pero tenía una pequeña dificultad, y es que era bajo de estatura, y con tanta gente que seguía a Jesús le resultaba casi imposible verle. Pero sus ganas de verle eran tan grandes que hizo todo lo posible por verle, hasta subirse a una higuera. Quizá Zaqueo deseaba ver a Jesús por la curiosidad que despertaba entre las multitudes que le escuchaban. Quizá deseaba ver para que nadie le contase. O quizá tenía verdaderos deseos de encontrarse personalmente con Jesús. Pero fuera como fuese, Zaqueo deseaba ver a Jesús. Un primer paso en nuestra vida de fe es tener en nuestro corazón este deseo de ver también nosotros a Jesús. Como en aquella ocasión, en la que Jesús iba por Jericó, también hoy Jesús pasa por nuestro lado. Podemos seguir con la cabeza agachada, pensando sólo en nuestras cosas. O podemos hacer como Zaqueo, desear verle, correr detrás de Él, e incluso subirnos a algún lugar más alto para poder encontrarnos con Él.
2. Jesús quiere hospedarse en casa de Zaqueo. Dice el Evangelio que, cuando Jesús pasó por debajo de aquella higuera en la que estaba subido Zaqueo, Jesús le llamó por su nombre. Y es que mucho antes de que Zaqueo deseara ver a Jesús, Éste ya se había fijado en él, ya le conocía. Por eso, la clave no es que nosotros salgamos corriendo en busca de Dios, sino que Él ya nos conoce mucho antes, ya sabe cómo somos, y desea encontrarse con nosotros. A Zaqueo le dijo que deseaba hospedarse en su casa aquel día. Dios entró en la casa de aquel hombre, se hizo su huésped. También Dios quiere entrar en nuestra casa, en nuestra vida. Dios quiere ser nuestro huésped, compartir mesa y mantel con nosotros, charlar tranquilamente cara a cara, tener un rato de encuentro con nosotros. Antes incluso de que nosotros deseemos salir a buscarle, Él ya está deseando estar con nosotros, y nos pide que le abramos de par en par las puertas de nuestra casa, de nuestra vida, para que Él pueda entrar y hospedarse en nosotros. Dios quiere hacer morada en nosotros.
3. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Pero claro, que un maestro como Jesús entrase en casa de un publicano, y aun encima de un jefe de publicanos, provocó el escándalo entre aquella gente que lo vio. Si Zaqueo era un pecador, un corrupto, un ladrón, ¿cómo iba Dios a entrar en su casa? Por eso la gente comenzó a murmurar. Sin embargo, Zaqueo se puso en pie, confesó públicamente su pecado, mostró un verdadero arrepentimiento y se comprometió a ayudar a los pobres y a devolver aquello que había robado. Sin duda, aquel encuentro con Jesús había cambiado la vida de Zaqueo. Lo que en un principio era un deseo de ver a Jesús quizá por pura curiosidad, se ha convertido en un verdadero encuentro con el amor y la misericordia infinita de Dios. Zaqueo, al dejar que Jesús entrara en su casa, cambió no sólo de actitud, sino que cambió de vida. Y así, el que robaba y se aprovechaba de los demás, ahora ayuda a los pobres y devuelve con creces lo que ha robado. No importa lo que hayas hecho hasta ahora, es lo que le responde Jesús, lo que importa es que te has dado cuenta de tu error, te has arrepentido y has decidió cambiar de vida. Por eso llega la salvación a Zaqueo, porque Jesús ha venido precisamente por lo pecadores, para que se conviertan. Jesús ha venido para buscar al que está perdido y salvarle. Por ello, la actitud de Zaqueo hemos de aprenderla e imitarla en nuestra propia vida. Si dejamos que Dios entre de verdad en nuestra vida, este encuentro con Él puede llegar a cambiar nuestra vida. Para esto ha venido Cristo y por esto está deseando hospedarse en nosotros.
En esta Eucaristía, Cristo viene una vez más a nosotros, está deseando entrar en nosotros y hospedarse en nuestra vida. Nosotros, como Zaqueo, hemos venido a la Eucaristía para encontrarnos con Él. Y nos llevamos la sorpresa de que Él ya nos conoce a nosotros antes incluso de que nosotros nos demos cuenta. Nos llama por nuestro nombre y nos pide que le abramos el corazón. Dejemos entrar a Dios en nuestra vida y, como Zaqueo, convirtámonos de nuevo al Señor. Él nos da la felicidad y la vida plena. Con Él no perdemos, sino que ganamos siempre en amor y en misericordia.
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