30 de enero de 2017

El Señor me ha ungido


 EL SEÑOR ME HA UNGIDO

 El Espíritu del Señor está sobre mí,
sí, sobre mí, me ha ungido a mí,
entre millones y millones de hijos suyos.

 Me ha ungido, qué digo ungido,
me ha untado, me ha embadurnado
de su misericordia y amor.
Y no conforme con ello,
me ha proclamado discípulo,
y no un discípulo más sino su discípulo amado.

 Me ha tomado de la mano
y juntos hemos anunciado la buena noticia.

 Hemos convertido en rostro humano
la pobreza, el hambre, la enfermedad, el dolor…
y tantas calamidades que existen a nuestro alrededor.
Y hemos ido poniendo nombre a cada una de ellas y…
¡sorpresa! No ha hecho falta inventárselos,
pues cada uno tenía el suyo…

De esta manera he vuelto a encontrarme
con seres humanos a los que veía todos los días…
a Pablo el mendigo de la parroquia,
a la familia de Juan, enfermos mentales,
a Karim el marroquí…

Y ya ves, ahora cada vez que quiero
que el Señor se pose sobre mí,
acudo a las sinagogas de éstos mis hermanos,
y ellos me desenrollan el libro, su corazón,
y siento que el Señor me unge, y derrama sobre mí
su bondad y su misericordia infinitas.

Y es más, cada día que paso junto a uno de estos hermanos míos
me doy cuenta que, al igual que en Jesús,
también en mí se está cumpliendo la profecía
que Él, celosamente, me tenía reservada desde siempre.

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