PLEGARIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
A tus plantas Señor vengo a ofrecerte de mi vida los últimos momentos, los dolores, angustías y tormentos de mi postrera y cruel tribulación.
¡Corazón de Jesús, bien sin segundo! No le niegues jamás en su agonía! Un asilo seguro al alma mía, En tu amoroso y dulce Corazón! Cuando expiraste en mi doliente lecho, la muerte en busca de mi vida venga, cuando rendido de dolor no tenga, fuerza y valor para poder luchar, ¡Corazón de Jesús, te lo suplico! Contrito y humillado desde ahora en que mi vida debe terminar cuando el dolor embargue mis sentidos y perdiendo mis pies el movimiento me anuncien que se acerca ya el momento en que la tierra tengo que dejar.
¡Corazón de Jesús, no me abandones! Haz que brille tu luz en mi camino, que me debe llevar a mi destino dadme valor para poder luchar. Cuando mis manos estrechar no pueden el crucifijo en mi angustiado pecho, y mi espíritu en lágrimas deshecho le pidas de sus culpas el perdón. Corazón de Jesús, no me abandones, dadme valor para luchar con bríos, y acepta aquellos sufrimientos míos de mis culpas como hostía de expiación. Cuando sin brillo mis marchitos ojos, ya no puedan mirar la luz del día y mi pecho se agite en la agonía dolorido sin aire y sin calor.
Corazón de Jesús, no me abandones! Haz que cumpla mi postrer anhelo: ¡Corazón de Jesús, no me abandones! Líbrame del infierno y de su horror. Cuando mis labios líbidos y fríos no te puedan nombrar en mi agonía, y anegada en el dolor el alma mía con el infierno empiece a batallar, ¡Corazón de Jesús, no me abandones! Ten piedad de mi triste desventura, y por tu Cruz, tu muerte y tu amargura, contra el infierno ayúdame a luchar.
Cuando al mundo se cierren mis oídos y el alma confundida en tu presencia escuche de tu boca la sentencía, que de su suerte debe decidir, ¡Corazón de Jesús, no me abandones! Del infierno a la horrible sepultura; Tú que le diste a la mujer impura el perdón que a tus plantas fue a pedir cuando a mi pecho por la vez postrera palpite el corazón lleno de espanto, y las postreras gotas de su llanto anuncien mi completa destrucción.
¡Corazón de Jesús, no me abandones! Y en el instante amargo tan temido, concédele a mi espiritu afligido un asilo en tu Santo Corazón. Amén.
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