14 de julio de 2019

El mandamiento Samaritano es muy propio de Jesús de Nazaret

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EL MANDAMIENTO SAMARITANO ES MUY PROPIO DE JESÚS DE NAZARET

Por Gabriel González del Estal

1.- ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Él le dijo: El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”. Con esta parábola Jesús da, realmente, la vuelta a la palabra “prójimo”, tal como se entendía en el tiempo de Jesús en el mundo judío. El prójimo no es para Jesús el que está cerca de ti y vive en tu mundo, el prójimo no es el judío. Es prójimo nuestro cualquier persona a la que encontramos junto a nosotros y está necesitadas, necesita nuestra ayuda. Da igual que esta persona sea de nuestra familia o no, que sea de nuestra religión o no, que sea de nuestra nación o no, que sea de nuestro partido político o no, que sea de nuestra empresa económica o no. Es suficiente con que yo le vea necesitado para que yo me sienta obligado a ayudarle. No se trata de una obligación de estricta justicia social, o de una obligación que me impone mi religión, o la pertenencia a mi misma empresa o partido político, basta, como digo, con que yo le vea necesitado. A mí esta parábola del samaritano me recuerda, por motivos distintos, a la parábola de la oveja perdida, o, incluso, a la parábola del hijo pródigo, o a la parábola de mujer sorprendida en adulterio en plena calla, o yendo aún más lejos, al mismo san José, cuando ve que María, su prometida, está embarazada sin haber vivido aun con él. Nosotros, los cristianos de este siglo XXI, debemos practicar el mandamiento samaritano en nuestras circunstancias ordinarias en las que vivimos habitualmente, con nuestra familia ayudando preferentemente a los que más nos necesita, con nuestros amigos y conocidos, con nuestra parroquia, en Cáritas parroquial y con las personas con las que más coincidimos en nuestras eucaristías, colaborando también en alguno de los grupos parroquiales que se dedican especialmente a ayudar a las personas necesitadas, en fin, cada uno sabrá cómo puede ser especialmente misericordioso y caritativo con el que más le necesita.

2.- El mandamiento está muy cerca de ti; en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas. Estas palabras de Moisés al pueblo hebreo valían para el pueblo al que se dirigían y siguen valiendo hoy para nosotros. El mandamiento del Señor debe estar en nuestro corazón; antes que ser ley escrita en el libro debe ser ley escrita en nuestros corazones. Así lo entendió el samaritano, sin fijarse en las interpretaciones que de la ley de Moisés estaban haciendo en su momento los escribas y los fariseos. Eso es precisamente lo que criticaría después el apóstol Pablo cuando nos dice a los cristianos que lo que realmente salva no es la ley de Moisés tal como la estaban entendiendo los judíos en tiempo de Jesús, sino que lo que nos salvará ya para siempre es el mismo Jesús y su evangelio.

3.- Cristo es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia… Por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Este himno que san Pablo nos cita en su carta a los fieles de Colosas nos presenta a Cristo como cabeza de la Iglesia y el primero en todo. Su misión principal es reconciliar todo y esto ya es suficiente para que nosotros hoy consideremos este himno cristológico como importante para nosotros. La misión de nosotros, los cristianos, es reconciliar todo en Cristo. La Iglesia, en general, el Papa, los obispos, los sacerdotes, cada uno de nosotros, debemos saber que tenemos una misión importantísima: ser reconciliadores en este mundo nuestro, frecuentemente tan dividido, excluyente y egoísta. Como buenos samaritanos, en este nuestro mundo en el que algunas veces las distintas religiones se empeñan en crear odios y divisiones, seamos nosotros los católicos de la Iglesia de Cristo hombres de paz y de reconciliación.

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