LA NOVEDAD DEL MANDAMIENTO NUEVO
Por Gabriel González del Estal
1.- Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Que el principal mandamiento de le Ley era amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo era algo conocido y aceptado por todos los judíos. Jesús mismo, como buen judío practicante que era, lo repite así literalmente en los evangelios según san Marcos, san Mateo y san Lucas. Cuando un fariseo le preguntó con ánimo de ponerle a prueba cuál era el principal mandamiento de la Ley, Jesús respondió sin titubear: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y principal mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 35). Esto era conocido, como digo, por todos los judíos. ¿Cuál es, pues, la novedad del mandamiento nuevo que el mismo Jesús dice ahora, según san Juan? Es claro: cambiar el por el . Jesús nos dijo en más de una ocasión que él no había venido a cambiar la Ley, sino a perfeccionarla. Esto es exactamente lo que ha hecho ahora Jesús, porque amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos puede ser en muchos casos peligroso y hasta malo, ya que nosotros no nos amamos siempre bien a nosotros mismos. El egoísmo, la pasión, la ignorancia o la ceguera interesada pueden hacer que más de una vez nos amemos a nosotros mismos de mala manera. En cambio, amarnos unos a otros como Jesús nos amó siempre es agradable a Dios. Y, ¿Cómo nos amó Jesús? Pues, en el contexto en el que Jesús dice esta frase, está muy claro: Jesús dice esto a sus discípulos después de lavarles los pies y cuando les está diciendo que su Padre lo va a glorificar, cuando él, Jesús, muera en la cruz y el Padre lo resucite. Por tanto, amarnos unos a otros como Jesús nos amó es amarnos con un amor de absoluta generosidad, estando dispuestos hasta, si fuera necesario, morir por amor al prójimo. Jesús murió en acto de servicio, por amor a todos nosotros, glorificando así a su padre Dios y siendo glorificado por Él.
2.- En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándoles a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios… Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Por lo que leemos en el libro de los Hechos, Pablo y Bernabé siguieron literalmente el ejemplo de Jesús. Trabajaron y sufrieron mucho por amor al prójimo, y Dios, por medio de ellos, abrió a los gentiles la puerta de la fe. Esto es lo que debe hacer siempre la Iglesia de Jesús, esto es lo que debemos hacer cada uno de nosotros, los cristianos: evangelizar, predicar la buena nueva, el evangelio de Jesús, con la palabra y con el ejemplo, haciendo todo en nombre del Maestro, sin buscar nuestra propia gloria, sino la mayor gloria de Dios, haciendo todo con mucho amor y sin regatear esfuerzos. Sentirnos orgullosos no de lo que nosotros hacemos, sino de lo que Dios hace por medio de nosotros.
3.- Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe… Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. La esperanza en un cielo nuevo y en una tierra nueva es nuestra gran esperanza. Un lugar donde triunfe el bien y el mal ya no exista. Es, sin duda, ahora una esperanza utópica, porque no se da en ningún lugar conocido, pero debe ser para nosotros una esperanza real, vivificante y transformadora. No nos gusta este mundo en el que vivimos, pero creemos que existe un mundo bueno y mejor, al que Dios nos llevará no por nuestros propios méritos, sino por pura gracia. Pero la esperanza no consiste en una simple creencia utópica, sino que debe ser para nosotros una esperanza que nos dé fuerza y ánimo para vivir caminando constantemente, por amor, hacia un mundo mejor. Precisamente, porque no nos gusta lo que ahora tenemos es por lo que luchamos por algo que aún no tenemos pero deseamos tener. Esto es lo que hizo nuestro Maestro, Cristo, luchar hasta el final, hasta entregar su propia vida, por la conquista de un mundo mejor y más justo. Y lo hizo todo con amor y por amor a los hombres, tal como se lo había mandado su Padre, Dios. Por eso, Dios lo exaltó y lo glorificó sobre el ara de la cruz y desde entonces vive glorioso y resucitado para siempre a la derecha del Padre.
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