3 de septiembre de 2017

Sin cruz no hay redención



SIN CRUZ NO HAY REDENCIÓN

Por Gabriel González del Estal

1.- El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Los maestros espirituales de todos los tiempos nos han dicho que la ascética es un paso necesario en el camino de perfección. Pensar que el espíritu humano puede llegar a su perfección espiritual sin poner freno a los desenfrenos del cuerpo, es una utopía inhumana. Nacemos imperfectos, con tendencias carnales contrarias a un buen desarrollo del espíritu y necesitamos domar el caballo negro de nuestras pasiones incontroladas, como ya nos decía el mismísimo Platón, para que el carro de nuestra vida corra por el buen camino y no se desboque, ni se desvíe del camino recto. Jesús se lo dice así, de una forma clara y tajante, al bueno y optimista Pedro que quería ver a Cristo ya en la cima de la gloria, sin haber pasado antes por el monte de la crucifixión. Pero es que Dios no ha excluido a ningún ser humano, ni siquiera a su propio Hijo, de subir al monte calvario, antes de subir al monte de la resurrección. Esto lo hemos estado viendo estos días pasados, en un orden puramente humano, en los ciclistas corredores del tour de Francia y de la vuelta a España. Han tenido que sufrir mucho y subir sacrificadamente muchos puertos, antes de llegar a la meta final. La vida no siempre es un valle de lágrimas, pero siempre es un campo de batalla. Eso fue para Cristo, que quiso cargar amorosa y pesadamente con su cruz, y eso es necesariamente para cada uno de nosotros, porque nacemos inclinados al pecado y necesitamos esforzarnos cada día, cargar con nuestras cruces, si queremos llegar a la perfección a la que hemos sido llamados.

2.- Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí… pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla y no podía. El profeta Jeremías fue durante toda su vida de profeta un buen ejemplo de persona que supo cargar con las múltiples cruces que sus enemigos pusieron en su camino de predicación de la palabra de Dios. Muchas veces estaba a punto de abandonar, sus tendencias egoístas así se lo pedían, pero  su auténtica vocación de profeta de Yahvé logró siempre imponerse a sus  tendencias egoístas y  cargó con su cruz hasta el momento final. Un buen ejemplo para nosotros, los cristianos de este siglo XXI, cuando nos parece que la sociedad actual nos mira con cierto desprecio y, más de una vez, se burlan y se ríen de nosotros.

3.- No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Vivimos en este mundo, pero no debemos permitir que todas las reglas y costumbres de este nuestro mundo sean las reglas y las costumbres de nuestra vida cristiana. No todo lo que nos dice y nos aconseja es voluntad de Dios. Tenemos que saber discernir, en cada caso, lo que es bueno, agradable, perfecto, ante Dios.

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