11 de enero de 2018

De la Disertación de san Atanasio, obispo, Contra los gentiles



De la Disertación de san Atanasio, obispo, Contra los
gentiles

El Padre de Cristo, santísimo e inmensamente supe-
rior a todo lo creado, corno óptimo gobernante, con su
propia sabiduría y su propio Verbo, Cristo, nuestro Se-
ñor y salvador, lo gobierna, dispone y ejecuta siempre
todo de modo conveniente, según a él le parece adecuado.
Nadie ciertamente negará el orden que observamos en la
creación y en su desarrollo, ya que es Dios quien así lo ha
querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran
al azar y sin orden, no habría motivo alguno para creer
en lo que hemos dicho. Mas si, por el contrario, el mundo
ha sido creado y embellecido con orden, sabiduría y cono-
cimiento, hay que admitir necesariamente que su crea-
dor y embellecedor no es otro que el Verbo de Dios.

Me refiero al Verbo que por naturaleza es Dios, que
procede del Dios bueno, del Dios de todas las cosas, vivo
y eficiente; al Verbo que es distinto de todas las cosas
creadas, y que es el Verbo propio y único del Padre bue-
no; al Verbo cuya providencia ilumina todo el mundo
presente, por él creado. Él, que es el Verbo bueno del Pa-
dre bueno, dispuso con orden todas las cosas, uniendo
armónicamente lo que era entre sí contrario. Él, el Dios
único y unigénito, cuya bondad esencial y personal pro-
cede de la bondad fontal del Padre, embellece, ordena y
contiene todas las cosas.

Aquel, por tanto, que por su Verbo eterno lo hizo todo
y dio el ser a las cosas creadas no quiso que se movieran
y actuaran por sí mismas, no fuera a ser que volvieran a
la nada, sino que, por su bondad, gobierna y sustenta
toda la naturaleza por su Verbo, el cual es también Dios,
para que, iluminada con el gobierno, providencia y direc-
ción del Verbo, permanezca firme y estable, en cuanto
que participa de la verdadera existencia del Verbo del Pa-
dre y es secundada por él en su existencia, ya que cesaría
en la misma si no fuera conservada por el Verbo, el cual
es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura;
por él y en él se mantiene todo, lo visible y lo invisible, y
él es la cabeza de la Iglesia, como nos lo enseñan los
ministros de la verdad en las sagradas Escrituras.

Este Verbo del Padre, omnipotente y santísimo, lo
penetra todo y despliega en todas partes su virtualidad,
iluminando así lo visible y lo invisible; mantiene él uni-
das en sí mismo todas las cosas y a todas las incluye
en sí, de tal manera que nada queda privado de la in-
fluencia de su acción, sino que a todas las cosas y a
través de ellas, a cada una en particular y a todas en
general, es él quien les otorga y conserva la vida.

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