7 de julio de 2019

La liturgia de este domingo nos invita a ser personas de paz y mensajeros de paz

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LA LITURGIA DE ESTE DOMINGO NOS INVITA A SER PERSONAS DE PAZ Y MENSAJEROS DE LA PAZ

Por Gabriel González del Estal

1.- Mirad que os envío como cordero en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero; “paz a esta casa”. Y si hay allí gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Empecemos por analizar qué puede significar hoy predicar en medio de lobos. Necesariamente, tenemos que referirlo hoy a lo difícil que nos puede resultar hoy predicar el evangelio en nuestra sociedad muy agnóstica e indiferente a lodo o religioso. No nos van a atacar como lobos, por supuesto, pero tanto los políticos, como los empresarios, y la demás gente pública tenderá a pasar fácilmente de nosotros. Como cristianos y como discípulos de Jesús debemos predicar nuestra fe con amor y con ardor, peri sin esperar recompensar y premios personales. Y, por supuesto, para predicar la paz evangélica, lo primero que debemos hacer nosotros es ser gente de paz, en nuestra vida diaria y en el desempeño de nuestras actividades públicas. Ser gente de paz no quiere decir en ningún caso que tengamos que ser personas que nos mostremos de acuerdo con todos los demás. Cristo no estuvo de acuerdo frecuentemente, ni con las autoridades civiles de su tiempo, ni con las autoridades religiosas. Fue un hombre paz y predicador de la paz, sabiendo llevar la contraria a unos y otros. Lo importante era predicar siempre y hacer la voluntad de su padre. A sí debemos hacer también nosotros. Otro de los aspectos que nos recomienda hoy el relato evangélico, según san Lucas, es la sobriedad y austeridad que debemos tener en nuestra predicación y en nuestro modo de vivir en general. En fin, podríamos decir bastantes más cosas, sobre la paz, sobre predicar la paz y sobre el ser personas de paz. Pero que cada uno lo medite por su cuenta y que llegue a las conclusiones que debe de llegar.

2.- Así dice el Señor: “Yo haré derivar hacia ella, como un río la paz”. El profeta Isaías es el cantor por excelencia, entre todos los profetas, de la esperanza y de la paz mesiánica. En este texto se refiere a la paz que tendrá Jerusalén después del destierro. Todos nosotros, los cristianos, debemos ser personas llenos de esperanza en la salvación última, en nuestra salvación final. Esta esperanza debe llenarnos de paz interior y de paz personal, en general. Sin esperanza cristiana y sin paz cristiana, no existiría el cristianismo. Esta vida está llena de problemas y contrariedades; sólo una fe y una esperanza en una vida futura puede alimentar nuestro diario vivir y llenarnos de paz. Naturalmente, nuestra esperanza no se basa en nuestros propios méritos, sino en los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Por supuesto que, aunque nuestra salvación sea gratuita, es necesaria nuestra colaboración personal y nuestro esfuerzo, porque Dios nos ha hecho libres para decir sí o no a la gracia de Dios.

3..- Lo que cuenta no es la circuncisión o incircuncisión, sino la mueva criatura La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma. Que san Pablo fue una nueva criatura desde el momento mismo de su conversión lo dice toda su nueva vida y obras. Desde el momento mismo de su conversión lo único importante para él fue Cristo, ya no vivía él por sí mismo, sino que para él la vida fue Cristo, el Cristo resucitado y redentor. A partir de su misma conversión fue un hombre nuevo, lleno de la paz y de la misericordia de Cristo. Así debemos ser todos los cristianos, personas llenas de la paz y de la misericordia de Cristo, de la paz y de la misericordia de Dios. Debemos ser personas que prediquemos siempre la paz y la misericordia, naturalmente una paz y una misericordia cristiana, que en muchos caso será mucho más que la paz y la misericordia social y política.

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