5 de noviembre de 2022

Santa Angela de la Cruz, 5 de Noviembre

  


Santa Angela de la Cruz, 5 de Noviembre

(1846-1932)


Ángela nació en Sevilla el año 1846, de familia numerosa y pobre, trabajadora y piadosa. Desde muy joven trabajó en un taller de zapatería, a la vez que se entregaba al servicio de los más pobres y marginados. Bajo la guía de un experto confesor, el P. Torres, intentó hacerse religiosa, hasta que comprendió que el Señor la llamaba a fundar una congregación, la Compañía de Hermanas de la Cruz, que, viviendo en gran austeridad, atendían a enfermos y menesterosos. A pesar de no tener estudios, dejó escritos de gran profundidad. Su vida y espiritualidad tienen rasgos franciscanos muy marcados. Murió el 2 de marzo de 1932 en Sevilla. Juan Pablo II la beatificó el 5 de noviembre de 1982 y la canonizó en 2003.

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RASGOS FRANCISCANOS DE SANTA ÁNGELA

por José María Javierre

[José M.ª Javierre, sacerdote operario diocesano, es un estudioso de la vida y obras de San Ángela. Prueba de ello son las biografías de la Santa que ha publicado y la edición crítica de los escritos de la misma: Sor Ángela de la Cruz. Escritos íntimos. Madrid, BAC - 362, 1974. En esta obra, además de la edición de los escritos, Javierre ofrece una extensa "Introducción biográfica" (pp. 3-144), así como introducciones particulares y notas a los escritos. A continuación reproducimos algunos de los fragmentos de sus introducciones en que se refiere a la presencia de lo franciscano en Santa Ángela:]

A finales del siglo XII, por el año 1181 ó 1182, iba a nacerle un hijo al acaudalado comerciante de Asís Pedro Bernardone.

Bernardone se hallaba en Francia, traficando para aumentar su fortuna. La noble madonna Pica, su mujer, se vio asaltada de temor en el momento del parto. Para invocar la protección de Nuestra Señora y alcanzar que el hijo le naciera bien, ordenó a los criados que le bajaran al establo en memoria del portal de Belén.

El alumbramiento sucedió felizmente. Y así fue como el llamado Francisco de Asís, hijo de Bernardone y de Pica, comenzó su existencia no en las ricas habitaciones de su casa familiar, sino en un establo.

Igual que Jesús, el hijo de María y José.

Siete siglos más tarde, en el año de gracia de 1875, Angelita Guerrero dio a luz en Sevilla la «Compañía de Hermanas de la Cruz».

Nació pobre la Compañía, igual que Jesús. Sólo que Angelita no tuvo que descender ningún peldaño, pues ya ella vivía en el portal.

Francisco y Angelita sabían los dos que el camino para dar con la «perfecta alegría» pasa por la «pobreza absoluta». Francisco fue pobre cuando ya se vio desnudo en presencia del obispo. Angelita fue siempre pobre. Desde su pobre casita de Santa Lucía, 5, cambió a un convento tan pobre..., que ni convento era.

Así nació la Compañía de la Cruz. Igual que Jesús en Belén. Conocemos la historia de San José, que buscaba un refugio la noche del parto de María; y Jesús nació en un portal.

A finales del mes de junio de 1875, el padre Torres dijo a Angelita que convenía dejara el taller y dedicara todas sus fuerzas a preparar el sistema de vida, el horario, la vivienda primera de la Compañía de la Cruz. Y las compañeras que iniciarían con ella la aventura.

Angelita explicó a su madre, como pudo, lo que se traía entre manos. Y se despidió del taller. (...)

En menos de un mes tuvo todo a punto. Lo traía bien meditado. Todo está dispuesto, y las compañeras también. Angelita ha realizado tres conquistas. Tres y ella cuatro. Forman ya una patrulla, minúscula y ferviente.

Josefa de la Peña, la terciaria franciscana bienestante que la acompaña en visitas a los necesitados ha dado el paso. Ella decide vender sus bienes, dejar su casa, poner el dinero a su disposición y tomar parte desde el primer día en la Compañía. Una testigo del Proceso de Beatificación puntualiza: «En unión de otras tres amigas suyas, que eran también, como ella, terciarias franciscanas, las recibió [Angelita] como primeras en el instituto de las Hermanas de la Cruz». No era fácil este paso para doña Josefa de la Peña. Persona conocida en Sevilla, encontraría luego reticencias y comentarios si el arriesgado ensayo fracasaba.

Pero ha mirado largamente los horizontes de Angelita, conoce el temple de esta mujer, a primera vista frágil. Y entre las dos escogen, del círculo de sus amistades, dos muchachas pobres, sencillas y buenas: Juana María Castro y Juana Magadán. Aceptan. Son cuatro, patrulla minúscula.

Con el dinero de Josefa Peña, no es gran cosa, alquilan «su convento». Un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de la calle San Luis. (...)

A finales de julio se trasladaron a «su convento». Para entrenarse, para calentar su nido: Pues la «inauguración oficial» está prevista, de acuerdo con el padre, en el día 2 de agosto, fiesta de Nuestra Señora de los Angeles. (...)

Caía la noche, salen a rezar un rato en Santa Paula. Están citadas con el padre Torres. Terminados sus rezos, les platica el padre en el atrio: Que Juana María cambie de nombre para no confundirse con la otra Juana; que Angelita sea superiora; que él mismo asume la dirección jurídica de la Compañía.

La mínima patrulla está ya formada. Hermana Josefa, hermana Juana, hermana Sacramento y sor Ángela, hermana mayor.

2 de agosto de 1875. Nuestra Señora de los Angeles.

El padre Torres Padilla está, muy de madrugada, orando ante el altar mayor de la iglesia de Santa Paula. Cuatro mujercitas, vestidas modestamente, vienen de una casa de la calle San Luis para oír la misa. (...)

Las cuatro mujercitas comulgaron. Y allí estuvieron largo rato diciéndole al Señor sus cosas.

Se olvidaron de comer.

Las hermanas de la Cruz, el primer día de su existencia, fecha oficial de inauguración del instituto, olvidaron guisar la comida. De modo que su fiesta careció de banquete. Es decir, hubo varios banquetes en casas de pobres del barrio. (...)

Estas son las historietas antiguas que los discípulos de Francisco de Asís llamaban de «perfecta alegría». Y añadían al final: En alabanza de Cristo. Amén.

Sea, pues, en alabanza del Señor.

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