17 de marzo de 2019

Orar y bajar a la realidad



ORAR Y BAJAR A LA REALIDAD

Por José María Martín OSA

1.- Necesitamos orar. Superada la prueba del desierto, Jesús asciende a lo alto de una montaña para orar. Es éste un lugar donde se produce el encuentro con la divinidad: "su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos". Jesús necesitaba “orar”. Los discípulos también necesitaban orar, pero “se caían de sueño”. Este sueño simboliza nuestra pobre condición humana aferrada a las cosas terrenas, e incapaz de ver nuestra condición gloriosa. Estamos ciegos ante la grandeza y la bondad de Dios, no nos damos cuenta de la inmensidad de su amor. Tenemos que despertar para poder ver la gloria de Dios, que es "nuestra luz y nuestra salvación" (Salmo Responsorial). Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente "interiorizar" nuestra fe si queremos reavivarla. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender. Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, sacerdotes y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.

2.- Tabor y Getsemaní. Acompañan a Jesús los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, los mismos que están con él en el momento de la agonía en Getsemaní. Sólo aceptando la humillación de la cruz se puede llegar a la glorificación. Moisés y Elías, representando a la Ley y los Profetas -todo el Antiguo Testamento-, conversan con Jesús de lo que aún ha de cumplirse en Jerusalén. Toda la historia de la salvación culmina en Jesucristo, pero el momento de esta culminación es la hora de su exaltación en la cruz. El Tabor no se explica sin el Calvario. A pesar de que habían pasado sólo seis días desde que Jesús les anunciara su pasión y muerte en Jerusalén y hubiera reprendido precisamente a Pedro porque intentaba torcer su camino, éste sigue sin entender nada. Piensa que ha llegado la hora de disfrutar el triunfo y que puede ahorrarse lo que ha de suceder todavía. Pedro tiene una concepción de la persona del maestro que Jesús ni comparte ni acepta. Ambos se mueven en ámbitos distintos. Pedro se mueve ni más ni menos en la misma línea en que se movía el tentador del domingo pasado. Pedro concibe a Jesús en términos del omnipotente que puede y debe imponer su mano. Pedro no entra por Jerusalén. Pedro quiere un Jesús que ponga las cosas en su sitio con autoridad y dominio. El domingo pasado hablábamos de tentaciones de Jesús. Hoy hay que hablar de tentaciones de Pedro.



3.- Bajar al llano. La gran tentación es quedarse quieto, porque en la montaña "se está muy bien". Pedro no parece haber entendido nada. Propone hacer «tres chozas», una para cada uno. Pone a los tres en el mismo plano. La Ley y los Profetas siguen ocupando el sitio de siempre. No ha captado la novedad de Jesús. La voz salida de la nube va a aclarar las cosas: “Este es mi Hijo amado. Escuchadle”. No hay que escuchar a Moisés o Elías sino a Jesús, el “Hijo amado”. Sólo sus palabras y su vida nos descubren la verdad de Dios. Hay que bajar al llano, a la vida diaria, de lo contrario la experiencia de Dios no es auténtica. No podemos refugiarnos en un mero espiritualismo que se desentiende de la vida concreta. Somos ciudadanos del cielo, pero ahora vivimos en la tierra y es aquí donde debemos demostrar que Dios transforma nuestro cuerpo humilde y nos hace vivir como hombres nuevos y transformados. Es aquí donde hay que construir el Reino de Dios. Vivir escuchando a Jesús es una experiencia única. Por fin, estamos escuchando a alguien que dice la verdad. Alguien que sabe por qué y para qué hay que vivir. Alguien que ofrece las claves para construir un mundo más justo y más digno del ser humano. Cada domingo podemos sentir su llamada a mirar la vida con ojos diferentes y a vivirla con más sentido y responsabilidad, construyendo un mundo más humano y habitable.

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