UN DÍA OSCURO, PERO ILUMINADOS POR LA LUZ DE CRISTO
Por Gabriel González del Estal
1.- La crisis del sábado santo. Los discípulos de Jesús vivieron un día de crisis profunda y oscura, el día del sábado santo, después de la muerte del Maestro. Ellos habían creído que Jesús iba a entrar en Jerusalén triunfalmente y allí iba a comenzar la instauración del reino de Dios, del que tanto les había hablado el Maestro. Habían vivido entusiasmados con las promesas y los vaticinios del profeta de Galilea y ahora… Creían que iban a ser importantes y que ayudarían al Maestro a poner en marcha un reino de paz, de justicia y de amor. En ese reino no habría pobreza, ni enfermedad, ni muerte. Pero había muerto Cristo y todas sus esperanzas se habían derrumbado; estaban desconcertados. Sí, es verdad que el Maestro alguna vez les había hablado de muerte y resurrección, pero… El sábado santo fue para los discípulos de Jesús un día oscuro, lleno de miedos e incertidumbres. Pues bien, casi todos los creyentes en Jesús hemos tenido en nuestras vidas más de un sábado santo. Las tinieblas nos han invadido por dentro y se nos ha hecho difícil ver la luz. Es la noche oscura de san Juan de la cruz, o el desierto interior por el que han tenido que transitar tantas y tantas almas puras, antes de ver y gozar de la Pascua.
2.- Luz de Cristo. Demos gracias a Dios. Estas palabras las cantaremos esta noche, envueltos en tinieblas, pero dirigidos por la luz del cirio pascual. En medio de la oscuridad proclamaremos con fe que Cristo es nuestra luz. Vivir en tinieblas, sin esperanza de ver pronto la luz, es duro y difícil de soportar. La luz de Cristo debe ayudarnos a seguir vivos y esperanzados, en los momentos de sequedad, noche oscura del alma, o desierto interior. La vida en sí misma es una mezcla de sombra y luz, pero nuestra fe y nuestra esperanza debe asegurarnos que después de la noche siempre viene el día. Somos hijos de la luz, espiritualmente de la luz de Cristo. Demos gracias a Dios por esto y, en medio de las mayores tinieblas, nunca perdamos la fe en la luz, en la Luz de Cristo.
3.-El fuego y el agua. Son dos símbolos también muy significativos de lo que debe ser para nosotros esta noche santa. Cuando esta noche bendecimos el fuego, decimos: oh Dios que, por medio de tu Hijo, has dado a tus fieles el fuego de tu luz, santifica este fuego y enciende en nosotros, durante estas fiestas pascuales, un deseo tan grande del cielo que podamos llegar con corazón limpio a las fiestas de la eterna luz. Envueltos en las tinieblas de la noche suspiramos por la luz y le pedimos a Dios que el fuego santo disipe las tinieblas de nuestro interior y nos haga vivir siempre iluminados por la luz de Cristo. También el símbolo del agua tiene esta noche un gran significado. El agua nos limpia y purifica y el agua espiritual nos limpia del pecado y nos permite renacer a una vida nueva. Por eso, san Pablo nos dice que por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también nosotros andemos en una vida nueva. Se refiere, claro, al bautismo de inmersión por el que cuando salimos del agua salimos ya limpios de pecado. También a Cristo los pecados de los hombres le sepultaron en la tierra, pero la fuerza de Dios le resucitó de entre los muertos. Que de las tinieblas de esta noche santa salgamos todos renacidos y revestidos de la luz de Cristo.
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