5 de enero de 2020

El Niño Dios: La sabiduría, la Luz y la Palabre



EL NIÑO DIOS: LA SABIDURÍA, LA LUZ Y LA PALABRA

Por Francisco Javier Colomina Campos

Seguimos en el tiempo de Navidad, y en este segundo domingo después de Navidad la Iglesia nos invita a detenernos por un momento y a recordar lo que hemos celebrado en estos días pasados. Hoy volvemos a escuchar de nuevo en el Evangelio el prólogo del evangelio de san Juan que escuchábamos el día de Navidad. Hoy es un buen día para asomarnos de nuevo al portal de Belén y volver a contemplar una vez más a ese niño que ha nacido, al Niño Dios que ha venido a salvarnos. Tres símbolos nos recuerdan hoy quién es ese niño: la sabiduría, la luz y la palabra.

1. La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido. El libro del Eclesiástico nos presenta en la primera lectura a la sabiduría, que habla en primera persona haciendo un elogio de sí misma. La sabiduría ya existía antes de los siglos, y ahora es enviada por Dios creador para que entre en Israel y ponga su tienda en Jacob. Así, la sabiduría afirma: “He arraigado en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. La sabiduría de Dios, que es representación y figura de Cristo, ha acampado en medio del pueblo. Esta sabiduría no hay que entenderla al modo humano. No es saber mucho. Más bien, esta sabiduría se refiere al conocimiento de Dios mismo y de su misterio. Cuando aquí habla de la sabiduría hemos de entenderla como el don que Dios da para poderle conocer. Y nosotros, desde el nacimiento de Cristo hecho hombre, podemos conocer a Dios por medio del Hijo que se ha encarnado. Cristo, el niño nacido estos días en Belén, es la manifestación de Dios y de su poder, que se nos acerca en la ternura y en la sencillez de un niño recién nacido. Así dirá Jesús en el Evangelio que quien no se haga como un niño no entrará en el Reino de los cielos. Es hermoso en estos días contemplar a Dios que se nos muestra a través de un niño para que le podamos conocer. Esta es la verdadera sabiduría de Dios que ha venido al mundo.

2. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. La segunda imagen que nos presenta hoy la liturgia de la palabra es la de la luz. En medio de la oscuridad, de la tiniebla, brilla una luz. Así lo escuchábamos el día de la nochebuena en la Misa del gallo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. La luz es también signo de Cristo, que brilla en medio de la oscuridad. Si misamos nuestro mundo en estos días descubrimos que en verdad hay oscuridad y tinieblas. A pesar de las luces que en estos días hemos encendido en las calles y en los comercios de nuestros pueblos y ciudades, sabemos bien que son luces efímeras, que cuando terminen los días de fiesta se apagan. Son luces que adornan, pero que no iluminan. El mundo sigue en tinieblas a pesar de estas luces, pues el mundo sigue oscurecido por el pecado que trae violencia, envidias y recelos entre nosotros. Pero en medio de la oscuridad en la que nos encontramos, una luz brilla, ilumina. Esta luz la podemos encontrar en el pesebre de Belén. Todas las demás luces son imágenes y representación de esta luz grande que ha brillado. Pero, nos dice san Juan, la tiniebla no recibió a la luz. Así sucede también en nuestro mundo. A pesar de que Dios ha nacido hecho niño en Belén, el mundo sigue a la suya, sin percatarse siquiera que Dios está en medio de nosotros como luz que nos ilumina y que disipa las tinieblas del pecado.

3. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. La Palabra es también otra imagen de Cristo. Así como en el Antiguo Testamento Dios habló a través de su palabra escrita en tablas de piedra que se conservaban en el arca de la alianza, dentro de la tienda del encuentro, ahora la Palabra se ha encarnado, se ha hecho hombre y ha venido a acampar entre nosotros. Este es el gran misterio de la Navidad. Dios ya no habla con mediaciones, pues su palabra se ha hecho como nosotros y habita en medio de nosotros. Es una palabra de consuelo, de esperanza, de guía para nuestro camino. Es una palabra de salvación. Cristo, nacido hecho niño en belén, es esa Palabra que ahora habita entre nosotros. La Palabra creadora de Dios, pues Dios creó el mundo por medio de la Palabra, se ha hecho ahora carne para renovar la creación entera.

La sabiduría, la luz y la palabra son símbolos que nos manifiestan la presencia de Dios con nosotros. Escuchar a Dios en su Palabra, que es Cristo, aprender su sabiduría y dejarse guiar por su luz es a lo que nos invita la palabra de Dios en este segundo domingo después de Navidad. No perdamos de vista el misterio que estamos celebrando: Dios está con nosotros. Escuchémosle y dejémonos guiar por Él. Tanto nos ama que ha venido a estar entre nosotros.

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