15 de julio de 2025

Santo Evangelio 15 de Julio 2025

  


Texto del Evangelio (Mt 11,20-24):

 En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».



«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!»


Fr. Damien LIN Yuanheng

(Singapore, Singapur)

Hoy, Cristo reprende a dos ciudades de Galilea, Corozaín y Betsaida, por su incredulidad: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, (...) se habrían convertido» (Mt 11,21). Jesús mismo da testimonio en favor de las ciudades fenicias, Tiro y Sidón: éstas hubieran hecho penitencia, con gran humildad, de haber experimentado las maravillas del poder divino.

Nadie es feliz recibiendo una buena reprimenda. En efecto, tiene que ser especialmente doloroso ser reprendido por Cristo, Él que nos ama con un corazón infinitamente misericordioso. Simplemente, no hay excusa, no hay inmunidad cuando uno es reprendido por la mismísima Verdad. Recibamos, pues, con humildad y responsabilidad cada día la llamada de Dios a la conversión.

También notamos que Cristo no se anda con rodeos. Él situó a su audiencia frente a frente ante la verdad. Debemos examinarnos sobre cómo hablamos de Cristo a los demás. A menudo, también nosotros tenemos que luchar contra nuestros respetos humanos para poner a nuestros amigos frente a las verdades eternas, tales como la muerte y el juicio. El Papa Francisco, conscientemente, describió a san Pablo como un “alborotador”: «El Señor siempre quiere que vayamos más lejos... Que no nos refugiemos en una vida tranquila ni en las estructuras caducas (…). Y Pablo, molestaba predicando al Señor. Pero él iba hacia adelante, porque tenía dentro de sí aquella actitud cristiana que es el celo apostólico. No era un “hombre de compromiso”». ¡No rehuyamos nuestro deber de caridad!

Quizá, como yo, encontrarás iluminadoras estas palabras de san Josemaría Escrivá: «(…) Se trata de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos». No podemos dormirnos en los laureles —acomodarnos— para ser entendidos por muchos, sino que debemos pedir la gracia de ser humildes instrumentos del Espíritu Santo, con el fin de situar de lleno a cada hombre y a cada mujer ante la Verdad divina.

14 de julio de 2025

Santo Evangelio 14 de Julio 2025

 



 Texto del Evangelio (Mt 10,34--11,1):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.



«El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí»


Rev. D. Valentí ALONSO i Roig

(Barcelona, España)

Hoy Jesús nos ofrece una mezcla explosiva de recomendaciones; es como uno de esos banquetes de moda donde los platos son pequeñas "tapas" para saborear. Se trata de consejos profundos y duros de digerir, destinados a sus discípulos en el centro de su proceso de formación y preparación misionera (cf. Mt 11,1). Para gustarlos, debemos contemplar el texto en bloques separados.

Jesús empieza dando a conocer el efecto de su enseñanza. Más allá de los efectos positivos, evidentes en la actuación del Señor, el Evangelio evoca los contratiempos y los efectos secundarios de la predicación: «Enemigos de cada cual serán los que conviven con él» (Mt 10,36). Ésta es la paradoja de vivir la fe: la posibilidad de enfrentarnos, incluso con los más próximos, cuando no entendemos quién es Jesús, el Señor, y no lo percibimos como el Maestro de la comunión.

En un segundo momento, Jesús nos pide ocupar el grado máximo en la escala del amor: «quien ama a su padre o a su madre más que a mí…» (Mt 10,37), «quien ama a sus hijos más que a mí…» (Mt 10,37). Así, nos propone dejarnos acompañar por Él como presencia de Dios, puesto que «quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10,40). El efecto de vivir acompañados por el Señor, acogido en nuestra casa, es gozar de la recompensa de los profetas y los justos, porque hemos recibido a un profeta y un justo.

La recomendación del Maestro acaba valorando los pequeños gestos de ayuda y apoyo a quienes viven acompañados por el Señor, a sus discípulos, que somos todos los cristianos. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo...» (Mt 10,42). De este consejo nace una responsabilidad: respecto al prójimo, debemos ser conscientes de que quien vive con el Señor, sea quien sea, ha de ser tratado como le trataríamos a Él. Dice san Juan Crisóstomo: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacerían de él una infinidad de bienes».


CATEQUESIS SOBRE LOS RITOS QUE PRECEDEN AL BAUTISMO

  


Comienza el tratado de san Ambrosio, obispo, sobre los misterios

(Núms. 1-7: SC 25 bis, 156-158)

CATEQUESIS SOBRE LOS RITOS QUE PRECEDEN AL BAUTISMO


Hasta ahora os hemos venido hablando cada día acerca de cuál ha de ser vuestra conducta. Os hemos ido leyendo los hechos de los patriarcas o los consejos del libro de los Proverbios a fin de que, instruidos y formados por estas enseñanzas, os fuerais acostumbrando a recorrer el mismo camino que nuestros antepasados y a obedecer los oráculos divinos, con lo cual, renovados por el bautismo, os comportéis como exige vuestra condición de bautizados. Mas ahora es tiempo ya de hablar de los sagrados misterios y de explicaros el significado de los sacramentos, cosa que, si hubiésemos hecho antes del bautismo, hubiese sido una violación de la disciplina del arcano más que una instrucción. Además de que, por el hecho de cogeros desprevenidos, la luz de los divinos misterios se introdujo en vosotros con más fuerza que si hubiese precedido una explicación. Abrid, pues, vuestros oídos y percibid el buen olor de vida eterna que exhalan en vosotros los sacramentos. Esto es lo que significábamos cuando, al celebrar el rito de la apertura, decíamos: "Effetá", esto es: "Ábrete", para que, al llegar el momento del bautismo, entendierais lo que se os preguntaba y la obligación de recordar lo que habíais respondido. Este mismo rito empleó Cristo, como leemos en el Evangelio, al curar al sordomudo. Después de esto, se te abrieron las puertas del santo de los santos, entraste en el lugar destinado a la regeneración. Recuerda lo que se te preguntó, ten presente lo que respondiste. Renunciaste al diablo y a sus obras, al mundo y a sus placeres pecaminosos. Tus palabras están conservadas, no en un túmulo de muertos, sino en el libro de los vivos.

Viste allí a los diáconos, los presbíteros, el obispo. No pienses sólo en lo visible de estas personas, sino en la gracia de su ministerio. En ellos hablaste a los ángeles, tal como está escrito: Labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es un ángel del Señor de los ejércitos. No hay lugar a engaño ni retractación; es un ángel quien anuncia el reino de Cristo, la vida eterna. Lo que has de estimar en él no es su apariencia visible, sino su ministerio. Considera qué es lo que te ha dado, úsalo adecuadamente y reconoce su valor. Al entrar, pues, para mirar de cara al enemigo y renunciar a él con tu boca, te volviste luego hacia el oriente, pues quien renuncia al diablo debe volverse a Cristo y mirarlo de frente.

13 de julio de 2025

Santo Evangelio 13 de Julio 2025

 



 Texto del Evangelio (Lc 10,25-37):

 En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y para poner a prueba a Jesús, le preguntó: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’.

»¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo»

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«Un samaritano (...) tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas (...) y, montándole sobre su propia cabalgadura...»


Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, nos preguntamos: «Y, ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Cuentan de unos judíos que sentían curiosidad al ver desaparecer su rabino en la vigilia del sábado. Sospecharon que tenía un secreto, quizá con Dios, y confiaron a uno el encargo de seguirlo... Y así lo hizo, lleno de emoción, hasta una barriada miserable, donde vio al rabino cuidando y barriendo la casa de una mujer: era paralítica, y la servía y le preparaba una comida especial para la fiesta. Cuando volvió, le preguntaron al espía: «¿Dónde ha ido?; ¿al cielo, entre las nubes y las estrellas?». Y éste contestó: «¡No!, ha subido mucho más arriba».

Amar a los otros con obras es lo más alto; es donde se manifiesta el amor. ¡No pasar de largo!: «Es el propio Cristo quien alza su voz en los pobres para despertar la caridad de sus discípulos», afirma el Concilio Vaticano II en un documento.

Hacer de buen samaritano significa cambiar los planes («llegó junto a él»), dedicar tiempo («cuidó de él»)... Esto nos lleva a contemplar también la figura del posadero, como dijo san Juan Pablo II: «¡Qué habría podido hacer sin él? De hecho, el posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte de la tarea. Todos podemos actuar como él cumpliendo las propias tareas con espíritu de servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar a quien lo necesita (...). El cumplimiento fiel de los propios deberes profesionales ya es practicar el amor por las personas y la sociedad».

Dejarlo todo para acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden: «‘¿Quién (...) te parece que fue prójimo?’. ‘El que practicó la misericordia con él’. Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’» (Lc 10,36-37).

Acudamos a la Virgen María y Ella —que es modelo— nos ayude a descubrir las necesidades de los otros, materiales y espirituales.

EL SEÑOR JESUCRISTO ES EL VERDADERO SALOMÓN

  


De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos

(Salmo 126, 2: CCL 40,1857-1858)

EL SEÑOR JESUCRISTO ES EL VERDADERO SALOMÓN


El templo que Salomón edificó para el Señor era tipo y figura de la futura Iglesia, que es el cuerpo del Señor, tal como dice en el Evangelio: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Del mismo modo que Salomón edificó aquel templo, se edificó también un templo el verdadero Salomón, nuestro Señor Jesucristo, el verdadero pacífico. Porque hay que saber que el nombre de Salomón significa "Pacífico", y el verdadero pacífico es Jesucristo, de quien dice el Apóstol: Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa. Él es el verdadero pacífico que unió en su persona, constituyéndose en piedra angular, los dos muros que provenían de partes opuestas, a saber, el pueblo de los creyentes que provenían de la circuncisión, y el pueblo de los creyentes que provenían de la gentilidad incircuncisa; de ambos pueblos hizo una sola Iglesia, de la que es piedra angular, y por esto es el verdadero pacífico.

Cristo es el verdadero Salomón, y aquel otro Salomón, hijo de David, engendrado de Betsabé, rey de Israel, era figura de este Rey pacífico. Por esto, el salmo, para que pienses más bien en el nuevo Salomón, que es quien edificó la verdadera casa de Dios, empieza con estas palabras: Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. El Señor es, por tanto, quien construye la casa, es el Señor Jesucristo quien construye su propia casa. Muchos son los que trabajan en la construcción, pero, si él no construye, en vano se cansan los albañiles.

¿Quiénes son los que trabajan en esta construcción? Todos los que predican la palabra de Dios en la Iglesia, los dispensadores de los misterios de Dios. Todos nos esforzamos, todos trabajamos, todos construimos ahora; y también antes de nosotros se esforzaron, trabajaron, construyeron otros; pero, Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Por esto, los apóstoles, y más en concreto Pablo, al ver que algunos se desmoDe los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos


12 de julio de 2025

Santo Evangelio 12 de Julio 2025

  


Texto del Evangelio (Mt 10,24-33):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!

»No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».



«No está el discípulo por encima del maestro»


P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP

(San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre la relación maestro-discípulo: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo» (Mt 10,24). En el campo humano no es imposible que el alumno llegue a sobrepasar a quien le enseñó el abc de una disciplina. Hay en la historia ejemplos como Giotto, que se adelanta a su maestro Cimabue, o como Manzoni al abad Pieri. Pero la clave de la suma sabiduría está sólo en manos del Hombre-Dios, y todos los demás pueden participar de ella, llegando a entenderla según diversos niveles: desde el gran teólogo santo Tomás de Aquino hasta el niño que se preparara para la Primera Comunión. Podremos añadir adornos de varios estilos, pero no serán nunca nada esencial que enriquezca el valor intrínseco de la doctrina. Por el contrario, es posible que rayemos en la herejía.

Debemos tener precaución al intentar hacer mezclas que pueden distorsionar y no enriquecer para nada la substancia de la Buena Noticia. «Debemos abstenernos de los manjares, pero mucho más debemos ayunar de los errores», dice san Agustín. En cierta ocasión me pasaron un libro sobre los Ángeles Custodios en el que aparecen elementos de doctrinas esotéricas, como la metempsicosis, y una incomprensible necesidad de redención que afectaría a estos espíritus buenos y confirmados en el bien.

El Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho ineludible de que el discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos o hasta sea perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de Jesús fue un servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le apodó como “Beelzebul”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones culturales o en los careos que vemos en televisión, nos tachen de retrógrados. La fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).


VUESTRA VIDA ESTÁ OCULTA CON CRISTO EN DIOS

  


De la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-17

VUESTRA VIDA ESTÁ OCULTA CON CRISTO EN DIOS


Hermanos: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestidos de gloria. Mortificad las pasiones de vuestro hombre terrenal: la fornicación, la impureza, la concupiscencia, los malos deseos y la avaricia, que es una idolatría. Por ellas se desata la cólera de Dios. En todo eso anduvisteis también vosotros, cuando vivíais entregados a ellas. Pero ahora dejad también vosotros a un lado todo eso: la ira, la indignación, la malignidad, la maledicencia y el torpe lenguaje. No os engañéis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus malas pasiones y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento pleno de Dios y se va configurando con la imagen del que lo creó. Así, ya no hay griego ni judío, ni circunciso ni incircunciso, ni bárbaro ni escita, ni esclavo ni libre. Sólo Cristo todo y en todos. Por lo tanto, como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Por encima de todo, procurad el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y vivid siempre agradecidos. Que la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de todo corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.

11 de julio de 2025

Santo Evangelio 11 de Julio 2025

 



 Texto del Evangelio (Mt 10,16-23):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.

Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre».



«Seréis odiados de todos por causa de mi nombre»


P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat

(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio remarca las dificultades y las contradicciones que el cristiano habrá de sufrir por causa de Cristo y de su Evangelio, y como deberá resistir y perseverar hasta el final. Jesús nos prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); pero no ha prometido a los suyos un camino fácil, todo lo contrario, les dijo: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Mt 10,22).

La Iglesia y el mundo son dos realidades de “difícil” convivencia. El mundo, que la Iglesia ha de convertir a Jesucristo, no es una realidad neutra, como si fuera cera virgen que sólo espera el sello que le dé forma. Esto habría sido así solamente si no hubiese habido una historia de pecado entre la creación del hombre y su redención. El mundo, como estructura apartada de Dios, obedece a otro señor, que el Evangelio de san Juan denomina como “el señor de este mundo”, el enemigo del alma, al cual el cristiano ha hecho juramento —en el día de su bautismo— de desobediencia, de plantarle cara, para pertenecer sólo al Señor y a la Madre Iglesia que le ha engendrado en Jesucristo.

Pero el bautizado continúa viviendo en este mundo y no en otro, no renuncia a la ciudadanía de este mundo ni le niega su honesta aportación para sostenerlo y para mejorarlo; los deberes de ciudadanía cívica son también deberes cristianos; pagar los impuestos es un deber de justicia para el cristiano. Jesús dijo que sus seguidores estamos en el mundo, pero no somos del mundo (cf. Jn 17,14-15). No pertenecemos al mundo incondicionalmente, sólo pertenecemos del todo a Jesucristo y a la Iglesia, verdadera patria espiritual, que está aquí en la tierra y que traspasa la barrera del espacio y del tiempo para desembarcarnos en la patria definitiva del cielo.

Esta doble ciudadanía choca indefectiblemente con las fuerzas del pecado y del dominio que mueven los mecanismos mundanos. Repasando la historia de la Iglesia, Newman decía que «la persecución es la marca de la Iglesia y quizá la más duradera de todas».


EL TEMPLO DE DIOS ES SANTO: ESE TEMPLO SOIS VOSOTROS

  


Del comentario de san Ambrosio, obispo, sobre el salmo ciento dieciocho

(Núms. 12. 13-14: CSEL. 62, 258-259)

EL TEMPLO DE DIOS ES SANTO: ESE TEMPLO SOIS VOSOTROS


Yo y el Padre vendremos y haremos morada en él. Que cuando venga encuentre morada en él, pues, tu puerta abierta, ábrele tu alma, extiende el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad de gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a todo hombre. Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere, sin embargo, ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza. Él salió del seno de la Virgen como el sol naciente, para iluminar con su luz todo el orbe de la tierra. Reciben esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin, aquella claridad que no interrumpe noche alguna. En efecto, a este sol que vemos cada día suceden las tinieblas de la noche; en cambio, el Sol de justicia nunca se pone, porque a la sabiduría no sucede la malicia. Dichoso, pues, aquel a cuya puerta llama Cristo. Nuestra puerta es la fe, la cual, si es resistente, defiende toda la casa. Por esta puerta entra Cristo. Por esto, dice la Iglesia en el Cantar de los cantares: Oigo a mi amado que llama a la puerta. Escúchalo cómo llama, cómo desea entrar: ¡Ábreme, mi paloma sin mancha, que tengo la cabeza cuajada de rocío, mis rizos, del relente de la noche! Considera cuándo es principalmente que llama a tu puerta el Verbo de Dios, siendo así que su cabeza está cuajada del rocío de la noche. Él se digna visitar a los que están tentados o atribulados, para que nadie sucumba bajo el peso de la tribulación. Su cabeza, por tanto, se cubre de rocío o de relente cuando su cuerpo está en dificultades. Entonces, pues, es cuando hay que estar en vela, no sea que cuando venga el Esposo se vea obligado a retirarse. Porque, si estás dormido y tu corazón no está en vela, se marcha sin haber llamado; pero, si tu corazón está en vela, llama y pide que se le abra la puerta. Hay, pues, una puerta en nuestra alma, hay en nosotros aquellas puertas de las que dice el salmo: ¡Portones! alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. Si quieres alzar los dinteles de tu fe, entrará a ti el Rey de la gloria, llevando consigo el triunfo de su pasión. También el triunfo tiene sus puertas, pues leemos en el salmo lo que dice el Señor Jesús por boca del salmista: Abridme las puertas del triunfo. Vemos, por tanto, que el alma tiene su puerta, a la que viene Cristo y llama. Ábrele, pues; quiere entrar, quiere hallar en vela a su Esposa.

10 de julio de 2025

Santo Evangelio 10 de Julio 2025

 



 Texto del Evangelio (Mt 10,7-15):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».



«Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca»


Rev. D. Antonio BORDAS i Belmonte

(L’Ametlla de Mar, Tarragona, España)

Hoy, el texto del Evangelio nos invita a evangelizar; nos dice: «Predicad» (cf. Mt 10,7). El anuncio es la buena nueva de Jesús, que intenta hablarnos del reino de Dios, que Él es nuestro salvador, enviado por el Padre al mundo y, por este motivo, el único que nos puede renovar desde dentro y cambiar la sociedad en la que vivimos.

Jesús anunciaba que «el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,7). Él era el anunciador del reino de Dios que se hacía presente entre los hombres y mujeres en la medida en que el bien avanzaba y retrocedía el mal.

Jesús quiere la salvación del hombre total, en su cuerpo y en su espíritu; más aun, ante el enigma que preocupa a la humanidad, que es la muerte, Jesús propone la resurrección. Quien vive muerto por el pecado, cuando recupera la gracia, experimenta una nueva vida. Éste es un gran misterio que comenzamos a experimentar a partir de nuestro bautismo: ¡los cristianos estamos llamados a la resurrección!

Una muestra de cómo el Papa Francisco busca el bien del hombre: «Esta “cultura del descarte” nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de alimentos. En otro tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada de comida sobrante. ¡El alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre!».

Jesús nos dice que seamos siempre portadores de paz. Cuando los sacerdotes llevamos la Comunión a un enfermo decimos: «¡La paz del Señor sea en esta casa!». Y la paz de Cristo permanece ahí, si hay personas dignas de ella. Para recibir los dones del reino de Dios se necesita una buena disposición interior. Por otro lado, también vemos cómo mucha gente pone excusas para no recibir el Evangelio.

Nosotros tenemos un gran cometido entre los hombres, y es que no podemos dejar de anunciar el Evangelio después de haber creído, porque vivimos de él y queremos que otros también lo vivan.



ACERCA DE LA EUCARISTÍA

  Eucaristía - Qué es, origen, importancia, partes y elementos

Del antiguo opúsculo denominado Doctrina de los doce

(Cap. 9, 1-10. 6; 14, 1-3: Funk 2, 14-22. 26)

ACERCA DE LA EUCARISTÍA


Respecto a la acción de gracias, lo haréis de esta manera: Primeramente sobre el cáliz: "Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos." Luego sobre el pan partido: "Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos. Como este pan estaba disperso por los montes y después, al ser reunido, se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente." Pero que de vuestra acción de gracias coman y beban sólo los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los perros. Después de saciaros, daréis gracias de esta manera: "Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre, que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre y diste a los hombres comida y bebida para que disfrutaran de ellas. Pero, además, nos has proporcionado una comida y bebida espiritual y una vida eterna por medio de tu Siervo. Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti sea la gloria por los siglos. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor, y congrégala de los cuatro vientos, ya santificada, en el reino que has preparado para ella. Porque tuyo es el poder y la gloria por siempre. Que venga tu gracia y que pase este mundo. ¡Hosanna al Dios de David! El que sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que se arrepienta. Marana tha. Amén." Reunidos cada Domingo, partid el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. Pero todo aquel que tenga alguna contienda con su compañero, no se reúna con vosotros, sin antes haber hecho la reconciliación, a fin de que no se profane vuestro sacrificio. Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrecerá un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones.

9 de julio de 2025

Santo Evangelio 9 de Julio 2025

 



 Texto del Evangelio (Mt 10,1-7):

 En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».



«Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca»


Rev. D. Fernando PERALES i Madueño

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos muestra a Jesús enviando a sus discípulos en misión: «A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones» (Mt 10,5). Los doce discípulos forman el “Colegio Apostólico”, es decir “misionero”; la Iglesia, en su peregrinación terrena, es una comunidad misionera, pues tiene su origen en el cumplimiento de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según los designios de Dios Padre. Lo mismo que Pedro y los demás Apóstoles constituyen un solo Colegio Apostólico por institución del Señor, así el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles, forman un todo sobre el que recae el deber de anunciar el Evangelio por toda la tierra.

Entre los discípulos enviados en misión encontramos a aquellos a los que Cristo les ha conferido un lugar destacado y una mayor responsabilidad, como Pedro; y a otros como Tadeo, del que casi no tenemos noticias; ahora bien, los evangelios nos comunican la Buena Nueva, no están hechos para satisfacer la curiosidad. Nosotros, por nuestra parte, debemos orar por todos los obispos, por los célebres y por los no tan famosos, y vivir en comunión con ellos: «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de los ancianos como a los Apóstoles» (San Ignacio de Antioquía). Jesús no buscó personas instruidas, sino simplemente disponibles, capaces de seguirle hasta el final. Esto me enseña que yo, como cristiano, también debo sentirme responsable de una parte de la obra de la salvación de Jesús. ¿Alejo el mal?, ¿ayudo a mis hermanos?

Como la obra está en sus inicios, Jesús se apresura a dar una consigna de limitación: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,5-6). Hoy hay que hacer lo que se pueda, con la certeza de que Dios llamará a todos los paganos y samaritanos en otra fase del trabajo misionero.

LOS DE FUERA, LO QUIERAN O NO, SON HERMANOS NUESTROS

  


De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos

(Salmo 32, 29: CCL 38, 272-273)

LOS DE FUERA, LO QUIERAN O NO, SON HERMANOS NUESTROS


Hermanos, os exhortamos vivamente a que tengáis caridad, no sólo para con vosotros mismos, sino también para con los de fuera, ya se trate de los paganos, que todavía no creen en Cristo, ya de los que están separados de nosotros, que reconocen a Cristo como cabeza, igual que nosotros, pero están divididos de su cuerpo. Deploremos, hermanos, su suerte, sabiendo que se trata de nuestros hermanos. Lo quieran o no, son hermanos nuestros. Dejarían de serlo si dejaran de decir: Padre nuestro.

Dijo de algunos el profeta: A los que os dicen: "No sois hermanos nuestros", decidles: "Sois hermanos nuestros." Atended a quiénes se refería al decir esto. ¿Por ventura a los paganos? No, porque, según el modo de hablar de las Escrituras y de la Iglesia, no los llamamos hermanos. ¿Por ventura a los judíos, que no creyeron en Cristo?

Leed los escritos del Apóstol, y veréis que, cuando dice "hermanos", sin más, se refiere únicamente a los cristianos: Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano ? o ¿por qué desprecias a tu hermano? Y dice también en otro lugar: Sois injustos y ladrones, y eso con hermanos vuestros.

Ésos, pues, que dicen: "No sois hermanos nuestros", nos llaman paganos. Por esto, quieren bautizarnos de nuevo, pues dicen que nosotros no tenemos lo que ellos dan. Por esto, es lógico su error, al negar que nosotros somos sus hermanos. Mas, ¿por qué nos dijo el profeta: Decidles: "Sois hermanos nuestros", sino porque admitimos como bueno su bautismo y por esto no lo repetimos? Ellos, al no admitir nuestro bautismo, niegan que seamos hermanos suyos; en cambio, nosotros, que no repetimos su bautismo, porque lo reconocemos igual al nuestro, les decimos: Sois hermanos nuestros.

Si ellos nos dicen: "¿Por qué nos buscáis, para qué nos queréis?", les respondemos: Sois hermanos nuestros. Si dicen: "Apartaos de nosotros, no tenemos nada que ver con vosotros," nosotros sí que tenemos que ver con ellos: si reconocemos al mismo Cristo, debemos estar unidos en un mismo cuerpo y bajo una misma cabeza.

Os conjuramos, pues, hermanos, por las entrañas de caridad, con cuya leche nos nutrimos, con cuyo pan nos fortalecemos, os conjuramos por Cristo, nuestro Señor, por su mansedumbre, a que usemos con ellos de una gran caridad, de una abundante misericordia, rogando a Dios por ellos, para que les dé finalmente un recto sentir, para que reflexionen y se den cuenta que no tienen en absoluto nada que decir contra la verdad; lo único que les queda es la enfermedad de su animosidad, enfermedad tanto más débil cuanto más fuerte se cree. Oremos por los débiles, por los que juzgan según la carne, por los que obran de un modo puramente humano, que son, sin embargo, hermanos nuestros, pues celebran los mismos sacramentos que nosotros, aunque no con nosotros, que responden un mismo Amén que nosotros, aunque no con nosotros; prodigad ante Dios por ellos lo más entrañable de vuestra caridad.

8 de julio de 2025

Santo Evangelio 8 de Julio 2025

  


Texto del Evangelio (Mt 9,32-38):

 En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».



«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»


Rev. D. Joan SOLÀ i Triadú

(Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de la curación de un endemoniado mudo que provoca diferentes reacciones en los fariseos y en la multitud. Mientras que los fariseos, ante la evidencia de un prodigio innegable, lo atribuyen a poderes diabólicos —«Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios» (Mt 9,34)—, la multitud se maravilla: «Jamás se vio cosa igual en Israel» (Mt 9,33). San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje, dice: «Lo que en verdad molestaba a los fariseos era que consideraran a Jesús como superior a todos, no sólo a los que entonces existían, sino a todos los que habían existido anteriormente».

A Jesús no le preocupaba la animadversión de los fariseos, Él continuaba fiel a su misión. Es más, Jesús, ante la evidencia de que los guías de Israel, en vez de cuidar y apacentar el rebaño, lo que hacían era descarriarlo, se apiadó de aquellas multitudes cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor. Que las multitudes desean y agradecen una buena guía quedó comprobado en las visitas pastorales de San Juan Pablo II a tantos países del mundo. ¡Cuántas multitudes reunidas a su alrededor! ¡Cómo escuchaban su palabra, sobre todo los jóvenes! Y eso que el Papa no rebajaba el Evangelio, sino que lo predicaba con todas sus exigencias.

Todos nosotros, «si fuéramos consecuentes con nuestra fe, —dice san Josemaría Escrivá— al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron al de Jesucristo», lo cual nos conduciría a una generosa tarea apostólica. Pero es evidente la desproporción que existe entre las multitudes que esperan la predicación de la Buena Nueva del Reino y la escasez de obreros. La solución nos la da Jesús al final del Evangelio: rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a sus campos (cf. Mt 9,38).


Busque cada uno no sólo su propio interés sino también el de la Comunidad

  


De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

(Caps. 46, 2-47, 4; 48,1-6: Funk 1,119-123)

BUSQUE CADA UNO NO SÓLO SU PROPIO INTERÉS, SINO TAMBIÉN EL DE LA COMUNIDAD


Escrito está: Juntaos con los santos, porque los que se juntan con ellos se santificarán. Y otra vez, en otro lugar, dice: Con el hombre inocente serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso te pervertirás. Juntémonos, pues, con los inocentes y justos, porque ellos son elegidos de Dios. ¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, banderías, escisiones y guerras? ¿O es que no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿No es uno solo nuestro llamamiento en Cristo? ¿A qué fin desgarramos y despedazamos los miembros de Cristo y nos sublevamos contra nuestro propio cuerpo, llegando a tal punto de insensatez que nos olvidamos de que somos los unos miembros de los otros?

Acordaos de las palabras de Jesús, nuestro Señor. Él dijo, en efecto: ¡Ay de aquel hombre! Más le valiera no haber nacido, que escandalizar a uno solo de mis escogidos. Mejor le fuera que le colgaran una piedra de molino al cuello y lo hundieran en el mar, que no extraviar a uno solo de mis escogidos. Vuestra escisión extravió a muchos, desalentó a muchos, hizo dudar a muchos, nos sumió en la tristeza a todos nosotros. Y, sin embargo, vuestra sedición es contumaz.

Tomad en vuestra mano la carta del bienaventurado Pablo, apóstol. ¿Cómo os escribió en los comienzos del Evangelio? A la verdad, divinamente inspirado, os escribió acerca de sí mismo, de Cefas y de Apolo, como quiera que ya desde entonces fomentabais las parcialidades. Mas aquella parcialidad fue menos culpable que la actual, pues al cabo os inclinabais a apóstoles acreditados por Dios y a un hombre acreditado por éstos. Arranquemos, pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos ante el Señor, suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos reconcilie consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia, abierta para la vida, conforme está escrito: Abridme las puertas de la justicia, y entraré para dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella. Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, ésta es la puerta de la justicia, a saber: la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia, cumpliendo todas las cosas sin perturbación. Enhorabuena que uno tenga carisma de fe, que otro sea poderoso en explicar los conocimientos, otro sabio en el discernimiento de discursos, otro casto en su conducta. El hecho es que cuanto mayor parezca uno ser, tanto más debe humillarse y buscar no sólo su propio interés, sino también el de la comunidad.

7 de julio de 2025

Santo Evangelio 7 de Julio 2025

 



 Texto del Evangelio (Mt 9,18-26):

 En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.



«Tu fe te ha salvado»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en generosidad!

«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt 9,22).

Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.

Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.

Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).