10 de diciembre de 2019

La Iglesia, a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús



 SOBRE LA ÍNDOLE ESCATOLÓGICA DE LA IGLESIA PEREGRINANTE

La Iglesia, a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, adquirimos la santidad, no será llevada a su plena perfección sino cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas. Entonces, junto con el género humano, también será perfectamente renovado el universo entero, que está íntimamente unido con el hombre y por él alcanza su fin.

Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos los hombres; habiendo resucitado de entre los muertos, envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por él constituyó a su cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación. Ahora, sentado a la derecha del Padre, actúa sin cesar en el mundo para conducir a los hombres a su Iglesia. Por ella los une más estrechamente a sí y, alimentándolos con su propio cuerpo y sangre, los hace partícipes de su vida gloriosa.

Por tanto, la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, recibe un nuevo impulso con la venida del Espíritu Santo y continúa por medio de él en la Iglesia; en ella por la fe somos instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal, en tanto que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y trabajamos por nuestra salvación.

Ha llegado hasta nosotros la plenitud de los tiempos; la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente, pues la Iglesia, ya en la tierra, posee una verdadera santidad, aunque imperfecta.

Y mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que tenga su morada la justicia, la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, lleva consigo la imagen de este mundo que pasa, y ella misma vive entre las creaturas que hasta el presente gimen y sufren dolores de parto, anhelando la manifestación de los hijos de Dios.


De la Constitución dogmática Lumen géntium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo
(Núm. 48)

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