11 de febrero de 2018

Para Jesús la pureza o impureza no está en la Ley, sino en el corazón

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PARA JESÚS LA PUREZA O IMPUREZA NO ESTÁ EN LA LEY, SINO EN EL CORAZÓN

Por Gabriel González del Estal

1.- En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: si quieres, puedes limpiarme. Jesús, sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: quiero, queda limpio. Si queremos ver el concepto de pureza que tenía Jesús, miremos al evangelio de hoy; si queremos ver el concepto de pureza que prescribía la Ley, miremos al texto del Levítico, tal como leemos hoy en la primera lectura. Jesús, ante un leproso que le pide, de rodillas, que le cure, se olvida de la Ley y escucha lo que dicta su corazón compasivo. Sí, Jesús cura al leproso porque le ama, y su corazón compasivo le pide que, ante la enfermedad de esta persona, no tenga en cuenta la Ley. Para Jesús, es más importante la salud de una persona que le pide curación, que el cumplimiento de la Ley. Por supuesto que el cumplimiento de las leyes justas es algo obligatorio para las personas, en circunstancias normales. Debemos respetar las leyes y cumplirlas, siempre que no se opongan o vayan en contra del bien de los ciudadanos. No siempre nos va a resultar fácil discernir, pero, como decían ya algunos filósofos antiguos, buscar el bien de la persona es un valor absoluto, porque la persona tiene un valor absoluto. El ejemplo de Jesús, en el evangelio de este domingo, curando al leproso, nos parece maravilloso, porque vemos el amor compasivo de Jesús hacia las personas enfermas y doloridas. Repito, que para nosotros el discernimiento no siempre nos resultará fácil, pero procuremos que, ante el dolor o el sufrimiento de las personas, mostremos siempre un corazón compasivo y misericordioso, como el de Jesús.

2.- El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: “impuro, impuro”. Mientras le dure la afección, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento. Para juzgar este texto del Levítico sobre el comportamiento que debían tener los leprosos ante los demás y los demás ciudadanos respecto a los leprosos, tenemos que saber el tiempo y el lugar en el que este texto fue escrito. En aquel tiempo, la sociedad pensaba que la lepra era una enfermedad contagiosa por contacto y, en consecuencia, el que se acercaba a un leproso y lo tocaba quedaba automáticamente contagiado de lepra. La ley estaba dada por el bien de las personas sanas, para que no se contagiaran y el que los leprosos quedaran marginados de la sociedad y estuvieran obligados a gritar su impureza, evitando entrar en contacto con personas sanas les parecía una consecuencia inevitable. Jesús sabe todo esto, por supuesto, y, aun sabiéndolo, opta por la persona enferma, la toca, la cura y, como él no era sacerdote, les manda a los leprosos que vayan a comunicárselo a los sacerdotes, para que estos les declaren curados. Jesús hace una auténtica opción por los enfermos y marginados de la sociedad, siendo muy consciente de que su comportamiento es contrario a lo que mandaba la Ley judía. Que cada uno de nosotros saque las consecuencias que crea más convenientes para su comportamiento ante las personas más pobres, marginadas y vulnerables dentro de nuestra sociedad.

3.- Hermanos: cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. Seguid mi ejemplo como yo sigo el de Cristo. San Pablo se refiere concretamente a los cristianos que comían o bebían alimentos impuros, porque eran alimentos que habían sido sacrificados previamente a los ídolos. Algunos cristianos, que venían del paganismo, seguían esta costumbre y no la creían contraria al cristianismo. San Pablo les dice a todos que toda comida es, en sí misma, pura y que lo importante es que hagan todo para gloria de Dios, no apartando a nadie, por esta causa, de la salvación. Así lo hace, de hecho él mismo. Quedémonos nosotros con esta frase: “hagamos todo para gloria de Dios”. Lo importante, en la comida y en todo lo demás, es ayudar a los demás a amar a Dios y al prójimo, esto es hacer todo para gloria de Dios. También san Ignacio de Loyola tenía esto muy claro cuando mandaba a sus frailes que hicieran todo “a la mayor gloria de Dios”.

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