30 de noviembre de 2019

Santo Evangelio 30 de noviembre 2019



Día litúrgico: 30 de Noviembre: San Andrés, apóstol


Texto del Evangelio (Mt 4,18-22): En aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, Le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, Le siguieron.


«Os haré pescadores de hombres»

Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL 
(Roma, Italia)

Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...

También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.

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Oración al Corazón de Jesús


El ayuno y el corazón

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EL AYUNO Y EL CORAZÓN

Madre Adela Galindo, SCTJM
Fundadora
© Solo para uso privado


El mensaje de arrepentimiento y conversión va siempre y primariamente dirigido a nuestros corazones: "Desgarrad vuestros corazones, no vuestros vestidos" nos dice el profeta Joel 2,12-18. Este es el pasaje de las Escrituras que escuchamos en la primera lectura del miércoles de ceniza.

"Como vemos en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia" (Catecismo #1430)

La conversión es el cambio de corazón. Si este cambio es auténtico, debe manifestarse en todas las áreas de nuestra vida, ya que el corazón mueve nuestras decisiones, acciones, sentimientos y disposiciones. El corazón es la sede interior de la persona humana. Toda realidad interior debe necesariamente manifestarse en el exterior. Dios reveló su amor por nosotros enviando a su único Hijo en el misterio de la Encarnación. "La Palabra se hizo carne". Así, debe ser en nuestras vidas: la conversión debe tener una expresión concreta y encarnada en cada área de nuestra vida. La conversión no es solamente decir Señor, Señor.. sino decir que toda mi vida, mi mente, mi corazón, mis talentos, mis dones, mis capacidades; mi cuerpo le pertenece al Señor y es para su gloria. La conversión sincera es cambiar los intereses de mi corazón, ya no es vivir para mi propio placer, pues es contrario al evangelio: "el que quiera seguirme, que se niegue a si mismo"

Somos creados con alma y cuerpo. La necesaria purificación interior para la conversión de nuestros corazones es también necesaria en nuestro cuerpo, sentidos, pensamientos, acciones y hábitos. La penitencia interior, ese rasgar el corazón, también tiene que tener expresiones externas y así llevarnos a un crecimiento de la gracia en todo nuestro ser. Todo debe estar integrado y ordenado por la gracia con nuestra cooperación en la oración y la penitencia.

La Iglesia nos enseña que hay tres expresiones tradicionales de penitencia. Esta son el ayuno, la oración y la limosna. Las tres son mencionadas por Jesús en el Evangelio de San Mateo 6,1-6 y 16-18; precisamente en el Evangelio del miércoles de ceniza. El ayuno, la oración y limosna nos recuerdan que la conversión incluye todos los aspectos de la vida: "expresan conversión con relación a uno mismo, con relación a Dios y con relación a los demás." (Catecismo #1434)

En esta enseñanza quiero específicamete dedicarme al ayuno, tan necesario para crecer en el dominio propio, en la moderación de nuestros apetitos y en abrirnos cada vez a las realidades espirituales y al alimento eterno.

¿Que es el ayuno?

Es la práctica de limitar el consumo de comida y bebida para imitar los sufrimientos de Cristo durante su pasión y a través de toda su vida terrena. El ayuno nos recuerda que la conversión afecta y debe afectar todas las áreas de nuestra vida.

El ayuno como parte de la tradición judía

Levítico 16,29-30 -El Señor ordena un día de ayuno como expiación y purificación: "ayunareis..porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros"

Joel 2,12 -como signo de arrepentimiento: "volved a mi de todo corazón, con ayuno, con llanto, con lamentos"

Éxodo 34,28  –como preparación para las manifestaciones Moisés está en el Monte Sinaí cuarenta días y cuarenta noches, si comer pan, ni beber agua, y escribió las nuevas tablas de la ley.

Deuteronomio 10,10 -poder de intercesión ("en cuanto a mi, me estuve en el Monte, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches, en ayuno. También esta vez me escucho Yahveh y renuncio a destruirte")

Jonás 3,7 -ante el anuncio de la futura destrucción de Nínive, el pueblo hace ayuno y penitencia.

Salmo 35,13 -ante la persecución injusta- David, ayuna y hace penitencia.

Salmo 109,24 -para lograr el auxilio del Señor -ayuna hasta debilitarse las rodillas.

Judit 4,9-15 -Ante la amenaza de Nabucodonosor, los Israelitas ofrecen alabanzas, intercesión, penitencia y ayuno. El Señor oyó sus voces y vio su angustia.

Para evitar la agresión. Ester 4,16 -Ester dice a Mardoqueo: "vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mi. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentare ante el rey; y si tengo que morir, moriré". (Ester va a ir ante el rey a defender a su pueblo que estaba condenado a morir. Va a desenmascarar al enemigo. Pareciera la petición de la Virgen en Fátima, se aparece con una estrella en su vestido. Ester: estrella)


El Ayuno en el Nuevo Testamento:

Con insistencia. Lucas 2, 37: "(Ana) no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones"

Preparación para imponer manos. Hechos 13,3 --"la comunidad después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron" (a Pablo y Bernabé en misión)

Para encomendar alguien al Señor. Hechos 14,23 --"designaron presbíteros en cada iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor"

Para completar las tribulaciones de Cristo. Col 3,3 --"me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia"

Para ser vencedores. 1 Cor 9,25 "los atletas se privan de todo y eso por una corona corruptible, nosotros, en cambio, por una incorruptible."

Para vencer la carne Gal 5,17 "pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a la carne, como entre si antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais"
El ejemplo de Jesús
Para vencer el demonio. Marcos 9,29  -"esta clase de demonio solo puede ser expulsado por la oración y el ayuno"
Mateo 4 y Lucas 4: Nos revelan a Jesús en el desierto orando y sin comer ni beber nada por cuarenta días.
las tentaciones en el desierto:

En Mateo 4 encontramos muchas enseñanzas necesarias para la vida espiritual. Me voy a concentrar en las que creo apoyan la importancia del ayuno.

Jesús recibe el Bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre el, y se oye una voz, que dice "este es mi Hijo amado". (Toda una experiencia bella y muy espiritual) Inmediatamente ese mismo Espíritu lo lleva al desierto (lugar solo, árido, peligroso, sin provisiones de ninguna clase), a ser tentado por el demonio. El desierto es necesario para que el Señor pueda hacer grandes cosas en nosotros, El siempre se ha revelado a su pueblo de manera extraordinaria durante el desierto y también siempre ha preparado a su pueblo para la misión durante el desierto.. Pero, precisamente por esto, también el demonio, allí, libra una gran batalla, para obstaculizar lo que Dios quiere hacer.

Jesús, se prepara para esta batalla, con oración y ayuno de cuarenta días y noches. ¿Como no prepararnos nosotros para la batalla que se libra en nuestras vidas y en el mundo contemporáneo?. Nos preparamos con oración y ayuno.? Cuando mas tentados nos sintamos, mas debemos de orar y ayunar.

Los Israelitas son liberados de Egipto y llevados por el desierto hacia la tierra prometida. Al poco tiempo de haber sido sacados de Egipto y de caminar por el desierto, se les iban agotando las fuerzas. Entonces se rebelaron contra Moisés. Tenían hambre y sed y exigían que les proveyera. El Señor hace el milagro del maná y de hacer brotar agua de la piedra.

Jesús ayuna, y con su ayuno, repara por las quejas y las injurias que los israelitas hicieron al Señor en el desierto.

Primera Tentación: Jesús siente hambre (una realidad humana) y allí se aprovecha el demonio para lanzar su primera tentación y seducción: "Si eres el Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en panes". Jesús le responde: "no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deut 8,3)

El demonio no pudo lograr hacer caer a Jesús, a pesar que El tenia hambre, porque a través del ayuno, el había puesto en segundo lugar la necesidad de satisfacer el hambre, o la gratificación física inmediata. A través del ayuno, vamos dominando esta área, y cuando la tentación viene a nosotros, ya podremos resistirla.

"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Jesús responde, citando Deut 8. Esta es una característica de Cristo, siempre mostrarnos que el cumplir la voluntad del Padre da mas vida, que tomar alimento. Esta respuesta de Cristo, nos revela lo que fueron esos 40 días: no hubo pan, ni agua, pero si profunda comunicación con su Padre. Esto es mas importante que nada. No buscar nunca nuestro alimento fuera de la voluntad de Dios. (apetitos: cuerpo, emociones, sexuales, mentales, de ego, de fama, de reconocimiento, etc)

Segunda tentación (porque siente hambre): "le pone sobre el alero del templo, y le dice: Si eres hijo de Dios, tírate abajo, porque esta escrito: a sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna". Jesús le dice: "también esta escrito, no tentaras al Señor tu Dios" (Deut 6,16)

El demonio esta tentando a Jesús para que desafíe la protección del Padre y tome control fuera de la obediencia a Dios. Era la tentación de la satisfacción personal, que los ángeles le sirvan, le protejan y no le pase nada.

Jesús, es tentado en esta área después de ayunar, ¿es que acaso el ayuno tiene también el poder de liberarnos de nuestro ego? ¿de nuestro deseo de ser servidos, honrados?

Tercera Tentación (porque siente hambre): "lo lleva a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: todo esto te daré si postrándote ante mi me adoras". Jesús responde: apártate de mi Satanás, porque esta escrito: al Señor tu Dios adoraras y solo a El darás culto". (Det 6:13)

El demonio le tienta con alcanzar poder y fama terrenos, ¿será que el ayuno, nos libera de estos deseos? ,¿será que al experimentar nuestra debilidad, vacío, necesidad, en el ayuno, nos reconocemos criaturas, dependientes de Dios, y así nos liberamos de la gran tentación de adorar a falsos dioses (incluyéndonos nosotros mismos)

Las tres tentaciones del desierto fueron dirigidas hacia el placer, poder y fama. Las tres fueron presentadas durante 40 días de oración y ayuno. Las tres fueron vencidas con las virtudes contrarias: negación, sumisión total al Señor y su Palabra, humildad. Tres virtudes que son frutos del ayuno.

El A.T. nos revela el poder del ayuno sobre los enemigos exteriores, el N.T., nos revela además, el poder que tiene para vencer los enemigos del alma: carne, demonio y mundo.

Frutos del ayuno:

No es un fin en si mismo, sino medio de conversión.

-conduce a libertad de corazón y mente. Proceso por el cual nos liberamos de todos los apegos terrenales y de todas las cosas que nos atan: caprichos, gustos, excesivo auto cuidado. Y nos encaminamos hacia la Paz.
-fortalece, estabiliza y desarrolla el auto control (fruto del ES)
-reconocer debilidad y dependencia en Dios.
-pobreza de espíritu
-edifica la vida interior
-elimina los excesos de nuestra vida a fin de hacer mas espacio para Dios.

El ayuno permite llevar mas fácilmente una vida interior unida a Dios y al mundo celestial; el ayuno libera de la pesantez de la materia. Los santos recomiendan el ayuno a todo aquel que quiere llegar a una mayor interioridad. El ayuno apaga poco a poco la concupiscencia.

El ayuno y la Palabra de Dios.

Mateo 4 "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"

Juan 4,32: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra"

El día de ayuno, debe ser un día de profunda oración, meditación de las Escrituras y del magisterio de la Iglesia. Alimentar nuestras mentes encontrando en la verdad nuestro alimento, nuestra satisfacción. Permitirle a nuestras almas que sean llenadas de la Palabra que es vida, que nos libera, que nos eleva y nos enseña a pensar, sentir y obrar según la voluntad de Dios. En los días de ayuno, por alguna razón, he descubierto que es mas fácil penetrar las Escrituras, escudriñarlas y captar el mensaje mas profundo, que se esconde detrás de las palabras.. Damos prioridad al alma.

El ayuno y la Eucaristía

Juan 6, 27: "Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre".

-vacío terreno y alimento verdadero. El vacío físico que se experimenta en el ayuno nos ayuda a darnos cuenta de nuestro vacío interior y nuestra necesidad de las realidades espirituales.

El día de ayuno, debe ser eminentemente un día Eucarístico: adoración, reparación, etc.

¿A pan y agua?

Pan es comida de pobre. La disposición de vivir a pan y agua durante un día demuestra la buena voluntad de ser pobre ante Dios y bien dispuesto a su voluntad.

Pan y agua: dos símbolos importantes en las Escrituras:

Pan: símbolo de vida, de nutrición (Pan, alimento - Eucaristía)
Agua: purificación (de su corazón traspasado fluye el agua, símbolo del bautismo)

Para dar al pueblo pan y agua mientras caminaban en el desierto el Señor hizo milagros.

El ayuno busca la verdadera vida a través de la purificación. Ayunar a pan y agua es un llamado a crecer en dependencia de la Eucaristía. Es también un llamado a adentrarnos en una vida de purificación, de conversión, de arrancar de nosotros todo lo que nos separa del Señor o no nos deja ser sus hijos adoptivos, ni su imagen y semejanza.

Juan 6,34: "yo soy el pan de vida, el que venga a mi no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed"
Hemos oído a la Virgen de manera particular llamarnos al ayuno:

-El ayuno tiene el poder de prevenir guerras y catástrofes naturales (Fátima)

En Medjugorie:
-"Practicad el ayuno, porque con el ayuno obtendréis que se realice completamente el plan que Dios tiene. Con esto me daréis una gran alegría"

"les invito a la oración y al ayuno. Con vuestra ayuda puedo hacerlo todo y obligar a Satanás a dejar de instigar a las almas."

"Orad y ayunad, sólo así podréis conocer todo el mal que hay en vosotros y ofrecerlo al Señor, a fin de que pueda purificar vuestros corazones de todo".

S.S. Juan Pablo II sobre la necesidad de ayunar para aplacar el "espíritu de muerte y la cultura de la muerte".

Evangelium Vitae  #100: "es urgente...que desde cada comunidad, cada familia, cada individuo se eleve una súplica apasionada a Dios. Jesús mismo nos reveló con su ejemplo que la oración y el ayuno son las armas principales y mas eficaces contra las fuerzas del mal y ha enseñado a sus discípulos que algunos demonios sólo se expulsan de este modo. Por lo tanto, tengamos la humildad y la valentía de orar y ayunar para conseguir que la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y de la mentira, que esconden a los ojos de tantos la naturaleza perversa de comportamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a propósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida y del amor."

El ayuno aplaca la gula

Con el ayuno estamos aprendiendo a dominarnos a nosotros mismos y sobretodo a liberarnos del pecado de gula, que no solo se manifiesta en la glotonería, sino en formas mas refinadas y mas espirituales.

1-gula intelectual: gula en el terreno de conocimientos (curiosidad), de la ciencia. Esta es muy peligrosa pues el pecado primero de Eva fue la curiosidad. De ahí se deriva el ocultismo, los psíquicos, los astrólogos, leer cartas...etc. Querer saber el futuro.

2-gula espiritual: busca los sentimientos que provocan lecturas piadosas, el placer sensible. No perderse ninguna experiencia espiritual.

3-gula de placer, de honor, de fama: se hace lo que sea por sobresalir, por ser reconocidos, etc.

Ayunar no solo de comida

San Juan Crisóstomo:
El valor del ayuno consiste no solo en evitar ciertas comidas, pero en renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos pecaminosos. Quien limita el ayuno simplemente a la comida, esta minimizando el gran valor que el ayuno posee. Si tu ayunas, que lo prueben tus obras! Si ves a un hermano en necesidad, ten compasión de el. Si ves a un hermano siendo reconocido, no tengas envidia. Para que el ayuno sea verdadero no puede serlo solo de la boca, sino que se debe ayunar de los ojos, los oídos, los pies, las manos, y de todo el cuerpo, de todo lo interior y exterior.

Ayunas con tus manos al mantenerlas puras en servicio desinteresado a los demás. Ayunas con tus pies al no ser tan lenta en el amor y el servicio. Ayunas con tus ojos al no ver cosas impuras, o al no fijarme en los demás para criticarlos. Ayuna de todo lo que pone en peligro tu alma y tu santidad. Seria inútil privar mi cuerpo de comida, pero alimentar mi corazón con basura, con impureza, con egoísmo, con competencias, con comodidades.

Ayunas de comida, pero te permites escuchar cosas vanas y mundanas. También debes ayunar con tus oídos. Debes ayunar de escuchar cosas que se hablan de tus hermanos, mentiras que se dicen de otros, especialmente chismes, rumores o palabras frías y dañinas contra otros.

Además de ayunar con tu boca, debes de ayunar de no decir nada que haga mal a otro. Pues ¿de que te sirve no comer carne, si devoras a tu hermano?

¿Que nos dice San Juan Crisóstomo con esta reflexión?

Que los días de ayuno deben de ser especialmente días de abstenernos del uso desordenado o incluso exagerado de los otros sentidos: No fijarme en lo que no debo, no hablar lo que no debo, no oír lo que no debo, no desear lo que no debo, no buscar satisfacer todas mis necesidades emocionales, espirituales; no buscar saciar mi soledad, buscando inmediatamente compañía; no querer saberlo todo; no requerir respuestas inmediatas a todo lo que se me ocurre en la mente, etc.

Ayunamos buscando conversión. Por lo tanto, ayunemos de todas esas actitudes contrarias a la virtud. Quizás tu ayuno va a consistir de ser mas servicial, (ayuna de tu pereza, comodidad), pues así como la Virgen nos pide que recemos con el corazón, debemos de ayunar con el corazón. Puede ser que tengamos que ayunar de nuestra ira, siendo los días de ayuno, mas amables, mas dulces, mas dóciles. Quizás tengo que ayunar de la soberbia, buscando activamente ser humillada, o hacer actos concretos de humildad, etc.

Ayuno y pureza corporal

Escuchemos al Cardenal Ratzinger:
Ayunar significa aceptar un aspecto esencial de la vida cristiana. Es necesario descubrir de nuevo el aspecto corporal de la fe: la abstención de la comida es uno de estos aspectos. Sexualidad y alimentación son los elementos centrales de la dimensión física del hombre: hoy, a una menos comprensión de la virginidad corresponde una menor comprensión del ayuno. Y una y otra falta de comprensión proceden de una misma raíz: el actual obscurecimiento de la tensión escatológica, es decir, de la tensión de la fe cristiana hacia la vida eterna. Ser vírgenes y saber practicar periódicamente el ayuno es atestiguar que la vida eterna nos espera; mas aun, que ya está entre nosotros. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia no es ya Iglesia; se hace intrascendente, sumergiéndose en la historia.
Hoy mas que nunca, la penitencia, mortificación es necesaria para expiar por nuestros pecados y reparar por los del mundo entero. A través de los siglos, la humanidad siempre ha sido pecadora, pero lo reconocía y hacia penitencia por ello. Hoy no es así, se vive en pecado, no se le llama pecado sino que al contrario se vive orgulloso de ello. Se están rechazando todos los principios morales y éticos, y por ello la humanidad ha perdido la libertad interior y ha llegado a ser víctima del peor tirano: el propio "yo" y el demonio.

El ayuno como acto común y público de la Iglesia, me parece hoy tan necesario como en tiempos pasados; es un testimonio público tanto de la primacía de Dios y de los valores del espíritu como de nuestra solidaridad con todos aquellos que padecen hambre. Si no ayunamos no conseguimos librarnos de ciertos demonios de nuestro tiempo"
-Card. Ratzinger

Por eso el catecismo de la Iglesia, #2015, nos dice: "El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2Tim 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas."

Ayuno y Caridad
El ayuno no puede separarse de la caridad fraterna. Si un cristiano se priva de algo es para darlo a sus hermanos y dar testimonio con ello de su amor a Dios.

Pío XII (1950): "lo que sustraiga a la vanidad, el cristiano lo dará a la caridad y subvendrá misericordiosamente a la Iglesia de los pobres. Así lo hacían los fieles de la Iglesia primitiva: alimentaban las fuentes de la caridad con el ayuno y abstinencia de las cosas permitidas".

San Agustín: "tus privaciones serán fecundas si muestras largueza con otro". Las privaciones son cristianas si nos hacen crecer en santidad, en caridad y generosidad.
En las primeras comunidades cristianas cuando había un pobre entre ellos ayunaban durante dos o tres días y acostumbraban a enviarle los alimentos que tenían preparados para ellos. Podemos apreciar por que la Iglesia primitiva observaba dos días de ayuno a la semana: miércoles y viernes.



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29 de noviembre de 2019

Santo Evangelio 29 de noviembre 2019



Día litúrgico: Viernes XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».


«Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca»

Diácono D. Evaldo PINA FILHO 
(Brasilia, Brasil)

Hoy somos invitados por Jesús a ver las señales que se muestran en nuestro tiempo y época y, a reconocer en ellas la cercanía del Reino de Dios. La invitación es para que fijemos nuestra mirada en la higuera y en otros árboles —«Mirad la higuera y todos los árboles» (Lc 21,29)— y para fijar nuestra atención en aquello que percibimos que sucede en ellos: «Al verlos, sabéis que el verano está ya cerca» (Lc 21,30). Las higueras empezaban a brotar. Los brotes empezaban a surgir. No era apenas la expectativa de las flores o de los frutos que surgirían, era también el pronóstico del verano, en el que todos los árboles "empiezan a brotar". 

Según Benedicto XVI, «la Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo». En efecto, «realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo». Esa Palabra viva que nos muestra el verano como señal de proximidad y de exuberancia de la luminosidad es la propia Luz: «Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). En ese sentido, «ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro (...) que podemos ver: Jesús de Nazaret» (Benedicto XVI). 

La comunicación de Jesús con el Padre fue perfecta; y todo lo que Él recibió del Padre, Él nos lo dio, comunicándose de la misma forma con nosotros. De esta manera, la cercanía del Reino de Dios, —que manifiesta la libre iniciativa de Dios que viene a nuestro encuentro— debe movernos a reconocer la proximidad del Reino, para que también nosotros nos comuniquemos con el Padre por medio de la Palabra del Señor —Verbum Domini—, reconociendo en todo ello la realización de las promesas del Padre en Cristo Jesús.

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Oración al Corazón de Jesús


28 de noviembre de 2019

Santo Evangelio 28 de noviembre 2019



Día litúrgico: Jueves XXXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

«Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»

Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet 
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre? «En la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lc 21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.

Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.

La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».

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Oración de entrega


27 de noviembre de 2019

Santo Evangelio 27 de Noviembre 2019



Día litúrgico: Miércoles XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»

Rvdo. D. Manuel COCIÑA Abella 
(Madrid, España)

Hoy ponemos atención en esta sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?

Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.

La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana. 

Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.

Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, nuestra Madre del Cielo, nos ayudará también a nosotros a comprenderla.

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Solo el Amor de Dios sana las llagas del corazón del hombre



SOLO EL AMOR DE DIOS SANA LAS LLAGAS DEL CORAZÓN DEL HOMBRE

“¡Sí! El amor de Dios entiende y renueva todas las cosas; es un amor que abraza a cada hombre y a todo el hombre; un amor que cambia el dolor en gozo; la oscuridad en luz, la muerte en vida. En un mundo marcado por las llagas de la soledad, el miedo y la angustia, brille la verdad y el calor del amor divino” (JPII, 11 ago. 01)

El amor de Dios restaura y sana las heridas porque es un amor:

1. INFINITO.

¡Oh, cuánto miedo ha causado el egoísmo que limita el amor! “Te amaré hasta que la muerte nos separe”, el límite en esta alianza es la muerte... El mundo de hoy encuentra que los límites son muchos más cortos y vanos, movidos por puro egoísmo: te amaré hasta que estés saludable, hasta que me guste lo que cocinas, hasta que no aparezca alguien mejor. Viviré mis compromisos hasta que no me pidan algo que me cueste... Sin embargo, el amor de Dios es infinito, sin límites: es un amor que no tiene límites. No tiene fin, no tiene fronteras, no tiene divisiones. Infinito es, por lo tanto, un amor que es plenitud absoluta. Es para todos y todo para cada uno. Es infinito en su universalidad, o sea, que abarca a todos por igual, y es infinito para cada uno en particular. “Tú sobrepasas todas las barreras en amarme, mi Dios. ¿Qué debo retornarte por tanto amor? Todo lo has hecho en número, peso y medida, pero me has amado sin número, peso y medida”. Santo Tomás de Villanueva.

2. ETERNO.

Cuánto miedo ha causado al corazón humano saber que el amor lo hemos convertido en algo tan efímero, de tan corta duración. El “para siempre” casi ha desaparecido de los labios y del corazón de la humanidad. El para siempre suena a demasiado compromiso... y hermanos, qué angustia causa no saber si tus amigos lo serán mañana, si tendrás a tu cónyuge el próximo mes, si los hijos tendrán padres con quienes jugar, o si los padres verán a su hija irse porque le molesta la disciplina de la casa. La falta de “ver el amor para siempre” ha herido la confianza y la capacidad de entrega, pues se tiene miedo de darse a quien no sabes si estará para siempre. El amor requiere perserverancia, pues con el tiempo se prueba el amor. No descansa el corazón a menos que se sepa amado para siempre. El amor de Dios es eterno: existe fuera del tiempo; para Él no hay pasado ni futuro: vive en un presente sin principio ni fin, sin sucesión ni cambio posible. Y así es su amor. Nos ha amado eternamente, antes de que existiéramos. “Antes de haberte formado yo en el vientre te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado”. (Jer 1:5). Jer 31,3: “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti”. Y nos amará para siempre... Para siempre, nunca se apartará de nuestro lado hasta el punto de decirnos: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”.

3. INMUTABLE.

Con cuánta rapidez se transforma el amor humano en contienda, envidia y odio. (Esto lo vemos muchas veces en las cortes de divorcio, cuanto se pelean por ver cuánto le queda a cada uno, cuando juraron ante Dios compartir con un solo corazón sus bienes). Con cuánta rapidez cambian los sentimientos, cuando el enemigo es quien un día fue tu socio, tu hermano, tu vecino... incluso alguien a quien juraste amar. No vemos lo cambiante de los sentimientos cuando las cosas, o personas, son buenas, si nos hacen un bien... Pero ¿se convierten en problema cuando nos los causan?... Las personas son bellas si lo son con nosotros… ¿No hemos visto amores convertirse en odio? O cuando por envidia tu mejor amigo dejó de serlo... ¿No vivimos temerosos aparentando ser algo o alguien, para que según luzca me aprecien? Sin embargo, el amor de Dios es inmutable, o sea, que nunca cambia ni disminuye, es estable y constante. No cambia según nuestra respuesta. ¡Qué dificil nos parece comprender esta dimensión del amor de Dios! Él no reacciona vengativamente a nuestro mal, no depende de nuestra bondad o de nuestras acciones; no se decepciona de nuestra debilidad, al contrario, nos auxilia con su fuerza. No se aparta ante nuestras ofensas; no se enfría, no lleva cuenta del mal, no se engríe, no nos abandona a pesar de nuestro rechazo... Esa estabilidad infinita y eterna es su inmutabilidad: un amor que nunca cambia, que está por encima de nuestras inconstancias y pecados, de nuestras infidelidades. Cantar 8: “Es fuerte el amor como la muerte, implacable... no pueden los torrentes apagar el amor ni los ríos anegarlo”. Is 54:10: “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, más mi amor de tu lado no se apartará”. ¿Acaso no nos exhortaría Santa Teresa de Ávila a confiar en esta inmutabilidad del amor de Dios? “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda”.

4. FIEL.

¿No es acaso la infidelidad una de las mayores causas de dolor del corazón humano? ¿No es acaso el amor verdadero probado en la dificultad, en la cruz, en la tentación y en la situación inconveniente? ¿No es acaso el amor probado en su fidelidad cuando requerirá el sacrificio personal para mantenerme amando? Pues muchos no están pasando el examen ni la prueba, y a la primera dificultad abandonan los compromisos del amor.

Oh, como hiere sentirse abandonado por el amado... y es una lanza mayor, cuando se justifica el abandono con otro amor. Este dolor lo conoce perfectamente el Señor: “Doble mal me ha hecho mi pueblo, a mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas, que el agua no retienen”. (Jer 2:13).

Cuánto duele la infidelidad en el momento de la debilidad, de la enfermedad: el esposo o esposa porque ya no son tan ágiles; el amigo que dejó de serlo porque no tienes dinero para salir de fiesta; los padres abandonados porque ahora son un estorbo; los hijos rechazados porque cambian los planes de los padres... La enferma, a quien se le quiere quitar los instrumentos de nutrición, porque su vida es una carga...

Sin embargo, el amor de Dios es fiel. ¡Cuánto necesitamos conocer la grandeza de un amor que es fiel! En Ex 34:6, Moisés invocó al Señor y este exclamó: “Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, lento a la cólera, rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones”. Mantiene su amor para siempre y en cualquier circunstancia. No nos abandona a pesar de nuestros abandonos, no es infiel a pesar de nuestras infidelidades; cuando más nos alejamos más nos atrae hacia sí; cuando nos perdemos va en nuestra búsqueda; cuando estamos heridos va a sanarnos; cuando estamos oprimidos viene a liberarnos; cuando nos extraviamos viene a nuestro encuentro.

¿No es acaso la historia de la salvación, la revelación del amor fiel y misericordioso del Padre, la historia del amor de Dios para con el hombre? A pesar de recibir tanto amor, ¿desde el Génesis no vemos a la humanidad rebelarse, olvidarse, alejarse de ese amor? Sin embargo, el Padre nunca nos abandonó, no se conformó con haber perdido a sus hijos. El Padre sufre profundamente por nuestra rebeldía e infidelidad, sufre porque nos ama..., pero su amor es infinito, perfecto y misericordioso, y por eso, entre más nos alejamos más nos busca atrayéndonos a su amor. Oseas 11: “Cuando Israel era niño yo le amé y de Egipto llamé a mi hijo. Cuánto más los llamaba más se alejaban de mí. Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no reconocieron que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía y con lazos de amor, pero se han negado a convertirse”. Pero ¿cómo voy a dejarte Efraím, cómo voy a entregarte, Israel? Su amor es tan fiel, que incluso a ese pueblo infiel que rompe su alianza de amor repetidamente, Dios lo quiere hacer “su esposa” (su pueblo), quiere unirlo con el lazo de una fidelidad perfecta. Oseas 2:22: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y compasión, te desposaré conmigo en fidelidad y tú conocerás a Yahvé”.

“Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte. Reiteraste, además, tu alianza a los hombres”. (Misal Romano)

5. MISERICORDIOSO.

No es el miedo a la debilidad uno de los mayores en este tiempo. Nos da tanto temor que otros descubran nuestra incompetencia, nuestra limitación, nuestra debilidad, porque sabemos que inmediatamente será utilizado, se nos echará en cara... sin ayudarnos a levantarnos y a salir de ello.

Vivimos una era muy dura. Se es tan duro con quien se quiere ser y se es tan flexible con quien se quiere ser, por ello la justicia no es verdadera, pues no es regida por la misericordia auténtica. Nuestra era vive una crisis de misericordia. Se propaga una falsa misericordia: todo es permitido, cada persona es libre de hacer lo que quiera, no hay que poner normas ni restricciones..., pero cuando alguien que no nos parece que debió caer o pudiese caer, lo hace... las fuerzas del mundo vienen en contra a aplastar y condenar irremediablemente. ¡Qué paradoja!

Pareciera que todos están atentos a todos, solo para ver sus fallos y debilidades. Pienso en los párrocos, en los líderes de cualquier comunidad; en todo lo que hacen, siempre hay alguien que encuentra razón de criticarlos. Qué dura es la justicia del hombre, porque no tiene misericordia. Ya decía David: “Estoy en gran angustia. Pero caigamos mejor en manos de Yahvé, que es grande su misericordia. No caigamos en manos de los hombres”.

¡El amor de Dios es misericordioso! Dios es amor y cuando ese amor se da al hombre, que es pecador, débil y miserable, se convierte en misericordia. El amor que toca al hombre es misericordia. El Papa JPII, en su encíclica “Dives in Misericordia”, llamó a la misericordia el segundo nombre del amor. “Es un sentimiento que nace del seno maternal o de las entrañas del corazón de un padre”. Is 49.

Como explica San Francisco de Sales: “Aunque Dios no hubiese creado al hombre, Él siempre fuese la caridad perfecta, pero en realidad no sería misericordioso, pues la misericordia se puede ejercitar solamente sobre la miseria... Nuestra miseria es el trono de la misericordia de Dios”.

Cuánto necesitamos conocer el amor misericordioso del Padre, para poder descansar ante la realidad de que somos débiles, frágiles; pero nuestra debilidad no es un impedimento a su amor, sino más bien al contrario: “La miseria humana no es un obstáculo para mi misericordia. Hija mía, escribe que cuánto más grande es la miseria de las almas, más grande es el derecho que tiene a mi misericordia e invita a todas las almas a confiar en el inconcebible abismo de mi misericordia”. (D. 1182).

Cuánto mas grande es la miseria, cuánto mas grande es el pecado, más se revela el amor misericordioso del Padre. El amor que alcanza al pecador. ¿No es un ejemplo de ello la misma revelación de la DM a Santa Faustina, que sucedió al mismo tiempo de la Segunda Guerra Mundial? No aconteció en Krakovia, a unos kilómetros de los campos de concentración. Porque donde abunda el pecado y la oscuridad, sobreabunda la gracia y el amor misericordioso de Dios. “Hija mía, di que soy el amor y la misericordia, misma”.

A una generación que ha querido alejarse de Dios... y a la humanidad de hoy, que en su mayoría está sumida en el pecado, a nosotros, que traemos tantas heridas en el corazón causadas por nuestra propia dureza, o por la de otros, en una generación que se ha enfriado en la misericordia... Dios Padre nos ofrece su misericordia: “Que el pecador no tenga miedo de acercarse a mí. Me queman las llamas de la misericordia, que deseo derramarlas sobre la humanidad”. (D. 50) “Mira, mi misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero”.

“Deseo que el mundo entero conozca mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia”. (D. 687).

“Invita a las almas a una gran confianza en mi misericordia insondable. Que no tema acercarse a mí el alma débil, pecadora, y aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra, todo se hundirá en el abismo de mi misericordia” (D. 1059).

No tengamos miedo de arrojar nuestras faltas, nuestros pecados pasados, nuestras heridas y angustias en el amor misericordioso de Dios. “Cuando arrojamos nuestras faltas con una total confianza filial en la hoguera devoradora del amor, ¿cómo no han de ser completamente consumidas? (Santa Teresita).

Jaculatoria


26 de noviembre de 2019

Santo Evangelio 26 de Noviembre 2019



Día litúrgico: Martes XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida». 

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».


«No quedará piedra sobre piedra»

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret 
(Vic, Barcelona, España)

Hoy escuchamos asombrados la severa advertencia del Señor: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Estas palabras de Jesús se sitúan en las antípodas de una así denominada “cultura del progreso indefinido de la humanidad” o, si se prefiere, de unos cuantos cabecillas tecnocientíficos y políticomilitares de la especie humana, en imparable evolución.

¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Esto nadie lo sabe ni lo puede saber, a excepción, en último término, de una supuesta materia eterna que niega a Dios usurpándole los atributos. ¡Cómo intentan hacernos comulgar con ruedas de molino los que rechazan comulgar con la finitud y precariedad que son propias de la condición humana!

Nosotros, discípulos del Hijo de Dios hecho hombre, de Jesús, escuchamos sus palabras y, haciéndolas muy nuestras, las meditamos. He aquí que nos dice: «Estad alerta, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). Nos lo dice Aquel que ha venido a dar testimonio de la verdad, afirmando que aquellos que son de la verdad escuchan su voz.

Y he aquí también que nos asevera: «El fin no es inmediato» (Lc 21,9). Lo cual quiere decir, por un lado, que disponemos de un tiempo de salvación y que nos conviene aprovecharlo; y, por otro, que, en cualquier caso, vendrá el fin. Sí, Jesús, vendrá «a juzgar a los vivos y a los muertos», tal como profesamos en el Credo.

Lectores de Contemplar el Evangelio de hoy, queridos hermanos y amigos: unos versículos más adelante del fragmento que ahora comento, Jesús nos estimula y consuela con estas otras palabras que, en su nombre, os repito: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestra vida» (Lc 21,19).

Nosotros, dándole cordial resonancia, con la energía de un himno cristiano de Cataluña, nos exhortamos los unos a los otros: «¡Perseveremos, que con la mano ya tocamos la cima!».

Oración al Corazón de Jesús


Amorr de Dios que es garantía de la felicidad del hombre



AMOR DE DIOS QUE ES GARANTÍA DE LA FELICIDAD DEL HOMBRE

San Agustín nos dice en sus Confesiones: “Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, no habrá ya para mí penas ni pruebas, y mi vida, toda llena de ti, será plena”. (Conf.,10). Es en el amor de Dios que el corazón humano encuentra su descanso, sanación y restauración. Salmo 61: “Descansa solo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza”. Es amor que quita el miedo, miedo que como nos dice el Santo Padre: “El hombre actual se siente justificado a sentir por lo que él mismo ha creado, por lo que él mismo ha producido, que se está convirtiendo cada día más en un peligro para él”. La humanidad contemporánea tiene miedo de sí misma, porque hemos construido un mundo sin Dios, un mundo sin su amor, y esto tiene consecuencias graves y patentes, porque al separarnos del amor de Dios, hemos perdido el eje de nuestra existencia y todo se convierte en caos (JPII). Leía hace unas semanas cómo los astrónomos más reconocidos en el mundo hablan de la catástrofe que sería que cayera un meteorito en alguna parte del planeta. Lo describían con estas palabras: “Todo sería un caos… La destrucción humana sería incalculable, sería una catástrofe, porque el impacto podría sacar la tierra de su órbita, y esto traería consecuencias indescriptibles”. Con la seriedad que esto requiere, hermanos, yo pensaba: “Oh, Dios mío, le tenemos tanto temor a un meteorito que puede sacar la Tierra de su órbita, y a nuestra civilización le ha caído uno mayor, que nos ha sacado de la órbita, del eje central que es Dios. La humanidad entera ha sido arrasada por las consecuencias de la falta de amor..., porque solo Dios es amor y solo en Él podemos amar. Nos hemos separado del amor de Dios, nos hemos ido de las manos del Padre, creyéndonos que podemos subsistir sin Él, y ahora recogemos las ruinas, las dolorosas ruinas de los corazones, de los matrimonios, de las familias, de las sociedades y de las naciones.

¿Cómo no va sentir miedo el hombre de hoy, cuando como nos dice el Santo Padre, “tiene miedo de lo que ha causado”, tiene miedo de lo que se ha visto capaz de ser y hacer al hombre sin Dios? La única respuesta a esta devastación, la única sanación y restauración de nuestra cultura moderna, es conocer que tiene un Padre que es amor..., un padre que es amor y misericordia, y que está listo siempre para acoger al hijo pródigo de nuevo en la casa de su corazón. Un Padre que es el único, que igual que al principio cuando crea todo por amor, toma el caos y le da orden: “La Tierra era caos y confusión, y oscuridad... y dijo Dios: ‘Hágase la luz y empieza a poner orden’ “ (Gen. 1).

“¡No tengáis miedo!”, nos grita con fuerza el Santo Padre... No tengáis miedo de lo que el hombre de hoy ha creado, pues la crisis de amor de nuestra civilización puede ser restaurada; las llagas, como consecuencia de un mundo sin amor, pueden ser sanadas por el amor de Dios. Nuestra época ha revelado las estadísticas más elevadas de depresión, angustia, ataques de pánico y ansiedad. Todas, con algunas excepciones, son producto de algún miedo guardado en el corazón. Todo este dolor de la humanidad contemporánea es resultado de la profanación de la palabra amor, profanación porque el hombre que ha sido creado por amor y para amar, para ser reflejo del amor de Dios, cuando se separa de Dios, cuando no permanece en Dios que es la fuente del amor, pierde su capacidad de amar y, más bien, pisotea el don tan inmenso del amor. “El amor es de Dios y el que permanece en Dios, permanece en el amor”. (1 Jn 4) y “fuera de mí no podéis hacer nada” (Jn 15).

25 de noviembre de 2019

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Oración al Corazón de Jesús


El Amor de Dios en un misterio



“Dios es amor”, exclama dos veces con ardor el apóstol San Juan en su primera carta, 4. San Juan, el discípulo amado, quien conoció íntimamente los misterios de amor del Corazón de Dios hecho hombre; quien escuchó los latidos de amor de este corazón al inclinarse sobre su pecho en el cenáculo, ha querido testificar a los hombres este gran misterio: ¡Dios es amor! Según una tradición, al pasar el tiempo, la enseñanza de este apóstol fue cada vez más sencilla, pues hablaba solo del amor de Dios. Ante esto, uno de sus discípulos se quejó y le preguntó: “¿Por qué no hablas de otra cosa?”. Y él respondió: “Porque no hay otra cosa más importante que proclamar que ¡Dios es amor!”. ¿Por qué lo consideraba lo más importante? El apóstol se lo explicó a Santa Gertrudis en una aparición: “Es necesario gritar al mundo entero que Dios es amor. Porque el mundo que tan fácilmente se debilita en el amor de Dios, solo se renueva, se levanta de su letargo, se restaura de su ruina y se inflama en el fuego del amor divino, cuando conoce la grandeza de este amor”.

EL AMOR DE DIOS ES UN MISTERIO

Tal vez el más profundo, el más insondable, el más incomprensible, pues se trata de la misma esencia de Dios: ¡Dios es amor! Es un amor insondable porque tiene una profundidad que nadie puede plenamente sondear; tiene una altura que nadie puede totalmente escalar; tiene una longitud y anchura que nadie puede lograr medir por completo. Dios es amor, su esencia es amor... no es que solamente nos ama, sino que es amor. En Él todo es amor; no hay nada que no sea amor; su Ser es amor; toda su actividad interior es amor; todos sus actos externos son amor. No hace otra cosa que amar y amar hasta el extremo… Amar infinitamente, amar inmutablemente, amar eternamente, amar fielmente y misericordiosamente.

Este amor de Dios es la causa última de todo lo que existe, es la causa última de todo lo que pasa, es la causa última de nuestra existencia. Por eso es que al final de tantas vueltas que el corazón humano da en búsqueda de su felicidad, de su realización, de su plenitud, igual que los Israelitas en el desierto, llega un día a darse cuenta, como ellos, que la tierra prometida estaba tan cerca, pues la felicidad y la plenitud del hombre es saberse amado por Dios, saberse amado por su Padre y Creador.

Aunque no podremos penetrar este misterio en totalidad, Dios quiere que sepamos que somos amados, pues este conocimiento causa una profunda sanación en el corazón del hombre. Conocer y vivir en este amor es la plenitud del corazón humano. Como nos dice San Pablo en Efesios 3:17: “Para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que excede todo conocimiento, y así os llenéis de la plenitud de Dios”. Solo en Dios y en el conocimiento íntimo de su amor es que el hombre encuentra su paz, su realización, su plenitud, su alivio, su descanso más profundo. “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso”. (Mt 11:28). San Agustín oró: “Oh, Dios, tú nos has hecho para ti mismo, y nuestros corazones seguirán inquietos hasta que puedan encontrar el descanso en ti”.

San Agustín plantea en todos sus escritos la cuestión de cómo el hombre puede encontrar la felicidad verdadera que tanto ansía. Concluye, después de recorrer largos caminos, que la felicidad del corazón humano está en encontrarse con Dios, que es amor y que le ama. Y este amor, eterno e imperecedero, es el único capaz de garantizarle la felicidad, pues únicamente tal amor excluye todo temor de perder al amado. Por ello, diría San Juan en esta primera carta y en el mismo capítulo: “No cabe temor en el amor, antes bien, el amor expulsa el temor, quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor”. Igual que San Juan, Su Santidad Juan Pablo II, al iniciar su Pontificado exclamó con fuerza desde el balcón del Vaticano: “No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas de vuestro corazón al amor de Cristo Redentor”. Este ha sido el grito continuo del Papa, casi como un eco: “No tengáis miedo”. ¿Por qué? Porque “Dios es amor y en el amor de Dios no cabe el temor”. El hombre no debe tener miedo porque tiene un Padre que le ama, hasta el punto de dar a su único Hijo para salvarlo. “No tengáis miedo. Tienen necesidad de escuchar estas palabras, cada persona, cada familia, los pueblos y naciones del mundo entero. Es necesario que resurja en las conciencias la certeza de que existe alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa; alguien que tiene las llaves...; alguien que es el Alfa y el Omega de la historia del hombre, sea la individual como la colectiva. Y este alguien es amor y por ser amor es el único que puede dar garantía de las palabras ‘No tengáis miedo’ ”. (CUE, JPII).

Santo Evangelio 25 de noviembre 2019



Día litúrgico: Lunes XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».


«Ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir»

Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez 
(Barcelona, España)

Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad personal.

Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).

La generosidad de la viuda pobre es una buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc 21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos, alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿cuántos vieron aquellas dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.

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Oración al Corazón de Jesús


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24 de noviembre de 2019

Santo Evangelio 24 de noviembre 2019



Día litúrgico: Domingo XXXIV del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (C)

Texto del Evangelio (Lc 23,35-43): En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido». También los soldados se burlaban de Él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!». Había encima de él una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos». 

Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».


«Éste es el Rey de los judíos»

Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova 
(Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos hace elevar los ojos hacia la cruz donde Cristo agoniza en el Calvario. Ahí vemos al Buen Pastor que da la vida por las ovejas. Y, encima de todo hay un letrero en el que se lee: «Éste es el Rey de los judíos» (Lc 23,38). Este que sufre horrorosamente y que está tan desfigurado en su rostro, ¿es el Rey? ¿Es posible? Lo comprende perfectamente el buen ladrón, uno de los dos ajusticiados a un lado y otro de Jesús. Le dice con fe suplicante: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc 23,42). La respuesta de Jesús es consoladora y cierta: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).

Sí, confesemos que Jesús es Rey. “Rey” con mayúscula. Nadie estará nunca a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de este mundo. Es un Reino en el que se entra por la conversión cristiana. Un Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. Un Reino que sale de la Sangre y el agua que brotaron del costado de Jesucristo.

El Reino de Dios fue un tema primordial en la predicación del Señor. No cesaba de invitar a todos a entrar en él. Un día, en el Sermón de la montaña, proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu, porque ellos son los que poseerán el Reino.

Orígenes, comentando la sentencia de Jesús «El Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21), explica que quien suplica que el Reino de Dios venga, lo pide rectamente de aquel Reino de Dios que tiene dentro de él, para que nazca, fructifique y madure. Añade que «el Reino de Dios que hay dentro de nosotros, si avanzamos continuamente, llegará a su plenitud cuando se haya cumplido aquello que dice el Apóstol: que Cristo, una vez sometidos quienes le son enemigos, pondrá el Reino en manos de Dios el Padre, y así Dios será todo en todos». El escritor exhorta a que digamos siempre «Sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu Reino».

Vivamos ya ahora el Reino con la santidad, y demos testimonio de él con la caridad que autentifica a la fe y a la esperanza.