5 de agosto de 2019

¿Dónde me querrá el Señor, mi amigo?


¿Dónde me querrá el Señor, mi amigo?
Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

Hola Jesús

Cuando la gente joven andamos un tanto despistados por esta sociedad de finales del siglo XX y a un año del año 2.000, necesitamos que alguien nos espolee de nuestra comodidad, de nuestro tedio, de nuestro pasotismo, y nos haga invitaciones fuertes para salir de este estado de vida aletargado.

Esta mañana, sumido en la contemplación de tu Palabra, he leído despacio la invitación que haces a cada uno de nosotros a que no pasemos la vida en balde.

Una vez más, sin animadversión a tu mensaje evangélico, he encontrado las palabras claves para mi existencia. Me han gustado mucho. Las haces imperativas, urgentes y resuenan en mí hoy como cañonazos para que levante mi vuelo de una vez para siempre.

Me debato continuamente en un mar de dudas.¿ Dónde me querrá el Señor, mi amigo? Pregunta cuya respuesta supone la felicidad de mi vida o bien la desgracia más aburrida que me pueda imaginar. Me cuesta dar el sí. Todo son turbaciones. No hago nada más que mirar pros y contras. Así paso mis días. Y ya es hora de que me decida por algo o por alguien.

Me invade esta mañana un sol de luz. Tus palabras “Venid y ved las obras de Dios” tienen hoy un eco especial en mi interior.

Me aterra no tener experiencia de ti. Quisiera tocarte de cerca para saber que tus caminos me van a permitir andar corriendo como la alegre gacela por el prado de tu Evangelio. Por otra parte, me pregunto muchas veces lo mismo: Si no te metes a vivir esta experiencia, nunca sabrás cómo es. Por supuesto, pienso que tú nunca defraudas ni engañas a tu amigo el joven.

Pero no sé ciertamente si podré ser tu testigo ante los chicos y chicas de mi generación. Esas palabras imperativas no se andan con remilgos. Así me gusta. Hoy necesitamos exigencias que nos despierten a nuevos mundos y a nuevas realidades.

Me sucede muchas veces que soy muy tranquilón. Espero que todo me sea hecho y dado como en palmitas. Una pena de mis años vividos en la atonía del dejar pasar el tiempo sobre mi amada juventud.

Siento en mis venas que tus palabras me invitan a que me mueva, busque, encuentre y me decida de una vez para siempre por algo que dé sentido a mi vida. Noto esta mañana que estas palabras me las diriges a mí en concreto, con mi nombre y apellidos. Pero pronto me asalta el miedo y busco mil excusas para no dar el paso a tus tres palabras insinuantes y alentadoras.

Veo que tu llamada es insistente. Cada día hay miles de jóvenes que las perciben en dial de tu corazón. Y veo que te siguen sin mirar el futuro, ni el pasado. Sólo el presente. Cuando vi el otro día el reportaje de Madre Teresa de Calcuta, el comentarista decía que en este primer aniversario de su muerte, habían aumentado, en un 20%, las chicas entregadas al servicio de las criaturas más adorables de tu Evangelio: los pobres y abandonados por los ricos de esta sociedad. He observado en sus rostros jóvenes y bellos la paz interior que transmiten. Se han encontrado contigo y su vida ha cambiado para mejor. Y éste, Señor, es mi miedo permanente.

Me han entrado, sin embargo, esta mañana luminosa de sol las ganas de conocer a estas jóvenes de cerca. Lo he hecho. Una de ellas, morena y bella como una estrella, me ha dicho: Toda mi vida es pura paz, total confianza en el Señor. Sé que estoy viviendo su Evangelio radicalmente. Y siento que ,como mis amigas, podría ser una madre de familia. Pero he cambiado esa suerte y ahora , mira, soy madre joven de chicos y chicas a quienes nadie quiere. Me quieren a mí. Soy su madre de corazón y de espíritu.

Yo, continuaba la joven consagrada, era como tú. Todo eran dificultades en casa . Pero , una vez que me enamoré de Cristo y he seguido sus palabras de “ Venid y ved las obras de Dios”, me siento plenamente feliz. Ahora, cuando he dado el paso, es cuando experimento sus maravillas en mí de una forma continuada. Los sacrificios, horribles para otros, son para mí el beso cariñoso de alguien que me necesita. En estos chicos y chicas, considerados como la piltrafa de los ricos, yo veo la presencia de Dios.

Estas palabras me han conmovido las entrañas. Me siento ahora más seguro de mí mismo. Quiero verte, Señor, y dejarme de tantas dudas y de tantos interrogantes. Lanza sobre mi rostro tu luz para que nunca más piense en la decisión que tomo hoy ante tus palabras del Salmo 65.

Tú dices: “Venid y ved” y, por fin, esta mañana te digo: “VOY. No quiero seguir siendo un “muermo” tranquilo ante tantas personas que me necesitan.

Gracias , Jesús, por esta carta de luz sobre la inquietud de mi vida. Espero que con tu ayuda, todo sea para mí una entrega total a tu misión evangélica.

Un abrazo muy fuerte, Ricardo, 20 años

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